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La patria sin cabeza

Los peronistas admiten un solo jefe reinante al que solo se lo escucha y acata, y nunca en su historia armó una sucesión organizada y respetable

11 de diciembre, 2022 - 09:10

El deterioro de la calidad de la política en la Argentina está llevando al país a uno de los peores momentos de su historia.

Justo cuando la recuperación de la democracia está cercana a cumplir 40 años, y frente a los datos de la realidad que muestran la penosa agonía de pobreza e indigencia, el semillero de la política del que deberían salir los dirigentes y gobernantes solo muestra un angustiante vacío.

Por un lado la mediocridad de la oposición y la falta de convicción ante una cierta posibilidad de llegar al gobierno a partir del 10 de diciembre de 2023, nos deja un panorama preocupante si todavía creemos que alguien tiene realmente la intención de cambiar el rumbo de esta atribulada nación.

No es normal que en un Estado que se dice organizado sea solo uno de sus poderes el que intente y apenas logre dar una noción de orden o de cómo tendrían que hacerse las cosas, con criterio y probidad.

Mientras que los otros dos muestran, cuando no la incapacidad de resolver –como es el caso del Legislativo– un total estado de incapacidad cercano a la muerte civil como es el Ejecutivo.    

Y por si fuera poco, ese órgano extrapoder que es la vicepresidencia no solamente incumple con la acotada función que le otorga la Constitución, si no que es usado como plataforma de un sesgado interés político y personal de quien ostenta el cargo.

A partir de la lectura del fallo en primera instancia que condenó a Cristina de Kirchner, y de su aparente renunciamiento a continuar participando de la política de cargos electivos, la desorientación y el caos empezó a reinar en el peronismo.

El partido a cuyo cargo está la conducción del Estado argentino, está en un antinatural -para él- estado deliberativo.

El peronismo no se concibe sin una conducción vertical, de neto corte militar como tal vez lo concibió su fundador, pero aún así en los cuarteles hay una pirámide de mandos pensada para sustituir a la cabeza mediante un sistema de ascensos.

Los peronistas admiten un solo jefe reinante al que solo se lo escucha y acata, y que nunca en su historia organizó una sucesión organizada y respetable.

Perón impidió que su segunda esposa, Eva Duarte, lo acompañara en las elecciones para su segundo mandato en 1952, por presiones de su entorno.

En la tercera presidencia sí armó formula con su tercera esposa, María Estela Martínez; al poco tiempo el general murió y la sucesión de la jefatura del país y del movimiento terminó en lo que todos conocemos.

El intento de una formalidad democrática interna llevada adelante por el grupo encabezado por Antonio Cafiero fue rápidamente arrasado por el aluvión del caudillismo menemista, y así el peronismo retomó el camino de la verticalidad.

Quizá lleve un tiempo que surja un nuevo liderazgo. Por ahora solo son capitanejos que podrían empezar a pelear por el poder en cualquier momento que huelan el vacío, si es que esto realmente ocurre, y no hay otro espasmo que contradiga el anuncio difundido el martes 6 a la noche desde la presidencia del Senado.

Si nos atenemos a las palabras al no presentarse Cristina como candidata a algún cargo, no significa que vaya a resignar inmediatamente su mandato, sobre todo lo que huela a peronismo y por último, igual que en 2019 cuando inventó un presidente, este 2023 se dedique a armar las listas electorales del Frente de todos o lo que quede en su lugar.

Como el temor reverencial no es sonso, todavía nadie se atreve a enfrentar los gritos que podría desatar alguna propuesta electoral que no le guste.

Entonces, quizá, si se repite constantemente en todos lados que un día dijo que no iba a participar más, puede ser que Cristina se sienta obligada a confirmarlo para demostrar que es persona de una sola palabra. O por el contrario, afirmar que su renunciamiento es la aspiración del poder concentrado, negar haberlo dicho y culpar a los medios por difundir tanta mentira.