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El temido voto en blanco pone en alerta a quienes pretenden gobernar el país

Aunque todavía está lejos de ser un “que se vayan todos”, igual enciende una alarma porque muestra el hartazgo de la sociedad argentina

22 de mayo, 2023 - 08:26

El voto en blanco se caracteriza por ser una opción que expresa la voluntad de los votantes que deciden no apoyar a ningún candidato o partido político, y por ende, no sumar en favor de ninguna opción. Se contabiliza como un voto válido y se incluye en el total de sufragios.

Pero además de ser una herramienta para expresar el descontento con las alternativas políticas presentadas, también puede ser utilizado como una forma de protesta y de reclamo por parte de los ciudadanos, transformándose en un “voto bronca”, muy temido tanto por el frente gobernante como por quienes pretenden tomar las riendas del país a fines de este año.

Y eso está pasando en las elecciones provinciales que se han realizado hasta el momento —ocho hasta ahora— en las que, salvo en La Rioja, el voto en blanco se transformó en protagonista en gran medida. Es el caso de Tierra del Fuego, donde el domingo 14 Gustavo Melella fue electo gobernador de la provincia patagónica y el segundo lugar fue para el voto en blanco, con el 21,6%.

Más de 22.000 fueguinos votaron en blanco, a pesar de que la oferta electoral incluyó cinco candidatos a gobernador. Esta alternativa ya había sido alta en 2019, cuando registró el 7,4% de voto en blanco, pero esta vez esos números se triplicaron. La tendencia ya se despertó en otras provincias que no habían registrado antecedentes hasta la fecha, como el caso de Río Negro, que en las anteriores elecciones había apenas sobrepasado el 1% de los votos y ahora llegó casi al 7%.

 

Un “castigo” y algo más

Dos décadas después, la sombra del 2001 aparece en las urnas. La crisis económica y la falta de soluciones de las dos principales alianzas de gobierno son las causas de un fenómeno que comienza a manifestarse nuevamente entre el electorado, aunque esta vez la sangre no llegaría al río.

En algunos casos, el voto en blanco ha sido convocado por movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil para expresar su rechazo a determinadas políticas públicas o a la situación política, manifestando ese descontento de forma pacífica y dentro del marco legal establecido.

“Votar en blanco es una manera de expresar que no estás de acuerdo con ningún candidato”, sostiene al respecto Mariel Fornoni, directora de la consultora Management & Fit.

“Este fenómeno expresa lo que venimos viendo en las encuestas desde hace mucho tiempo. Hace años medimos a muchos dirigentes políticos y la mitad de esa lista, de distintos espacios políticos, tenía más imagen positiva que negativa. Eso ya cambió: todos los dirigentes que medimos ahora tienen más imagen negativa que positiva. Hay un claro enojo de la sociedad con la dirigencia política”, explicó la especialista.

Pero aunque las cifras del voto en blanco están en aumento, las diferencias con el “que se vayan todos” todavía es sustancial. Ese fenómeno que se expresó en las elecciones legislativas de 2001, antes del estallido de diciembre, tenía un alto voto en blanco, pero estaba centralizado en los votos nulos. Ambos formaban el llamado “voto bronca”.

Era normal encontrarse en las urnas de aquel octubre de 2001 con un recorte de Clemente, el legendario personaje de Caloi que no tenía manos, que se había convertido en el más claro desprecio a la corrupción.

La suma de los votos en blanco y nulos llegó al 25% en esos comicios legislativos que significaron la derrota de la Alianza de Fernando de la Rúa. Fueron casi 2 millones de votos “castigo” en la provincia de Buenos Aires, sobre un total de 7 millones de personas que participaron de los comicios.

Algo similar ocurrió en los principales distritos del país: el “voto bronca” superó el medio millón en la CABA y registró más de 700.000 en la provincia de Santa Fe. Ese escenario era la antesala de lo que sería la gran crisis económica e institucional de diciembre de 2001.

Refiriéndose a las diferencias con ese entonces, Fornoni percibe que “la gente no está pensando en ‘que se vayan todos’”.

“Creo que está reclamando que los dirigentes políticos se pongan de acuerdo para solucionar esta situación en la que estamos metidos. No da para que se vayan todos. Los votantes de esos espacios tradicionales nos dicen: ‘que se pongan de acuerdo para gobernar y sacarnos de acá’”, consideró la politóloga.

 

Realidad “desesperanzadora”

En tanto, Julián Zicari, investigador del Conicet que se especializó en la crisis de 2001, difiere de la opinión de Fornoni y advierte que tanto el voto en blanco como la baja participación electoral y la irrupción de Javier Milei, pueden ser protagonistas en las elecciones nacionales como catalizadores del “voto bronca” que genera la crisis económica actual. “No atravesamos una situación tan extrema como en 2001, pero todavía este ciclo económico, social y político no está cerrado. Esto seguirá avanzando y pueden vivirse situaciones complicadas de acá a fin de año. En este contexto, el voto en blanco es una señal: la sociedad expresa su bronca de alguna manera”.

Zicari sostiene que, pese a la gran cantidad de precandidatos a presidente, la oferta electoral mantiene propuestas desesperanzadoras ante lo que puede pasar después de las elecciones.

“Los candidatos están prometiendo un pasaje al infierno: ninguno te dice que vamos a estar mejor, que vamos a bajar la pobreza. Ningún candidato puede prometer que vamos a estar mejor el año que viene. Los salarios y el poder adquisitivo volverán a caer en 2024, gane quien gane, por séptimo año consecutivo. En un panorama tan desesperanzador es lógico que la gente no quiera ir a votar o quiera expresar su descontento”, analizó el autor del libro Camino al colapso, cómo llegamos los argentinos al 2001.

Como describieron los expertos, la baja participación electoral es otro de los fenómenos que muestra el malestar social con los dirigentes políticos. En esa misma línea, la cantidad de electores bajó en las provincias que celebraron elecciones en 2023 en comparación con 2019, según un relevamiento que publicó Infobae.

Los porcentajes de participación bajaron y se ubican entre el 68% y el 77% de los votantes de esos distritos. La caída superó el 10% en Misiones, y el 5% en el caso de San Juan, Río Negro y Jujuy.

 

Ignorancia política, indiferencia y desilusión en el electorado

Los pueblos, por falta de educación cívica y política, se dejan arrastrar por cantos de sirena y rara vez reaccionan ante los políticos que intentan continuamente resurgir y aferrarse al poder absoluto, totalitario o populista, una de las tentaciones más enraizadas entre las ambiciones humanas.

Así, las masas despersonalizadas y enardecidas por la ilusión de que “ahora sí vamos a arreglarlo todo”, votan convencidas de que “el malo conocido” es mucho mejor que el “bueno por conocer”. O al revés.

Desconociendo las posibilidades que tienen los ciudadanos de cambiar esa situación, al final se vota por quienes manipulan a los más vulnerables, o a los que se presentan como mesías ofreciendo una utopía ilusionista.

Por más que el sufragio en blanco –que no se debe confundir con el voto anulado porque no tiene el mismo valor– sea una herramienta válida que puede usar la ciudadanía para expresar su descontento, al final resulta ser nocivo para la democracia, por cuanto esquiva la posibilidad de optar por alguien que no es el “menos malo”, sino el más preparado para gobernar, por quien cuente con un equipo solvente para aportar soluciones.

En las encuestas acerca del conocimiento de los candidatos, es frecuente que la respuesta “no sabe, no contesta” tenga un alto porcentaje.

De esta manera, la ignorancia política, producto de la extendida indiferencia ciudadana ante las propias responsabilidades respecto de la conducción y el futuro del país, permite que se instalen creencias erróneas acerca del funcionamiento democrático y de los derechos y deberes a la hora de votar.

Un voto es una opinión y si no se cumple con él se pierde el derecho a la queja. Es el modo en que un ciudadano cumple con su deber de votar y ejerciendo el derecho de hacerlo, emite un mensaje directo.

Pero claro, tampoco es lógico pedirles a quienes ya han perdido la esperanza en la política y en los políticos que analicen cada candidato y cada programa de gobierno. Y de esa desesperanza nace el ya conocido “ningún candidato me representa, no creo en la promesa de ninguno”. Es una forma de expresar que se está harto de la absoluta indiferencia ante los problemas y pesares, de la desidia ante el estado de la sociedad que debe soportar la pobreza, el hambre, la pésima educación, el deplorable sistema de salud y la creciente inseguridad.

No es un voto contra alguien, sino un voto por nadie, porque para quien no tiene ninguna esperanza lo que hay como opción es nadie. Aunque esa no es la realidad, porque la tan cuestionada política también puede ofrecer opciones mejores.

En la Argentina el voto castigo ya se ha ejercido demasiadas veces sin ningún resultado. Los castigados siguieron siempre ahí, sus sucesores fueron –con buenas razones– los próximos castigados y al final el único verdaderamente castigado por aquellos a quienes votó fue el emisor del voto castigo.