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Acuerdos y desacuerdos, los peligros de la lucha en el barro

01 de julio, 2019 - 07:11

La firma del acuerdo Unión Europea-Mercosur, a pesar de ser previsible, esperada, fruto de 20 años de trabajo –y por eso mismo rara avis en la historia Argentina-, volvió a poner en escena conductas lamentables y pavorosas.

Decimos rara avis porque, como consecución de una labor elaborada durante dos décadas, mostraría que es un atisbo de política de Estado, es decir, una idea de largo plazo y para el bien común que excede turnos de gobierno y aspiraciones personales. Y ese tipo de políticas brillan por su ausencia en un país en que cada grupo se considera fundacional y termina siendo “fundicional”, dejando inevitablemente el poder cuando el país está fundido.

El 19 de marzo de 2014, Cristina Fernández de Kirchner posteó en su cuenta de twitter “Estamos muy esperanzados en avanzar las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur”. La imagen del posteo es de ella sentada junto a Francois Hollande (presidente de Francia entre 2012 y 2017), en París, obviamente en diálogo sobre el proceso de integración.

Sin embargo, conocida la firma, su cabeza de fórmula posteó “No queda claro cuáles serían los beneficios concretos para nuestro país. Pero sí queda claro cuáles serían los perjuicios para nuestra industria y el trabajo argentino. Un acuerdo así no genera nada para festejar sino muchos motivos para preocuparnos”. Llama la atención que la cara moderada del “proyecto” muestre su desagrado, máxime considerando que, en el currículum de Alberto, por ejemplo, puede leerse que se desempeñó durante años en la Ronda Uruguay del GATT, y que llegó a la alta política de la mano de Domingo Cavallo, un adalid del libre mercado.

Axel Kicillof, por su parte, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, remitió a un artículo de Bianco y Sternberg, donde se afirma “En definitiva, estamos ante la consumación en tiempo real de una tragedia histórica para las posibilidades de industrialización y desarrollo futuro de la Argentina, con consecuencias que serán irreversibles sobre el tejido industrial y sobre la posibilidad de generar empleo de calidad y bien remunerado en nuestro país. Sin embargo, Macri acelera y presiona para la firma del acuerdo con el objetivo de poder pasar el invierno y llegar con una "buena noticia" en el orden internacional a las elecciones de octubre”.

Tal vez para entender sirva el humor. Sebastián Borensztein escribió en Clarín una interpretación impresionante: “Antes que nada, destaquemos una buena del kirchnerismo. Pasaron 2.345 días desde el acuerdo con Irán (27/1/2013) y todavía no pudieron explicar qué corno quisieron hacer con eso. Sin embargo, el jueves se firmó el acuerdo Mercosur/Unión Europea y en sólo ocho horas toda la dirigencia K salió a contarnos la tragedia que significa para la Argentina. Se ve que los muchachos aprendieron y ahora son mucho más eficientes a la hora de explicar acuerdos internacionales. Bien por ellos”.

Mucho más prudentes estuvieron desde el lado de Lavagna y Urtubey. "Esperar a conocer la letra chica del acuerdo", fue la escueta respuesta, exenta de calificativos. Vale recordar que el candidato fue Negociador Jefe de los Acuerdos de Integración Argentina-Brasil en 1986 y 1987, durante el gobierno de Raúl Alfonsín. También fue Secretario de Industria y Comercio Exterior de la Nación en la misma gestión, y luego, entre 2000 y 2002, embajador extraordinario y plenipotenciario ante los organismos económicos internacionales y ante la Unión Europea, en Bruselas.

Es pavoroso que todas estas personas, pase lo que pase, vayan a estar involucradas en las futuras negociaciones. El acuerdo no es algo que se firmó y ya está, mágicamente tenemos libre comercio. Es un proceso de, en algunos aspectos como el automotor, más de una década. Y lo es porque queda claro que no razonarán desde el bien común, desde un destino que los supera, sino desde la grieta, desde la miseria política que embarra nuestra vida de manera insoslayable.

El acuerdo debe, por supuesto, ser tratado en el Congreso Nacional. De acuerdo al artículo 75 de la Constitución Nacional todo tratado que introduce normas de jerarquía superior a la legislación nacional en ciertas materias tiene ese destino.

Argentina produce, según se encargan siempre de resaltar, alimentos para 400 millones de personas, cifra que multiplica por 10 nuestra población. Necesita mercados para esos alimentos, y la UE representa el 24% del PBI mundial. Negociar con éxito implicaría encontrar esos mercados y garantizar un desarrollo futuro consistente.

Negociar desde el egoísmo, las chicanas y el prejuicio sería dejar pasar otro tren, que puede ser el último.