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Luis Molina, el gobernador que murió envenenado

El mandatario se caracterizó por impulsar el progreso de la provincia y participar del Acuerdo de San Nicolás. Molina y dos de sus amigos tuvieron una agonía dolorosa tras participar de una fatídica cena en una finca de Luján

19 de mayo, 2020 - 02:18

Hacía poco tiempo que Luis Molina había asumido la gobernación de la provincia tras renunciar su antecesor. El mandatario era un hombre que tenía muchos amigos pero también algunos enemigos políticos.

En septiembre de 1863 lo invitaron a una fiesta junto a otros importantes personajes de la época,  que se realizaría en una hacienda de Luján de Cuyo, a la que asistió. Unos días después el primer mandatario mendocino sucumbió por muerte natural. 

Pero el extraño fallecimiento de Molina coincidió con la muerte del coronel Ambrosio Sandes y del capitán Rodríguez casi al mismo tiempo, luego que los tres compartieran el gran agasajo. ¿Fue un magnicidio? Varias hipótesis así lo demuestran.

Gobernador por herencia

Luis Molina nació en Mendoza y fue bautizado el 13 de octubre de 1808 con el nombre de Luis Xavier Francisco de Borja. Sus padres fueron el destacado militar y político Pedro Molina y Manuela Videla.

Desde muy joven Luis actuó en política y llegó a ser funcionario. Además participó en el Acuerdo de San Nicolás junto a Pedro Pascual Segura, el 31 de mayo de 1852, y también fue legislador provincial.  

El 2 de enero de 1862, Molina asumió como gobernador interino de la provincia tras la renuncia de Juan de Dios Videla, y su mandato se caracterizó por el progreso de la provincia. 

Hizo cumplir las leyes constitucionales y sofocó la rebelión militar de Francisco Clavero, además de otros levantamientos, incluyendo el del Chacho Peñaloza.

Invitación a la muerte

En vísperas de la primavera de 1863, algunos funcionarios del gobierno provincial participaron de un suculento banquete con baile incluido, que se ofreció en la quinta de la familia Recuero, situada en Luján.

Una antigua casona típica de Luján de Cuyo similar a la que realizaron la fiesta en la que fue envenenado Molina.

Al evento concurrieron distinguidas familias con sus mejores atuendos, y también el gobernador Molina, quien fue la figura principal en esa fiesta que reunió a militares como el “indestructible” coronel uruguayo Ambrosio Sandes y otros camaradas, como el capitán Ramírez.

En la mesa, la carne asada y los platos criollos eran la principal comida y no podían faltar el vino y los postres. Además, la música estaba presente en la ocasión.

Al finalizar la comida llegó el baile y los invitados animaron la fiesta sin que decayera ni un solo momento. Finalizado el encuentro, Molina partió hacia la ciudad.

Al día siguiente, comenzó a sentirse mal y en un principio se pensó que se había excedido en la comida por sufrir agudos dolores estomacales, sin saber que sus amigos, el coronel Sandes y el capitán Rodríguez, habían corrido la misma suerte. 

Coronel Ambrosio de Sandes, uno de los tres amigos que fallecieron tras una comida.

En su casa, el gobernador estaba en cama y se profundizó su crisis gástrica. Además su semblante se desmejoró súbitamente, su cuerpo casi cadavérico tenía los ojos hundidos dentro de las órbitas, rodeadas de un círculo color violeta, y sus labios estaban secos. 

Todo era muy extraño y por eso llamaron al doctor Edmundo Day, quien dio un diagnostico reservadísimo. El médico británico estaba desconcertado al ver que los síntomas no eran los de un atracón sino de haber ingerido una sustancia venenosa, pero sus más allegados descartaron esa teoría porque Molina no tenía enemigos.

¿Envenenado por error?

En otro lugar de la ciudad, el coronel Sandes también se encontraba en grave estado en la quinta de Villanueva y tenía los mismos síntomas que el gobernador Molina: dolor de estómago, vómitos y un profundo deterioro corporal. 

Tiempo atrás, el militar había sido apuñalado y estaba recuperándose de la herida cuando acudió al banquete en Luján.

Sandes falleció el 15 de setiembre a las ocho de la noche, sin conocerse en un principio la causa de su deceso, y fue sepultado con los honores el día 17 por el Regimiento 1° y la Guardia Nacional al mando del coronel Augusto Segovia.

En Mendoza, gran parte de la población comenzó a sospechar de la muerte de Sandes y la vinculó a la enfermedad de Molina, quien estaba a punto de morir.

Tumba de Sandes en el cementerio de la Ciudad de Mendoza.

Unos días después de sepultado el militar, también Molina falleció. Todos los mendocinos quedaron estupefactos ante la noticia y a la jornada siguiente murió el capitán Ramírez con los mismos síntomas de ambos.

Desde ese momento no quedó ninguna duda de que los tres habían sido envenenados en el banquete. Aunque todo el mundo lo aseguró, sin que hubiera alguien que lo desmintiera, nunca se realizó una investigación de los tres homicidios. 

No caben dudas de que la muerte del gobernador fue un magnicidio, aunque la acción de los asesinos quedó impune.