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Que no se doble ni se quiebre

Tras el resultado del Censo en cuanto a cantidad de habitantes, la representación de la Provincia de Buenos Aires en Diputados sería muy superior a la del resto de los estados y provocaría un desbalance político preocupante

22 de mayo, 2022 - 09:33

Entre los debates y reflexiones que han surgido a partir de los resultados que arrojará el Censo nacional 2022, aparece una vez más el desequilibrio demográfico entre el Conurbano bonaerense, la provincia de Buenos Aires y el resto de las provincias argentinas.

No es nuevo para nadie en el país la idea de que somos una nación macrocéfala, pues una gigantesca cabeza que se concentra en la ribera del Río de la Plata y un llamado interior con solo unos pocos polos de desarrollo y el resto aislado y empobrecido.

Si bien el desequilibrio se fue forjando desde el principio con las ventajas del puerto a partir de la creación del Virreinato, se reforzó con el tiempo con el libre comercio que se desarrollaba a través del puerto y la renta de la Aduana, una institución que surgió en épocas de la Colonia y persistió después de la Revolución de Mayo.

Hoy más del 40% de la población del país se concentra en la llamada Área Metropolitana de Buenos Aires, y separando la CABA de la provincia. Esta última tiene alrededor de 18.000.000 de habitantes de los cuales por lo menos 12 millones rodean a la Capital de la República. Este dato además de expresar una híper concentración poblacional con todas sus implicancias económicas, sociales y culturales, las tiene también políticas en cuanto al sistema representativo en las cámaras del Congreso Nacional.

Aún cuando hoy es casi mala palabra hablar de la función de diputados y senadores, por el creciente desprestigio de la función política, se debe destacar la desproporción numérica que hay en la Cámara baja, pues la provincia de Buenos Aires tiene 70 de los 257 diputados que hoy la integran.

Así, de acuerdo a lo que se espera dé la cifra definitiva del censo, la bancada bonaerense podría llegar a 100 legisladores.

Con la configuración actual, a la PBA le siguen muy de lejos en número la Ciudad Autónoma, con 25 bancas; Santa Fe con 19 y Córdoba con 18. Si se aplica el mismo criterio señalado a partir de ahora la capital del país quedaría con el mismo número y las otras dos provincias tendrían 4 y 6 diputados más. En el caso específico de Mendoza, que tiene 10 representantes, sumaría 4. En conjunto, además de las correcciones en otros distritos el total de legisladores aumentaría a 324.

Esta modificación solo es posible hacerla por una ley, aclarando que la que rige en la actualidad es el decreto ley N° 22847 emitido por el último presidente de la dictadura, Reynaldo Bignone, en 1983 poco antes de las elecciones que restauraron el sistema democrático, y según una antigua jurisprudencia de la Corte Suprema los decretos ley de los gobiernos de facto tienen el mismo rango de una ley sancionada por el Congreso y por lo tanto debe ser sancionada por una norma del mismo rango.

Pero el asunto que más preocupa a los políticos es que más diputados en el Congreso no sería una noticia simpática para la población en general dada la muy negativa imagen que proyecta la gestión política en general, además del cansancio y las penurias provocadas por la inflación y el deterioro constante de la calidad de vida.

Si bien es justo que el pueblo esté representado en forma equitativa, la enorme desigualdad entre las provincias deja a muchas de ellas con pocas posibilidades de que sus necesidades sean escuchadas y sus intereses atendidos, frente al enorme peso de la bancada bonaerense si ésta va a representar casi un tercio del pleno de la Cámara.

Esta desproporción ha sido históricamente fuente de graves conflictos, en los que Buenos Aires y las demás provincias se enfrentaron retrasando la conformación del Estado nacional durante décadas con consecuencias que todavía persisten.

En primer lugar, el contraste de riqueza y pobreza, pues la explotación ganadera y después la renta agrícola de la Pampa Húmeda concentró los mayores beneficios en torno al puerto, que si bien hoy ya no es primordial porque existen otras salidas a lo largo de la costa, excepto los puertos del Paraná, los más importantes están en la provincia más grande. Muestra de ello es la ya obsoleta red ferroviaria que no une al país si no que lo concentra en la gran ciudad.

La prosperidad junto al río con salida al mar y mirada hacia Europa generó una élite progresista sí, pero centralista y desconectada del resto del territorio, casi peyorativamente llamado por los porteños “el interior”. Mientras el aislamiento y la carencia de recursos -si los hay están mal explotados- generó primero una casta de caudillos conservadores, semifeudales, amos de la tierra y poco amigos de la democracia, herencia que aún padecen varias de las provincias.

Así es que desde el comienzo de la Argentina organizada con una Constitución, sufrió la separación de Buenos Aires de la Confederación durante una década. Si después hubo reunificación fue porque la poderosa provincia la impuso y fijó las condiciones tras vencer en el campo de batalla.

Así, la República estuvo unida para siempre, pero esa unión siguió siendo frágil y lo sigue siendo hasta hoy, porque si hoy está constituido el Estado nacional y todos lo reconocemos como tal, el enorme peso de Buenos Aires concentra tal poder que lo torna decisivo, a tal punto que gobernar esa provincia significa casi más poder que gobernar la Nación, y quien allí gana los votos puede influir en todo el país.

Por eso es que hay que buscar la forma para que a la larga no peligre el sentido de unión nacional que, aunque no parezca, está demasiado dañado.