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Haz lo que te digo, pero no lo que yo hago

Los dirigentes políticos y militares estadounidenses que nos visitan no deberían caer en el viejo error de pretender ordenarles a otros lo que deben hacer en nombre de principios que ellos mismos no respetan

06 de mayo, 2022 - 07:39

En una entrevista a la general estadounidense Laura Richards, a cargo del Comando Sur de los Estados Unidos, durante su reciente visita a la Argentina, afirmó: “Me preocupa la estación espacial de China en la provincia de Neuquén”. Pero, concretamente, ¿qué sabemos los argentinos sobre esa tan famosa base?

Para empezar, la Estación de Espacio Lejano es una instalación terrena perteneciente a la Administración Espacial Nacional China y que se encuentra ubicada en la Bajada del Agrio, Neuquén, la que forma parte de la Red de Espacio Profundo de China y tiene por finalidad comunicarse con los vuelos espaciales a cargo de la Agencia Nacional China de Lanzamiento, Seguimiento y Control General de Satélites. La misma se compone de una única antena de 35 metros de diámetro.

Para seguir, también hay que admitir que el proyecto fue aprobado durante la presidencia de Cristina Kirchner, pero fue bajo la presidencia de Mauricio Macri que el plan para su instalación fue ratificado, con el importante agregado de un anexo que dice, expresamente, que la estación no podrá ser empleada para fines militares sino pacíficos.

Actualmente, su funcionamiento es duramente criticado por distintos sectores políticos bajo la sospecha de su eventual uso militar, ya que la agencia que administra la base depende, en forma directa, del Ministerio de Defensa chino, aunque personal argentino de la CONAE tiene un acceso regulado a las instalaciones de la base y ha desmentido tal posibilidad.

Pese a estas sospechas, no debemos confundir –desde lo técnico–  esta instalación con una estación de vigilancia satelital como de las que disponen los EE.UU., por ejemplo, en Pine Gap (Australia), que sí están dedicadas a la inteligencia de señales de comunicaciones o SIGINT (Inteligencia de señales). 

Ella trabaja en el marco del programa ECHELON, una red que es la mayor en su tipo y que está dedicada al espionaje y al análisis de las comunicaciones electrónicas de todo tipo, pues puede capturar comunicaciones por radio y satélite, llamadas de teléfono, faxes y correos electrónicos en casi todo el mundo, e incluye análisis automático y clasificación de las interceptaciones. 
La misma es controlada por la comunidad UKUSA (EE.UU., Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), y se sabe, por ejemplo, que ha tenido activa participación en la escucha a famosas figuras como Angela Merkel y Dilma Rousseff, las que presentaron quejas al respecto.

Incluso para un neófito la simple comparación de los campos de antena de la estación china en Neuquén con la norteamericana en Australia muestran grandes diferencias. Mientras que la primera solo se trata de una sola antena, en la segunda se verifican más de 30 radomos que contienen distintas antenas que le permiten operar en un variado rango de frecuencias de comunicaciones.
Otra constatación interesante surge de comparar la instalación de rastreo china con la muy similar a la utilizada en la Estación de Malargüe por la red ESTRACK, de la Agencia Espacial Europea y de la cual Gran Bretaña forma parte.

Pero entonces, ¿a qué responden las preocupaciones de las autoridades militares de los EE.UU.? Veamos qué es lo que ellos mismos dicen. 

Por ejemplo, deducen que la invasión de Rusia a Ucrania “es en muchos sentidos más grande que Rusia, es más grande que Ucrania”, tal como lo declaró el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Ned Price. 

Estas declaraciones nos orientan sobre las intenciones militares de los EE.UU. respecto a nuestra región. Tomemos como ejemplo a Cuba, la que lleva 60 años bajo un embargo estadounidense. Si bien el régimen de partido único permanece y sigue reprimiendo a todos los disidentes, el embargo ha fracasado por 60 años bajo la administración de once presidentes de los EE.UU., mientras que los cubanos, al margen de sufrir graves consecuencias económicas, siguen siendo aplaudidos por sus esfuerzos humanitarios de enviar médicos a cualquier parte del mundo para ayudar en zonas de desastre.

Pero no solamente es Cuba. Los EE.UU. han impuesto duras sanciones a Venezuela y a Nicaragua por mantener regímenes a los que el país del Norte se opone. Aunque en un extraño giro de los acontecimientos, Washington ha anunciado que está dispuesto a volver a comprar crudo venezolano a los efectos de morigerar el embargo petrolero decretado contra Rusia. 

Al mismo tiempo, expertos en Defensa de EE.UU. están advirtiendo sobre la creciente participación de China en nuestra región. Se lamentan de que haya sido ese país el que ayudó a la región después de la crisis financiera de 2008 con inversiones que generaron empleos y ayudaron a reducir la pobreza. También, que hayan sido los rusos y los chinos quienes durante la pandemia, enviaron vacunas y otros insumos médicos. Concluyen que China es, ahora, el principal socio comercial de países como Brasil y Argentina.

Por ejemplo, Evan Ellis, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de los EE.UU., escribió un informe para el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales titulado ‘Preparing for Deterioration of the Latin America and Caribbean Strategic Environment’ (Preparándose para el deterioro del entorno estratégico de América Latina y el Caribe), que sugiere que EE.UU. no tiene los recursos para competir con China en inversiones y en ayudas a la región.

Para compensar ese déficit, Ellis aboga por una escalada militar agresiva de EE.UU. en la región, una ofensiva propagandística para desacreditar a cualquier gobierno amigo de China, “promoviendo movimientos de resistencia” contra la influencia china, rusa e iraní y, por supuesto, sanciones para los que se extravían.

Otro ejemplo de este punto de vista proviene del analista neoconservador –exasesor de George Bush Jr.– Robert Kagan, quien argumenta en la prestigiosa revista Foreign Affairs que los EE.UU. deberían aceptar su papel como potencia hegemónica mundial. Al respecto, argumenta que “un país militar, económica y culturalmente poderoso ejerce una influencia sobre otros estados por su mera presencia, de la misma manera que un cuerpo más grande en el espacio afecta el comportamiento de los cuerpos más pequeños a través de su atracción gravitacional”.

El problema para los EE.UU. es que desde el 11S, cuando iniciaron su guerra global contra el terrorismo islámico, fue China la que se acercó a los mercados y a los gobiernos de la región ofreciendo inversiones, créditos y tecnología bajo la forma del “capitalismo con características chinas”.

Volviendo a las declaraciones de los funcionarios del gobierno estadounidense es bueno rescatar lo que ellos mismos dicen: “Hay principios que están en juego aquí (…) Todos y cada uno de los países tienen el derecho soberano de determinar su propia política exterior, tienen el derecho soberano de determinar por sí mismos con quién elegirán asociarse en términos de sus alianzas, sus colaboraciones y hacia dónde quieren dirigir su mirada”.

Compartimos esas ideas. Por eso les pedimos a los dirigentes político/militares de los EE.UU. que nos visitan que no caigan en el viejo error de pretender ordenarle a otros lo que deben hacer en nombre de principios que ellos mismos no respetan.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.