Por Enrique Villalobo
24 Noviembre de 2024 - 08:30
El distanciamiento entre Javier Milei y Victoria Villarruel no es más que uno de los tantos episodios de las crisis que atraviesan nuestra rica historia política. Por eso es que seguramente esta vez tampoco va a pasar a mayores.
Se ha discutido y analizado cuál es el status de los vicepresidentes en la Argentina a la luz de las recurrentes crisis institucionales que se desatan entre los jefes de Estado y quienes los secundan en la fórmula presidencial.
Son muy pocos los casos en la historia constitucional del país en que no haya dado que hablar el tema.
Con el avance de las leyes electorales, lo que en un principio fue una elección separada, pues el colegio electoral votaba por separado al presidente y al vicepresidente, ahora con la elección directa de jefe de estado, el pueblo vota por una fórmula, es decir por los dos cargos.

Como la única forma de participar es a través de un partido político o frente integrado por varios se inscribe a los dos candidatos juntos.
Hasta aquí la parte formal de acuerdo a la Constitución Nacional y las leyes electorales. La conformación de la fórmula, es decir la designación de las dos personas que la conformarán es un asunto que compete al interior de las expresiones políticas.
Siempre se trata de que el segundo le sume al primero o que represente una fracción interna importante con el fin de sumar votos. En general, en los partidos llamados grandes se busca sumar dirigentes de la provincia de Buenos Aires que es el distrito que suma más votos.
Alfonsín vino del radicalismo bonaerense por eso buscó la compañía de un cordobés como Víctor Martínez, el riojano Carlos Menem sí sumo a un bonaerense como Eduardo Duhalde para su primer mandato y a Carlos Ruckauf para el segundo.
Néstor Kirchner se valió de Daniel Scioli porteño/bonaerense y Cristina primero soportó la imposición de Julio Cobos como vice y en el segundo mandato lo puso a Amado Boudou demostrando su poca habilidad para elegir compañías.
El caso de Fernando de la Rúa fue diferente porque no se privilegió el aporte territorial sino el costado político intentando amalgamar un peronismo antimenemista con un radicalismo conservador. Chacho Álvarez nunca cuajó y así nos fue, cuando pudo se escapó.

Y en ese caso sí terminó en una severa crisis institucional, pero no porque hubiera renunciado el vice sino por ineptitud del jefe de Estado y porque el peronismo buscó la forma de recuperar el poder.
Si recorremos la historia constitucional para atrás siempre veremos casos de renuncias, muertes durante el ejercicio del poder, pero nunca una destitución por juicio político.
El desalojo mediante golpes militares no se cuenta salvo el derrocamiento de Arturo Frondizi, cuyo vice, Alejandro Gómez, había renunciado y cuando fue detenido por los militares el presidente provisional del Senado, José María Guido, se apresuró y juró como primer mandatario ante la Corte Suprema.
No obstante, gobernó bajo una rígida tutela de las fuerzas armadas hasta que llamó a elecciones en julio de 1963 y entregó el gobierno a Arturo Illia.

Proyectos distintos
Javier Milei es un extraño ejemplar que se autopercibe liberal y libertario pero no tolera la mínima disidencia y marca un definido camino autoritario, por su parte Victoria Villarruel es una conservadora nítidamente nacionalista.
La Vicepresidente es posible que tenga un proyecto individual, se maneja en política de manera mucho más hábil y tiende puentes que le podrán ser beneficiosos en el futuro, quién sabe. Pero todo proceder que propicie el diálogo y la negociación a Milei le parece una traición, muy parecido al pensamiento kirchnerista en el que negociar era signo de debilidad.
Al parecer sigue imperando el precepto bíblico de "si no estás conmigo estás contra mí", eso no puede ser aplicable a la convivencia democrática de ningún modo por mas que lo diga quien los diga.

No están muy lejos los tiempos en que la presidente Cristina Kirchner le sacó el avión, le prohibió ir a la Casa Rosada y hasta le impidió a Julio Cobos ir al velorio de Néstor. Pero igual cuando ella se ausentaba no podía evitar que el mendocino la sustituyera en el cargo.
Igual va a pasar entre Milei y Villarruel, no se puede romper la institucionalidad sino es por una actitud violatoria de la Constitución como están queriendo muchos, como la diputada Lidia Lemoine y la jauría que se expresa en las redes con pocas luces y nada de criterio.
La vicepresidente no es un hueso blando, y no tiene la menor intención de renunciar porque dejaría un espacio que muchos ambicionan.
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