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¿Matan sólo las armas?

El debate en torno al control de armas ha crecido en Estados Unidos desde que el número de tiroteos masivos se ha multiplicado en esa nación, pero las recurrentes matanzas y los ataques terroristas en varios países demuestran que es falso el hecho de que restringir el uso de ellas entre gente de bien impide que delincuentes y terroristas cumplan su cometido

03 de junio, 2022 - 07:32

Así como los atentados de los días viernes, especialmente en mezquitas, fueron una moda y una constante en los países musulmanes durante la proclamada guerra contra el terrorismo, hoy han pasado a serlo los tiroteos masivos, los fines de semana, en shoppings y escuelas de los EE.UU.

En lo que va del año, sólo cinco meses, estos incidentes ya han producido 300 muertes. Fueron 41 en enero, 40 en febrero, 47 en marzo, 75 en abril, 75 en mayo y 4 en junio.

Como vemos una franca tendencia ascendente. Lo mismo si comparamos los últimos años, ya que los estudios indican que su frecuencia se ha triplicado desde 2011. Entre 1982 y 2011, por ejemplo, ocurría uno, aproximadamente, cada 200 días. Sin embargo, entre 2011 y 2014 esa tasa se aceleró, pasando a uno cada 64 días.

Pero fuera de toda estadística, en el último mes de mayo se produjeron dos tiroteos masivos. Uno en la escuela primaria de Ugalde, Tejas, que dejó a 19 niños y dos adultos muertos, y el de Buffalo, Nueva York, que se cobró la vida de 13 personas de raza negra, mientras que el primer día del corriente mes un tirador mató a cuatro personas en un hospital de Tulsa y acabó suicidándose,

La más remanida explicación al respecto, la que se repite machaconamente en los medios de comunicación social, es que todo eso ocurre porque los EE.UU. son un país en el que su población tiene un libre acceso a las armas garantizado por la segunda enmienda a su Constitución.

En pocas palabras, los responsables de tanta violencia armada no serían otras que las propias armas o su libre disponibilidad. Nos preguntamos si esto es tan así, cuanto que existen otros países, como el caso de Suiza, en el que la posesión de armas no sólo es libre, sino también obligatoria para toda persona en edad militar.

Al respecto, lo primero a considerar es que el derecho a poseer un arma y a usarla en nuestra defensa, en la de nuestros dependientes y en la de nuestro patrimonio es un derecho individual inalienable. Pues, como sostienen algunos politólogos, muchas veces el mejor indicio de que un gobierno se encamina hacia una dictadura es cuando comienza a limitar seriamente este derecho.

Lo segundo es que es falso el hecho de que restringir el acceso a las armas impida que las mismas caigan en las manos equivocadas, como lo prueban los recientes atentados terroristas en Francia y en Bélgica, dos países que tienen leyes muy restrictivas respecto de la tenencia de armas.

En pocas palabras, los intentos burocráticos de los Estados en limitar la posesión de armas de fuego solo logran dificultar su acceso para las personas de bien, mientras que la delincuencia y el terrorismo tienen sus bien aceitados circuitos para adquirirlas.

El colmo de estos sistemas fue el implementado por el ‘Programa Nacional de Entrega Voluntaria de Armas de Fuego’, creado en el año 2007 por la Ley 26.216, y que consistió en la entrega voluntaria y anónima de armas de fuego y municiones a cambio de un incentivo monetario. En la práctica, no fue otra cosa que un plan canje para los delincuentes que vendiendo sus viejas y mal habidas armas obtenían una mejor con el dinero recibido.

 

¿Qué son las armas en realidad?

Como tales, las armas no son otra cosa más que una herramienta para cumplir una tarea específica. En ese sentido, no se diferencian, por ejemplo, de un martillo, aunque por diversas razones históricas han sido consideradas algo más que eso. Veamos.

Las hay muy sencillas, como sería el caso de un facón, y hasta muy complejas, como un drone kamikaze. En un sentido amplio, prácticamente cualquier cosa es susceptible de convertirse en un arma, siempre y cuando sea usada con la finalidad de amenazar, herir o matar. Un caso emblemático fue el uso por parte de los terroristas de al Qaeda cuando estrellaron aviones comerciales contra las Torres Gemelas y el Pentágono en los atentados catastróficos del 11S.

Es más, hasta objetos inmateriales como las redes virtuales de la Internet se transforman en armas cuando son usadas para lanzar ataques cibernéticos contra instalaciones, como una central nuclear.

Pero algunas de las armas, especialmente las que han acompañado a héroes famosos a lo largo de sus campañas, han sido objeto de embellecimiento y de cariño por parte de sus poseedores y de sus admiradores. Pensemos, por ejemplo, en el famoso héroe castellano Ruiz Díaz de Vivar, mejor conocido como el Cid Campeador, quien bautizó ‘Tizona’ a su espada tras quitársela en la batalla de Valencia al rey Búcar de Marruecos.

También es conocido entre nosotros, los argentinos, el valor que le dio el general San Martín a su famoso sable corvo, un arma de origen turco que había adquirido él mismo en una tienda en Londres para su uso personal. Una que también serviría de modelo para equipar a sus granaderos a caballo, ya que su hoja ancha, pesada y con filo la hacía ideal para el sableo durante las cargas montadas a caballo.

Pero su interesante historia no termina allí. Sabemos que el prócer se la legó en su testamento al entonces gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas, pues, como se lee en la cláusula tercera de su testamento, "…El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sur le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla".

Estos hechos muestran que las armas no son solo herramientas. Son también símbolos de prestigio y de poder. Y, probablemente, sea esta condición de las armas una buena explicación de por qué tantos inadaptados en los EE.UU. las usan para enviar su trágico mensaje a una sociedad que no los contiene.

En ese sentido, vemos que en la mayoría de estos casos la violencia está a cargo de personas que no se sienten contenidas ni integradas en su comunidad. Desde los supremacistas blancos –como fue el caso del supermercado en Buffalo, Nueva York– que quieren impedir su “sustitución” por personas de otras razas o por personas con disfunciones sexuales –como fue el caso del adolescente en el pequeño pueblo de Ugalde, Texas– o de otro tipo, que ha motivado que hayan sido objeto del denominado “bullying”.

Como reza un proverbio africano: “Un niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemará su aldea para poder sentir ese calor”.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.