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Rosario, ¿una misión de paz en territorio propio?

La experiencia del Ejército en la misión de paz en Haití puede servir como alternativa de colaboración para frenar el avance del crimen organizado en esa ciudad santafesina

10 de marzo, 2023 - 08:02

Tenemos que empezar diciendo, como lo hemos repetido muchas veces, que la historia no se repite; pero como lo afirmaba el gran escritor norteamericano Mark Twain, sabe tener su propio ritmo. Y en este caso, me atrevo a agregar que éste es uno conocido, uno de tragicomedia. Y que, básicamente, se basa en dos cuestiones históricas.

La primera de ellas es que siempre que las papas queman, como en este caso, en la ciudad de Rosario o en cualquier otra que pueda presentarse una situación similar, se termina convocando al Ejército Argentino o las FF.AA., pero mayoritariamente a éste, porque es la fuerza terrestre por excelencia.

Esa es la primera conclusión. La segunda es, lamentablemente, una mala repetición, ya que cada vez que nuestras FF.AA. han sido empleadas lo han hecho con una preparación inadecuada. Les pasó en la década del 70, cuando se enfrentaron al terrorismo, que fueron sorprendidas. No estaban preparadas, después reaccionaron y lo hicieron, en gran medida, en forma inadecuada cometiendo excesos. Después tuvieron la movilización del 78 para la preparación para una guerra con Chile que no fue y, a posteriori, la Guerra de Malvinas, que sí fue.

En todas estas ocasiones se enfrentaron los conflictos señalados con una mala preparación, tanto desde el punto de vista del adiestramiento como del equipamiento. Simplemente pensemos cuál hubiera sido el resultado de la Guerra de Malvinas si en vez de tener solamente cinco misiles antibuque Exocet hubiéramos tenido una docena de ellos, o si nuestros submarinos hubieran estado todos en servicio y con sus sistemas de armas probados y funcionando.

Ahora, por suerte, no se trata de una guerra pero sí de un conflicto complicado, cual es la ausencia del control y hasta del ejercicio del monopolio de la violencia del Estado en una ciudad muy importante como es Rosario.

Tal cual lo hemos visto a través de los noticieros, ciudadanos comunes tomaron la justicia en sus propias manos ante la prolongada ausencia del Estado en proveerles un ambiente seguro, pacífico y estable para la convivencia.

Si analizamos los hechos, como lo venimos haciendo nosotros desde hace varios años, veríamos que lo que está en juego en Rosario es una lucha de lealtades. Por un lado, “los soldaditos“, esos adolescentes e incluso niños que reparten droga a cambio de recibir un estipendio y de consumir esa misma droga, los que le son leales al narcotraficante del barrio porque es éste quien maneja la violencia, el dinero, la ayuda social, etcétera. Y, por el otro está el Estado, que ha perdido su lealtad porque se ha ido, se ha retirado, porque “los narcos han ganado”, como dijo, tristemente, nuestro ministro de Seguridad.

Entonces, de lo que aquí se trata no es de combatir los efectos del narcotráfico sino atender las causas, y éstas apuntan a la presencia y a la legitimidad del Estado. Para que éste retome esa lealtad tiene que ser uno presente, no puede ser como hasta el momento uno ausente. Pero esa presencia –y acá vamos a dar una vuelta de tuerca– no puede ser la de un Estado bobo, de uno que haga mal las cosas.

Entramos, entonces, a lo que nos corresponde a los especialistas juzgar y para eso vamos de lo general a lo particular. Primero tenemos que analizar cuáles son las misiones que constitucionalmente e históricamente le hemos asignado a nuestras FF.AA. Como sabemos, hay un marco legal compuesto por la Ley de Defensa sancionada durante el gobierno de Raúl Alfonsín, la de Seguridad Interior durante el de Carlos Menem y de Inteligencia en el período de Fernando de la Rúa.

Lamentablemente ese marco legal no es coherente, pues las tres leyes se contradicen entre sí. Entonces aquí hay un primer problema, y como lo ha sostenido el general Martín Paleo, jefe del Estado Mayor de las FF.AA., si no se cambia mediante una nueva legislación no hay posibilidad de un empleo correcto de estas fuerzas en operaciones de seguridad interior.

Si bien lo que ha ordenado el Presidente de la Nación en su rol constitucional de comandante en jefe de las FF.AA., no es la ejecución de acciones policiales, es decir, de operaciones de seguridad, sino el desarrollo de tareas de apoyo a través de sus fuerzas de Ingenieros para mejorar la infraestructura de las villas de emergencia, no puede negarse que estamos entrando en una zona peligrosa, en una zona gris, por decirlo en forma simple.

¿Qué es lo que proponemos nosotros? Desde el conocimiento de este tema que lo venimos tratando desde hace muchos años, acá ha habido muchas voces, desde políticos que hablan de que la solución es la que está llevando adelante el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, a través de una tremenda mano dura contra todo tipo de delincuencia, hasta la propuesta de una extitular del Ministerio de Seguridad que le ha pedido una suerte de colaboración a nuestro máximo ídolo deportivo, Lionel Messi, para desarmar a las bandas narcotraficantes.

Como se ve, son dos posturas extremas que, como obviamente comprenderá el lector, no pueden conducir a nada bueno ni a una solución prudente del problema que tenemos entre manos.

Por eso es que nosotros, que hemos estudiado el problema, nos vamos a tomar el atrevimiento de sugerir algunas soluciones. A saber:

La primera es cambiar ese marco legal porque es incoherente, como ya lo explicamos, para lo cual está la política, que tendrá que lograr amplios consensos correspondientes, porque si no, esto no tiene posibilidades de salir bien.

Lo segundo es que las fuerzas militares, especialmente el Ejército, tienen que ser adiestradas y equipadas correctamente para esta tarea, porque no lo están. Básicamente no están para ninguna tarea seria, porque hace muchos años que sufren un deterioro en sus capacidades, producto de su caída del presupuesto, de sus salarios y de la importancia política que se les viene dando.

Lo tercero, es que las FF.AA. argentinas tienen una experiencia invalorable, que son sus misiones de paz, especialmente aquellas complejas como fue el caso de Haití. Allí estuvieron más de una década colaborando a mantener un ambiente estable, seguro y pacífico en el país más pobre del continente. Un lugar con muchas similitudes a las que presenta hoy el Gran Rosario, seguramente incluso más complejas. En ese particular ambiente, las fuerzas de paz argentinas hicieron las cosas bien y fueron reconocidas por ello. Ergo, debemos aprovechar esta experiencia disponible en su personal que participó de estas misiones.

Por supuesto que con estas sugerencias no alcanzan, ya que hacen falta soluciones integrales y no todas deben partir del Estado. Es muy importante que la parte sana de la comunidad como las iglesias, los clubes deportivos, hasta las denominadas “madres del paco” se involucre en la solución del problema.

Porque este no es un problema que se solucione sólo con presencia policial o con el uso de la violencia irrestricta. De lo que se trata es de recuperar las mentes y los corazones de los rosarinos, especialmente de los jóvenes.

Por lo tanto habrá que regresar a esos jóvenes a las aulas y al trabajo y los actuales planes sociales contemplan esa contraprestación. Muchos se preguntarán si esto se va a poder hacer y les decimos que seguramente sí. Obviamente, si está la decisión política de hacerlo, pues como solemos decir, si algo no está bien es porque no ha terminado y si no ha terminado es porque no estamos haciendo las cosas bien.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.