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Maltrato y abuso infantil: ¿por qué nos cuesta comprometernos y defender a los niños?

Los casos en que los menores son golpeados, en algunas situaciones con resultados fatales, deberían ser motivo de interés e intervención por parte de terceros

Por Redacción

15 de febrero, 2023 - 15:24

Abrimos la ventana. Desde afuera se oyen gritos de adultos, ruidos de golpes, y el llanto de una criatura: son indicadores de que en esa casa hay un menor golpeado. Pero nos queda la duda: ¿qué podemos hacer desde afuera nosotros, que nada tenemos que ver? ¿Sirve de algo denunciar, "meternos" en el problema? ¿Es útil la intervención de un extraño en un caso de gravedad semejante?

Laura Ferré, licenciada en Psicología Clínica, se prestó a un diálogo con El Interactivo, por Ciudadano News, para aclarar el asunto y echar luz en una problemática que viene preocupando a muchos desde hace tiempo, pero que se potenció en los últimos meses por los casos que son de público conocimiento.

La profesional admitió que el tema es extremadamente importante, "porque más allá de hechos puntuales trágicos, cada adulto en esta sociedad tiene elementos para aportar, desde lo personal, a favor de la prevención".

"Muchísima veces -explica Ferré- se naturalizan situaciones de maltrato infantil, sin llegar al abuso. Pero hay cuestiones y prácticas también naturalizadas que son para reflexionar. Hace un tiempo, una encuesta de UNICEF mostró que el 70% de los adultos cuidadores naturalizaba el chirlo, el tirón de pelos y el zamarreo como prácticas de disciplina", expresó la profesional.

"Pensemos que, si un índice tan alto piensa que esa práctica es natural, hay muchísimo que podemos hacer para desbaratar esa práctica, para no llegar a casos extremos".

¿De dónde viene el maltrato infantil? "Es intrafamiliar", define la profesional. "Varios hemos pasado por situaciones similares. La otra vez -recuerda a título personal Laura- estaba en la cola de un supermercado, y una nena era insultada a los gritos para que se bajara de determinado lugar. No era un reto: era un insulto. Y uno se pregunta hasta dónde puede intervenir, y hasta dónde no conviene hacerlo".

Según Ferré, todos deberíamos aportar desde nuestro propio lugar. "Hay que estar atentos, decirles a los chicos que el cuerpo es de ellos, que puedan reconocer sus partes íntimas, que hay prácticas como las cosquillas que peden ser divertidas, pero que también pueden molestar cuando vienen de una persona desconocida. En ese sentido, nos falta mucho", reflexiona la psicóloga.

El problema es que la violencia no siempre deja marcas físicas. "Hay heridas en el alma, y por suerte los chicos las expresan. Tal vez no las pongan en palabras, pero hay indicadores a tener en cuenta: el cambio abrupto de conducta, el cambio de grupos de amigos en los chicos más grandes, el acto de evitar acercarse a cierta gente".

"Detectar los cambios en cuanto a las compañías es más que importante", detalla la entrevistada.

Además de los cambios de carácter, Ferré recomienda estar atentos a otras cuestiones: "Las modificaciones en el sueño, las pesadillas, el hecho de orinarse en la cama, despertarse temprano, o la falta de apetito. Esos son indicadores de que algo no está funcionando como corresponde en el chico".

"Involucrarnos. Armar redes informales de defensa para los chicos. Una cadena de WhatsApp, un grupo de ayuda, estar atentos a los ruidos extraños. Y no descuidar los cambios en el carácter."

"Simples consejos para adelantarnos a situaciones que, tal vez, resulten en beneficio de los más frágiles" culminó diciendo la psicóloga.