|03/07/22 08:37 AM

Jugando con el hambre y con la fe

Argentina se encuentra desesperanzada y mientras otros se ocupan de jugar, desde abajo, cada vez hay más gente que empieza a padecer hambre

03 de julio, 2022 - 10:28

A fuerza de reiteradas por la información periodística, casi no es necesario repetir aquí las cifras de la pobreza, la indigencia, la inflación y el empleo en negro, que son los problemas más dramáticos que afligen a los argentinos. Por eso,que haya renunciado el ministro de Economía en un escenario de fracaso evidente de su gestión, no modifica el estado de ánimo de una sociedad agobiada por el desánimo y la incertidumbre.

Es claro que los problemas no son del mismo tenor para todos. El drama de no tener qué dar de comer a los hijos no es igual al que tiene dificultades para pagar una deuda, o al que ve caer su emprendimiento o el que le ponen impedimentos para comprar un bien importado o viajar al exterior.

Pero sí hay un encadenamiento en todos los problemas referidos en forma demasiado generalizada. Pues la vida sería mucho más aliviada en un contexto diferente más acorde con las posibilidades que tiene la Argentina y que ha venido desperdiciando hace más de 70 años.

Se fue Guzmán, quizá un ministro que la historia poco va a registrar, pero esa dimisión en este momento del país agudiza una crisis, una de las tantas por supuesto, pero que por acumulación va dejando cada vez más gente lastimada, resentida y eso va acumulando mucha presión.

Los reclamos masivos han ganado la calle, pero todavía en forma controlada. La ofuscación de los porteños es un termómetro de los que ocurre en otras ciudades. El temido estallido social está a la vuelta de la esquina, solo frenado por las multitudinarias movilizaciones dirigidas por los vituperados dirigentes que buscan rédito político y pecuniario también.

Mientras tanto en la cúpula del poder, esto es el Presidente y la Vicepresidenta están en una interminable disputa totalmente asimétrica y alejada de lo que, hipotéticamente, deberían hacer los gobernantes: mejorarle la vida a la gente o en el último de los casos evitar al menos que se deteriore.

La caída del ministro de Economía se puede remediar con la designación de otro, quizá por estas horas ya decidida y conocida, algo que no asegura ningún cambio positivo del estado de cosas. Se ha señalado reiteradamente desde todos los rincones sobre la necesidad de un acuerdo político, ya no entre oficialismo y oposición sino entre las partes en pugna dentro del Frente de Todos.

Eso hoy es imposible, desde el Instituto Patria y los acólitos cristinistas se ha dicho que hay que “terminar con la moderación”, lo que significa una suerte de golpe de palacio al pretender quitarle todo tipo de autoridad a Alberto Fernández y lanzarse a una aventura irracional de pretender repartir lo que no hay, aislar a la Argentina del mundo y posiblemente reprimir la protesta que se generaría.

Es conocido en el peronismo desde sus orígenessu poco apego a la tolerancia y a los procedimientos republicanos. En las posteriores versiones esa vertiente de la política nacional la imposición del pensamiento fue a través de las contundentes mayorías logradas en las elecciones. 

Es probable que el único atisbo de una posibilidad de acuerdo emanada desde el mismo peronismo fue el intento de Perón de establecer un acuerdo con el jefe de la UCR, Ricardo Balbín, para establecer un gobierno de coalición inédito entre el PJ y los radicales. Una idea que no prosperó por la muerte del caudillo y el huracán de violencia que se desató en la década de los ’70.

Han pasado tantos años y el pasado sigue, hoy el debate debería pasar por cómo exportar con los mejores precios y a los ávidos mercados que demandan los productos argentinos, también cómo abrir las importaciones para que ingresen insumos, es decir en dos simplificaciones incompletas pensar en generación de trabajo y desarrollo.

Las instituciones todavía no están en peligro, pero en lo que queda de esta administración el único proyecto de Alberto es llegar a duras penas a diciembre de 2023. El de Cristina es acumular poder, humillar al contrincante y quizá ser otra vez presidente de la Nación por cualquier vía.

Una Argentina con su gente desesperanzada en la que mientras arriba están jugando, desde abajo cada vez hay más gente que empieza a padecer hambre.