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Volver a las cosas comunes y aburridas

No siempre lo novedoso y en apariencia diferente garantiza que se cambien las cosas que funcionaron mal

19 de diciembre, 2022 - 08:32

Ya casi desatada la guerra de las encuestas, en la que se mezclan las serias y las pagadas por los interesados, los argentinos están vibrando lo que ha sido un extraño mes en el que la desazón que provoca el incierto futuro del país ha tenido el recreo del Campeonato Mundial de Fútbol de Qatar.

Pero ya desde mañana los problemas de la mayoría retoman su cauce.

Hay que reconocer que para muchos el torneo ecuménico quedó en un plano atrás de los dramas cotidianos que surgen de la pobreza extrema.

De aquí en adelante seremos testigos de una sorda pelea para posicionarse, unos con la creencia que serán aclamados en un hipotético regreso al poder, y otros con la irreductible convicción de que todo el mundo está equivocado y que el camino de la felicidad del pueblo está en aplicar los dogmas que ni siquiera sirvieron para construir el mundo utópico que prometieron hace décadas.

No hay que distraerse y dejar de observar las propuestas antisistema que se cuelan cuando los actores de siempre no se aprendieron el libreto y se les acabaron las ideas y los argumentos para convencer a los votantes.

La decadencia visible de la calidad de los dirigentes políticos, de toda procedencia, ha llevado a la sociedad a descreer no solo de la política partidista sino también de los valores democráticos.

A tal punto ha llegado la impericia y el desatino -cuando no la deshonestidad y el latrocinio- de quienes vienen manejando los hilos del poder desde hace un tiempo, que a la gente se le han ido desdibujando los contornos de la epopeya del ’83, cuando se recuperó la democracia por la vía de la paz, la concordia y el consenso.

Estos términos hoy parecen perimidos, sueños nostálgicos de una generación que abrazó consignas equivocadas para un objetivo generoso que nunca se alcanzó, y, por el contrario, desató lo peor de la condición humana.

Pero si algunas calamidades quedaron atrás no hay que descuidarse con las que se puedan esconder detrás de promesas estrafalarias.

Veamos si no lo que ocurre en Perú, donde las viejas fórmulas partidarias se diluyeron y fueron remplazadas por engendros que prometiendo traer cosas nuevas, surgió un dictador como Alberto Fujimori en su momento o un inepto y de pocas luces como Pedro Castillo.

Seguramente cuando los eligieron los votaron de buena fe creyendo en sus promesas y capacidades, pero los resultados mostraron todo lo contrario a las esperanzas puestas en ellos.

Hoy los peruanos siguen sufriendo las consecuencias de los crímenes del frustrado súbdito del Sol Naciente y encima el país andino está atravesado por una violencia social y política que está costando decenas de vidas y una paralización que no se puede saber cómo terminará.

El ensayo de esta particular izquierda que gobierna en Chile tampoco parece prometer grandes cosas.

Allí también la disputa ideológica casi secular empaña las posibilidades de un país que con sus defectos e injusticias podía encontrar mejores rumbos.

La experiencia chilena le muestra a América latina que el socialismo y el capitalismo por sí solos, y aplicados de modo ajeno a las verdaderas necesidades y aspiraciones de los pueblos, han fracasado.

La Argentina no se parece a ninguno de estos dos ejemplos, y solo se pueden tomar como observación de que no siempre lo novedoso y en apariencia diferente garantiza que se cambien las cosas que funcionaron mal.

Los principios y valores de la democracia republicana son permanentes y el sentido de la justicia social y el equilibrio económico de todos los actores sociales no han dejado de ser fundamentales para vivir y progresar genuinamente.

Mañana se calmarán algunos fervores y los problemas que siempre estuvieron ahí volverán a interpelarnos. Quizá algunos ejemplos individuales puedan servir para entender que con humildad, solidaridad y trabajo mancomunado se puede vivir un poco mejor.