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El gobierno de Alberto Fernández y el mundo: pronóstico inestable

Alberto Fernández llega a la Rosada con un mundo convulsionado¿Qué mundo le espera al gobierno electo? ¿Qué podemos esperar?

30 de octubre, 2019 - 09:03

La llegada de Alberto Fernández al poder coincide con un proceso de transformación en ciernes de nuestra región. No sólo eso. Tendrá un mundo con características desfavorables y la necesidad de tener un pulso firme para pilotear las diversas tormentas que encontrará.

Lo primero que deberá resolver nuestro país es cómo abordar los cimbronazos de nuestros vecinos. Acostumbrados a una situación de péndulo, esta vez la región encarará el futuro con líderes cuestionados y sus sociedades con una gran vocación por demandar y pocos canales para hacerlo.

A la difícil situación de Chile, Bolivia, Ecuador y Perú debe sumársele la relación clave con Brasil y un presidente que ya marcó la cancha y se puso de la vereda de enfrente. Sortear las obvias diferencias con Bolsonaro es menester para proteger los intereses de nuestros productores y, considerando el largo plazo, fortalecer la región para pensar un nuevo y mejor institucionalismo latinoamericano. Comprometer ese objetivo es condenar al país. No hay futuro para países periféricos que eligen el ostracismo.

Alberto Fernández.

Será importante ver cómo la Argentina se posiciona respecto al problema venezolano y en especial al Grupo Lima; grupo en el cual tomó un papel protagónico en pos de sacar a Maduro del poder. Es muy probable que abandone dicha posición. El quid de la cuestión es ver si realiza un volantazo y se une con Bolivia en una postura destinada a salvaguardar la figura presidencial o toma una posición más moderada y pone la doctrina Estrada de México como rector de esta situación. Mucho de ello dependerá también de lo que suceda en Uruguay que también puede experimentar un cambio de su política exterior si el Frente Amplio pierde en el balotaje.

Sería inteligente proveer de una mirada autónoma que persiga resguardar a la región de intervenciones extranjeras y militares. Ello le cabe tanto a las posiciones de los Estados Unidos como a los no tan evidentes intereses chinos y de la Federación rusa.

En la misma línea, el mundo empieza a experimentar transformaciones centrífugas. Tanto en el área domestica como en la construcción de política exterior de las principales potencias. Se vienen tiempos de polarización y proteccionismo.

Donald Trump y Xi Jinping.

Hay que tomar en consideración que tanto Estados Unidos como China se encuentran en el inicio de una carrera tecnológica que demandará intenciones claras de sus potenciales consumidores. Ello implica, muchas veces, una expresión de lealtad. Nuestro país debe escapar de ese juego y ofrecer, en la medida de lo que le permitan, una visión equidistante y productiva. No será fácil porque la región debe acompañar y los intereses nacionales divergen fuertemente por estos lares.

Será un mundo con una economía con un muy leve crecimiento, casi estancada. Los países se cerrarán y las crisis de la globalización agudizarán los problemas al interior. A ello debe sumarse que los países petroleros están en una situación de conflictividad constante y hace tiempo. Si bien existe la voluntad de proteger la estabilidad del crudo, un crecimiento de la conflictividad entre Arabia Saudita e Irán (por sólo nombrar dos actores de los tantos involucrados) puede desencadenar un gravísimo problema que afecte la logística y con ello los precios.

En síntesis, lo que se ve en el horizonte es un frente de tormenta con expectativas de que allí permanezca por largo tiempo. Quedará en los dirigentes argentinos (en plural) tener la responsabilidad de navegar con prudencia resguardando los intereses de nuestro país. Ojalá lo logren.