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La vidriera irrespetuosa

Por lo que se está viendo no hay muchas esperanzas a las que aferrarse, pero de lo que somos conscientes es que así como están las cosas no pueden continuar por mucho tiempo más.

29 de enero, 2023 - 08:40

Con el dólar a pocos pasos de alcanzar la premonición de García Moritán de 400 pesos, la inflación encorsetada por el INDEC en más de 95% y anuncios de más aumentos en energía, alquileres y combustibles, las preocupaciones centrales de la dirigencia nacional pasan muy lejos de los dramas de la gente.

Mientras en el Frente de Todos aumenta la presión interna por la rivalidad absurda entre el kirchnerismo duro y un albertismo difuso que aparece como el más concreto intento de lanzarse a una reelección irreal, la oposición se ha convertido en una danza de ambiciones por asegurarse una candidatura que consideran destinada al triunfo.

Por lo que se está viendo no hay muchas esperanzas a las que aferrarse, pero de lo que somos conscientes es que así como están las cosas no pueden continuar por mucho tiempo más.

Seguramente esta afirmación la hemos escuchado desde que hay memoria, aserto al que siempre se le agregaba que la Argentina se puede salvar con una cosecha y listo.

Claro, hasta que venía el próximo gobierno con sus consiguientes torpezas y maldades para echarlo todo abajo y refundar la Patria con promesas y la ayuda de esa esperada cosecha.

Sin embargo, ahora nada es igual y nada es mejor.

Real y concreto es que con un índice de pobreza e indigencia que incluye a la mitad de los que habitan el suelo argentino, una moneda que se le escurre entre los dedos a los que apenas llegan a tenerla y un pernicioso descreimiento de lo que pueden hacer la política y el sistema democrático. Algo que puede tornarse muy peligroso.

La promesa peronista de construir un país en el que la felicidad sea accesible para los trabajadores y sus familias en una patria socialmente justa, políticamente libre y económicamente soberana a ojos vista no se ha cumplido.

Pero no son los únicos que le fallaron a la gente, porque con los derechos que garantiza la democracia, imprescindibles por supuesto, como el sufragio, la libertad de pensamiento y expresión, entre muchos otros, no se terminó conformando un país y una sociedad como algunos soñaron.

Hoy la mentira es lenguaje habitual de una parte del oficialismo que insiste en machacar con la proscripción de Cristina para presentarse en elecciones, un peligroso recurso que puede llevar a que se intente desconocer un resultado electoral.

Más aún si ante un ataque directo a la máxima expresión de la Justicia, como es la Corte Suprema, con la clara intención de eliminarla, qué cabe pensar ante una posible desobediencia lisa y llana de un fallo del Tribunal Electoral.

Es decir, desconocer la derrota en las urnas si esa situación se produjera.

El kirchnerismo está en retroceso pero no está vencido políticamente, y un ejército en retirada puede ser muy peligroso porque no tiene nada que perder y solo le queda ir por todo o nada sin medir las consecuencias.

Entonces es el peronismo que debe hacer su propio trabajo de limpieza interna y de renovación política.

El tema de la revolución de la patria grande, el socialismo del siglo XXI y los pibes para la liberación ha quedado vetusto, pero no aparecen ideas superadoras, solo algunos atisbos de buen criterio y sentido común parecen surgir en medio de una región alterada, empobrecida y dispersa como es hoy América latina.

Los pibes que Cristina y Néstor creían haber redimido y rescatado para la política, ahora están siendo captados por un personaje como Javier Milei, que se percibe como un nuevo restaurador, un guardián de la ética y el arcángel castigador.

Sujetos de talante parecido han dejado huellas muy dolorosas esgrimiendo ideas supuestamente superadoras que han terminado en tragedias.

Quizá no sean necesarias grandes ideas sino algo de pragmatismo justo y equitativo para no perjudicar a nadie y dar a cada uno lo suyo, que no debe ser tan difícil siendo que países con muchos menos recursos materiales que la Argentina lo logran medianamente.

Quedan pocos meses para reflexionar y no caer nuevamente en esa trampa del destino de la que parece que nunca podemos escapar: volver a la vidriera irrespetuosa del cambalache donde se ha mezclado todo.