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La selfie más triste

Los 25 millones de argentinos que no pueden ser bienaventurados

La pobreza y la indigencia llegan a números muy preocupantes, la Argentina corre peligro de perder su integridad.

Enrique Villalobo

Por Enrique Villalobo

29 Septiembre de 2024 - 10:00

Pobreza, un mundo oscuro
Pobreza, un mundo oscuro Foto archivo

El que es parte del 52,9% de personas que están por debajo de la línea de pobreza no es un número en la página de Excel, tiene ojos y manos, tiene que sacar fuerzas, donde casi no hay, para superar el sentimiento de fracaso en la vida, cada día se levanta angustiado porque se le está escapando el futuro.

Es más, es ese futuro que ya casi ha perdido sentido para el pobre se ha ido transformado en una amenaza porque lo que vendrá serán más pérdidas, las económicas y materiales, la de los bienes de los que se va desprendiendo y los que perderá más adelante.

Los afectos también se van deteriorando porque cada minuto está ocupado en resolver urgencias: de alimentos, de salud, de educación, de transporte, de deudas, y de todos los interrogantes que plantean tácita o explícitamente quienes comparten la vida bajo un mismo techo.

Quiere decir entonces que se pierde uno de los aspectos más importantes de la condición humana que es tener proyectos, esperanzas, haber podido dejar atrás los miedos más primitivos. Hasta el trabajo pierde dignidad cuando no lo saca al pobre de esa condición.

La clase media está cayendo
La clase media está cayendo.

Culpa, bronca, humillación, frustración, desesperanza, son los términos que van impregnando el alma de tantos millones de argentinos a los que se les ha cercenado el orgullo verdadero y están cayendo en un peligroso escepticismo.

Llevada esa situación a un niño es cargarlo también de resentimiento por no poder alcanzar, en la más importante etapa de formación de valores, lo que hace a la felicidad simple y sin pretensiones de la vida infantil, siendo que lo que percibe con más dureza es la injusticia, la que sufre en sí mismo y la que percibe en el sufrimiento de sus padres.

Estamos hablando de la pobreza porque la vemos y la percibimos cerca, pero con la indigencia la actitud de todos es extraña. Desde la postura caritativa, el lamento y la compasión, hasta la indiferencia, el mirar para otro lado porque el indigente es otro: "no tiene nada que ver conmigo, yo no tengo la culpa".

Esa situación marginal de tanta gente crece día a día  y ya no se puede soslayar, detrás de ella campea el hambre, la disolución de la familia, el adormecimiento y la parálisis de los afectos. El amor pervive, busca una posibilidad de expresión, pero se ha ido volviendo instinto, miedo por lo que le puede pasar a la prole. 

Sin casa, casi sin comida, cubierto de harapos toda posibilidad de sueños es imposible, toda forma de vida digna ha quedado muy lejos, inalcanzable.

Recursos para enfrentar la pobreza
Recursos para enfrentar la pobreza.

Esto es nada más que una suposición que pretende ser un ejemplo descriptivo, seguramente hay tantas situaciones diferentes tal vez mucho más dramáticas y trágicas. No es una masa gris impersonal, es llanto, dolor, angustia, dientes apretados, estómagos vacíos.

Así las cosas. ¿Alguien puede comprender lo que es la libertad, qué significa, para qué sirve? Para el pobre pueden ser momentos de alivio o de exiguas gratificaciones logradas con mucho esfuerzo o con un pequeño y breve golpe de suerte.

Para el indigente, la libertad ha ido perdiendo significado, está preso por el imperio de conseguir lo mínimo urgente que no es otra cosa que el alimento, el techo ya no está, o si está es tan precario que no abriga.

Margarita Barrientos describía hace poco cómo crece constantemente la pobreza en su costado más dramático, cómo ataca lo que sostiene a la condición humana. Pues, las familias se separan casi hasta disolverse para asistir a distintos comedores, o cuando acuden a refugios nocturnos.

También explicaba Margarita cómo la gente empieza a vender cosas de la casa para poder pagar el alquiler o la pensión, cada vez se despojaban de más bienes necesarios, decía, y al final termina viviendo en la calle.

Más de la mitad de los argentinos están pasando por esas condiciones, muchos de los que aún no caen se ven ya en riesgo de cruzar la línea.

Margarita Barrientos
Margarita Barrientos.

Entonces no les queda más remedio que buscar algo en qué creer para salir del marasmo. Han sido muchas las frustraciones, nadie cumplió con lo prometido o fallaron en la receta para cambiar las cosas o no supieron qué hacer.

Hay culpas por supuesto, pero no deben ser cargadas en el que, estando vencido anímicamente ya no sabe qué hacer, habrá haraganes sí, pero la gran mayoría quiere trabajar, o mejorar las condiciones si lo está haciendo, o ganar lo mínimo para subsistir.

Por ahora el grito no está en la multitud, está en el escenario, si realmente después vendrá la acción, la impaciencia acorta los plazos y si éstos se vencen el grito puede ser incontrolable.