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Las dos películas de una misma moneda

Si está en la decisión de las autoridades electas de la República de que están dadas las condiciones para que nuestras Fuerzas Armadas puedan ser empleadas en tareas de seguridad interior, se debe derogar tres leyes existentes y sancionar otras nuevas y coherentes con esa finalidad. De otra manera cualquier acción en ese sentido se traduciría, como es lógico, en un fracaso operacional

28 de octubre, 2022 - 07:38

Muchas veces la buena literatura y, aún, el buen cine son mejores analistas de la realidad que muchos tratados científicos. Especialmente cuando se trata de juzgar realidades complejas como es la de los conflictos armados internos.

En este caso se trata de dos películas viejas. Ambas famosas y galardonadas en su momento, pero con un mensaje contradictorio y hasta opuesto. Por un lado, tenemos a la producción ítalo-argelina de 1966 La batalla de Argel (La battaglia di Algeri), una película que trata de la guerra de Independencia de Argelia.

Fue dirigida por Gillo Pontecorvo, quien cuenta la historia de las peripecias de Ali La Pointe (Brahim Hadjadj), un ladronzuelo analfabeto con un largo historial delictivo que malvive en las calles de Argel.

Tras ser detenido por los paracaidistas del Ejército francés, contempla desde la ventana de su celda la ejecución de un preso vinculado al nacionalismo argelino. Este hecho le hace tomar conciencia de la opresión colonial francesa sobre su Patria y decide enrolarse, tras su fuga, en el Frente de Liberación Nacional.

La película, en su relato, abunda en los excesos cometidos por las fuerzas militares francesas, que apelan a la tortura y a las ejecuciones sumarias para detener la sedición destinada a lograr la independencia. Los que en un principio se revelan como muy eficientes y logran, por ejemplo, romper la huelga revolucionaria organizada por los rebeldes.

Por otro lado, tenemos a Consejo de Guerra (Breaker Morant), una película australiana de 1980 dirigida por Bruce Beresford, que trata sobre el consejo de guerra de 1902 conducido contra tres tenientes australianos al servicio del ejército británico, durante la Segunda Guerra Anglo-Boer, por el asesinato de seis rebeldes boer y de un sacerdote alemán.

La película se destaca por su exploración de las atrocidades en tiempos de guerra y que pueden ser cometidas por personas que parecen ser bastante normales. Muestra la paradoja en la que quedan encerrados los mandos bajos de un ejército cuando se les ordena ganar a cualquier costo y al margen de las leyes de la guerra.

 

Lecciones no aprendidas

Por supuesto que ambas películas despliegan entre líneas un mensaje político. Mientras que La batalla de Argel reconocía que la tortura y la muerte de civiles estaba entre las reglas de juego no escritas de los conflictos armados internos, Consejo de Guerra es terminante con su mensaje de que todo exceso se paga, aunque quienes los cobren sean unos burócratas hipócritas que hubieran incitado a cometerlos.

Lamentablemente, para la suerte de las armas argentinas, parece ser que los generales del Proceso Militar vieron y se inspiraron en la primera de ellas y no vieron o se olvidaron de las lecciones de la segunda.

De hecho, por aquellos años la denominada ‘Doctrina Francesa’ usada tanto en Argelia como en Indochina por las fuerzas militares francesas para reprimir sendas guerras por la independencia, fue el modelo adoptado por la conducción de las Fuerzas Armadas argentinas para luchar contra las organizaciones armadas en la década de los años 70, caracterizada por las acciones militares al margen o fuera de la ley en las que se privilegiaba una cierta operatividad por sobre el uso de instrumentos legales considerados muy lentos o inviables.

Todos conocemos el resultado de tales falsas asunciones. Una realidad, que con sus limitaciones, ha sido planteada por otra película. En este caso por la argentina “1985”.

Sin embargo, hoy son varias las voces que se alzan –seguramente con cierta razón- para emplear a las FF.AA. tanto en la represión del narcotráfico como en cuestiones vinculadas a nuestra seguridad interior, como sería el caso de la mal llamada cuestión mapuche. Al respecto, valgan las siguientes precisiones:

1º) El plexo legal que contempla estas acciones, vale decir el de las áreas de Defensa, la Seguridad y la Inteligencia, es contradictorio, ya que:

a) Para la Ley de Defensa el empleo de las fuerzas militares en cuestiones de seguridad interior es un medio vedado y sólo admite hacerlo cuando las fuerzas de seguridad están superadas y previa declaración o aprobación si lo hiciera el Poder Ejecutivo del estado de sitio por parte del Senado de la Nación.

b) Por su parte, la Ley de Seguridad Interior permite que las Fuerzas Armadas realicen operaciones de apoyo y logísticas a las fuerzas de seguridad y policiales en tiempos de paz y sin la necesidad de declarar el estado de sitio.

c) Ambas leyes prohíben que las Fuerzas Armadas se adiestren o se equipen para tareas de seguridad interior.

d) La Ley de Inteligencia excluye, taxativamente, a las FF.AA. de todas las actividades de inteligencia interior bajo cualquier circunstancia.

2º) Como vemos, el acatamiento de este marco legal vigente nos llevaría a permitir la intervención de nuestras FF.AA. ante circunstancias excepcionales, pero sin el equipamiento, el adiestramiento ni la inteligencia para poder hacerlo en forma eficiente. Esto se traduciría, como es lógico, en un fracaso operacional.

Las lecciones aprendidas de nuestro pasado no pueden ser más claras al respecto. Si está en la decisión de las autoridades electas de la República de que están dadas las condiciones para que nuestras FF.AA. puedan ser empleadas en tareas de seguridad interior, se debe derogar las tres leyes existentes y sancionar otras nuevas y coherentes con esa finalidad.

O en su defecto, derogar el DNU 727/06 (que ya había dejado sin efecto el expresidente Macri y fue nuevamente puesto en vigencia por el presidente Fernández mediante el DNU 571/2020), que limita totalmente el accionar de las Fuerzas Armadas.

Es más, si la aprobación parlamentaria para un nuevo marco legal se consiguiera, se debería avanzar en lo que se relaciona con el adiestramiento y el equipamiento de esas fuerzas, porque una conclusión adecuada consistiría en citar a un viejo adagio inglés que dice que “las guerras se ganan en los preparativos”.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.