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Los senderos que se bifurcan

En nuestro país lo que parece que va a andar bien siempre termina dividiéndose sin permitirnos saber cuál es la dirección que hay que tomar

26 de febrero, 2023 - 08:22

Echando una mirada a la vidriera irrespetuosa de la oferta electoral se puede observar con desazón que el destino de los argentinos va a seguir siendo manejado por quien sea coronado por la preferencia o por el descarte, con muchas posibilidades que se dé la segunda alternativa.

Mientras que desde el cuartel oficialista se declama el “éxito” de la tarea de Sergio Massa, o se lo condena como agente del imperialismo, se busca con desesperación un gesto de aceptación de Cristina o una patrulla perdida se envalentona junto a la figura presidencial; desde la otra orilla, los que se han animado a manifestar intenciones presidenciales se ven trabados por los gestos confusos y hasta altaneros de Mauricio Macri.

Es raro. Donde se espera el verticalismo esencial del peronismo, el silencio desespera a los que están acostumbrados a recibir órdenes y, al no haberlas, empiezan a atreverse y musitan algunas decisiones, pero, por supuesto, “ad referéndum” de lo que pueda llegar a decidir la jefa.

El aún quedo coro de los díscolos empezó a escucharse, quizá no tanto por un nuevo despertar de nuevas ideas como por el ambiente de desorden y anarquía que se huele en el ambiente.

Y lo más raro aún es que en la oposición, supuestamente horizontal y deliberativa, casi todos miran lo que va a hacer el expresidente Macri otorgándole el papel de gran elector –lo que a él le gusta y se lo cree– y demorando el surgimiento de precandidatos.

Y como casi todo en la vida política nacional está concentrado en lo que pase en CABA y el Conurbano y la provincia de Buenos Aires, pareciera que lo que ocurra allá va salvar o hundir al resto del país.

Lo peor es que puede ser cierto.

Las encuestas hierven y como un mecanismo de causa y efecto, recogen la opinión y las percepciones del público, y a su vez, al ser publicadas influyen en muchas personas a la hora de votar.

Acto supremo este último del que muy poco se puede anticipar por la imposibilidad de saber lo que hay en la cabeza y el corazón de esos miles que un domingo van a hacer cola a las escuelas con cara de resignación.

Desorientación, disconformidad y muy poca esperanza mueve a una masa de más de 20 millones de personas a elegir a ciegas entre personajes conocidos, advenedizos y supuestos redentores.

De muchos ellos ya se conoce su ineptitud y de los demás se sospecha de su honestidad.

Pero aún nadie habla de un plan económico real, posible, inteligente, que se presente al público como si fuera una receta y que explique los pasos, los efectos inmediatos, el esfuerzo necesario para que obtenga resultados, que se diga claramente qué parte va a tener que resignar cada sector, qué cosas  se van a poder exigir o no sin perjudicar a otros grupos sociales.

Lo más difícil de aceptar será cuánto tiempo se tardaría en poner las cosas mas o menos en su lugar y cuántos van a aceptar resignadamente que nunca alcanzarán a gozar de esa Argentina casi utópica.

Todo lo antedicho, soñado o realizado, siempre estará en un contexto demasiado frágil. Porque las figuras principales, sus lugartenientes y los miles de seguidores al fin y al cabo actúan movidos –no se sabe en qué porcentaje– por ideología, por intereses mezquinos o por vocación de servicio.

Pero en casi todas las opciones y muchas otras que aquí no se mencionan, la grieta, la dicotomía, el maniqueísmo o la percepción binaria de la vida hacen que la baja tolerancia al pensamiento diferente o a las ideas de otro hacen fracasar el resultado esperado.

En esto consistiría el contexto demasiado frágil contaminado por posiciones basadas en categorías que ya no están vigentes y opacando valores que siguen siendo permanentes.

Por eso es que lo que siempre parece que va a andar, que ahora sí este es el camino, después termina bifurcándose y no se sabe cuál es la dirección que hay que tomar.