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Para novedades, los clásicos

Una antigua frase de los romanos dice “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”, aunque eso solo significa que si un Estado no quiere ser atacado, debe exhibir un ejército fuerte

24 de febrero, 2023 - 08:22

Dicen que el poeta español Miguel de Unamuno dijo aquello de “Para novedades, los clásicos”. Y si lo dijo fue en relación a las letras, pero nosotros lo repetimos en relación con el viejo arte de la guerra. Especialmente cuando, hoy por hoy, pululan las novedades.

Si bien la tecnología ha estado siempre presente en este peculiar arte, a comienzos del Siglo XXI algunos creyeron que la misma pondría fin a la incertidumbre y a la fricción que caracterizaba a los asuntos militares desde sus mismos inicios.

Concretamente, se la llamó la evolución en asuntos militares (RMA por sus siglas en inglés) y es una teoría militar sobre el futuro de la guerra, conectada con recomendaciones tecnológicas y organizativas para la reforma militar.

 Originalmente esta teorización fue realizada por las fuerzas armadas soviéticas en las décadas de 1970/80, en particular por el mariscal Nikolai Ogarkov. Por su parte, los Estados Unidos, inicialmente, se interesaron en ella a través de Andrew Marshall, el jefe de la Oficina de Evaluación Neta, un grupo de expertos del Departamento de Defensa.

Eventualmente y con el tiempo, el interés en la RMA se tradujo en su incorporación a la estructura y a la doctrina de empleo de las futuras fuerzas armadas de EE.UU. de dispositivos de alta tecnología aplicada asitivos de alta tecnología aplicada a los distintos sistemas de armas.

Su victoria en la primera Guerra del Golfo de 1991 renovó el interés por ella. Según la opinión de sus defensores, el dominio estadounidense fue posible a través de una tecnología superior, especialmente en el guiado de las denominadas armas inteligentes y en la inteligencia artificial aplicada a la toma de decisiones. Esto llevó a muchos expertos a asumir que los modelos de guerra anteriores quedaban superados, ya que había ocurrido una especie de salto en la evolución de los asuntos militares.

Esta percepción se vio reforzada después de la guerra de Kosovo, en la que los Estados Unidos no perdieron ninguna vida en el conflicto y los medios aéreos y de inteligencia “inteligentes” habían transformado a la guerra en algo meramente virtual. E specíficamente, buscaron aumentar con las nuevas tecnologías el conocimiento de la posición de cada combatiente en el campo de combate, así como la del enemigo, para lograr una mayor letalidad, un mayor control del ritmo de las operaciones y de un mejor empleo de los fuegos a través de una mejor identificación amigo o enemigo.

En pocas palabras: todo lo que podía ser electrónicamente detecta-do, podía ser destruido.

Lamentablemente, luego de los ataques terroristas del 11S, los EE.UU. se vieron en la necesidad de combatir a un enemigo primitivo que, vistiendo prendas medievales y usando armas del siglo XX, los enfrentaba en un ambiente de montaña hostil en el que las armas de alta tecnología parecían no tener la eficacia prometida por sus fabricantes.

Así fue, y luego de 22 largos años de intervención militar en Afganistán, tras miles de muertos propios y de cientos de miles entre la población civil y, también, de un gasto sideral en dólares, las FF.AA. de los EE.UU. debieron abandonar esas tierras en forma calamitosa, con el agravante de no haber logrado casi ninguno de sus objetivos propuestos inicialmente.

Pese a ello, no fueron pocos los expertos que se quedaron enganchados, exclusivamente, con los beneficios de la RMA, entre los que no se puede descartar un fuerte impulso a determinadas industrias de la Defensa. Entre nosotros, hasta hubo ministros de esa cartera que afirmaron que ya no eran necesarios ni los tanques ni los cañones, ya que los ingenios de la RMA los habían rendido obsoletos. Por todo lo enunciado, hoy másque nunca, “Para novedades, los clásicos”. Por lo que no viene mal recordar lo que ellos dijeron respecto de ese negocio terrible llamado guerra, en el que las naciones y los hombres se juegan cada tanto su destino. Veamos: 1º) La guerra es la continuación de la política por otros medios. Así lo afirmó Carl von Clausewitz en su célebre frase para la posteridad.

La guerra nunca ha sido y nunca lo será una actividad independiente en sí misma. Una guerra que no sirva a fines políticos se transforma, en las propias palabras de Clausewitz en “una cosa sin sentido y sin objeto”.

2º) La guerra no es una actividad individual, sino una colectiva. Como es bien sabido, el todo puede ser más que la suma de sus partes. Sin embargo, bajo las condiciones erróneas, pueden ser incluso menos. Es por ello que factores tales como la cohesión, la disciplina, el espíritu de cuerpo, la calidad del liderazgo, etcétera, son muy importantes.

3º) La guerra es una actividad estratégica. Lo que significa que es librada por dos o más beligerantes, cada uno con su propósito libre y por sus propios objetivos, en la que todos tienen la vocación de interferir con los de los otros a la par de prevenir que le hagan a ellos lo mismo. Es en este carácter estratégico de la guerra el que se encuentra detrás de sus principios, tales como la iniciativa, el ataque, la defensa, la voluntad de vencer, la dispersión, la concentración, el mantenimiento del objetivo, la maniobra, la flexibilidad, la inteligencia, la seguridad y todo el resto.

4º) Es particularmente importante este aspecto en la relación entre la ofensiva y la defensiva. Como lo dice Clausewitz, hay dos razones por las cuales la segunda es más fuerte que la primera. La número 1, cuando más exitoso es un ataque y cuanto más se aleja de sus bases, se torna más vulnerable en sus comunicaciones. La número 2, hay un elemento temporal que, sea como sea, favorece a la defensa. Es el resultado del punto culminante en el cual la ofensiva, a menos que termine en una victoria, inevitablemente debe volverse defensiva. Todo esto fue verdad cuando la guerra fue hecha por primera vez hace miles años atrás con flechas y lanzas. Y esto mismo se va a seguir aplicando aun cuando sea librada por naves espaciales, volando en el espacio exterior y disparando rayos láser.

5º) Como toda actividad estratégica, la guerra es una actividad violenta. Cuando no hay violencia en juego puede que no sea propiamente una guerra, o que sólo lo sea en forma metafórica. Por ejemplo, una “guerra diplomática”, una “guerra económica”, una “guerra psicológica” y otras por el estilo. A la cabeza del carácter estratégico de la guerra estará siempre presente la violencia, que hace que sus dominios sean los del hambre, la sed, el frío, la fatiga, el sufrimiento, el peligro, el dolor, la muerte y, en no menor medida, los de la pena y el remordimiento. Esto requiere, de parte de quienes la libran y luchan en ella, cualidades como la fortuna, la determinación y la presencia de ánimo necesaria para soportar y salir triunfantes.

Finalmente, la máxima superior entre todas las clásicas que podríamos seguir citando es aquella que se repetían los buenos romanos: Si vis pacem para bellum (Si quieres la paz, prepárate para la guerra). Una tan conocida que no necesita traducción, pero que hemos dejado de cumplir hace ya bastante tiempo.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.