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¿Hambre?

Argentina está en condiciones de expandir su producción agroalimentaria en más del 40% en los próximos diez años. Sin embargo, es necesario poner en valor su competitividad frente al mundo

27 de mayo, 2022 - 07:47

Uno de los mitos más manidos del progreso es que la humanidad ha dejado atrás la rémora de las hambrunas que cada tanto la azotaban, en su oscuro pasado, causando millones de muertos. Puede ser, pero no hay que irse muchos siglos atrás para encontrar algunos ejemplos. 

A saber, la hambruna de la URSS, en el invierno de 1932/33, que se produjo por una errónea política de colectivización de la agricultura impulsada por José Stalin y en la que se estima que perecieron unas 3,5 millones de personas. O la de Etiopía, a comienzos de la década de 1970, cuando una gran sequía, sumada a problemas políticos, la afectó y redujo la producción de alimentos en gran parte del país, generando la muerte de unos 300 mil etíopes. O la silenciada crisis alimentaria que afectó a España tras la posguerra de su Guerra Civil Española, por la que el español medio recibió solo el 66 % de las calorías necesarias.

Podríamos seguir, pero creemos que con los ejemplos mostrados alcanza y sobra. Una hambruna es una situación que se da cuando un país o zona geográfica no posee suficientes alimentos y recursos para proveer de alimentos a la población, elevando la tasa de mortalidad debido al hambre y a la desnutrición.

Situación que, como veremos, puede volver a repetirse, ya que según el ‘Proyecto Hambre Cero’ de las Naciones Unidas, alrededor de 24 mil personas mueren cada día de hambre o por causas relacionadas con el hambre. Teniendo en cuenta que el total de muertes diarias por cualquier causa es de aproximadamente 150 mil, las causadas por el hambre alcanzan el 16 % del total, y un 75% de los fallecidos son niños menores de cinco meses.

Pero, ¿por qué volver a preocuparse de esas cosas? ¿Acaso la Argentina no es un país en el que sobra y se tira la comida? Veamos.

Para empezar, ha sido el propio Banco Mundial quien ha encendido las alarmas, ya que afirma que el mundo enfrenta una “catástrofe humana" por una crisis alimentaria derivada de la invasión rusa a Ucrania, tal como lo dijo su presidente, David Malpass. En ese sentido, el Banco Mundial calcula que podría haber un salto “enorme" del 37% en los precios de los alimentos, lo que afectaría más a los pobres, quienes “comerán menos y tendrán menos dinero para cualquier otra cosa, como la educación".

Para seguir, otros expertos, como la Confederación Nacional de Cultivadores Directos Italianos (Coldiretti), que es la mayor asociación que representa y ayuda a la agricultura italiana, retruca que la guerra entre Rusia y Ucrania no afectará al abastecimiento de granos, ya que el precio del trigo ha caído un 9% en los últimos días tras el compromiso de la ONU de garantizar los envíos del bloqueado en Ucrania, la posibilidad de que India permita el cumplimiento de los contratos de venta ya estipulados a pesar de la veda a las exportaciones y un aumento de las cosechas en Rusia en un 2,6% hasta alcanzar los 84,7 millones de toneladas, de las cuales aproximadamente la mitad se destinan a la exportación (39 millones de toneladas). 

Por esto es que concluye resaltando la importancia de invertir en agricultura para reducir la dependencia del exterior y no someterse al chantaje alimentario.

 

Y por casa, ¿cómo andamos?

Refiriéndose a la situación de la Argentina en esta problemática, la economista Iris Speroni sostiene que “la rentabilidad de nuestro sector más dinámico, el agropecuario, no se reinvierte sino que se distrae a otros destinos. Las consecuencias de ese desvío de recursos es que la economía (el PBI) es menor a lo que podría ser. Dicho de otra manera, somos más pobres que lo necesario. No sólo los productores, sino todos nosotros como Nación y, como queda claro con todas las estadísticas, el pueblo de nuestra Nación”.

En tanto, Jorge Castro –otro experto, pero en Geopolítica– explica que una de las ventajas estratégicas fundamentales de la Argentina en el mundo de hoy es su alejamiento de las zonas en conflicto ubicadas en el corazón de Europa. Agrega que otro aspecto a considerar sobre la situación de la Argentina es que integra el espacio sudamericano, que es una región de paz sin conflictos territoriales, por lo que, concluye, tanto Brasil como la Argentina son los que tienen las mayores posibilidades de ofrecer una solución como los grandes productores mundiales de agroalimentos, por el hecho de que ambos conforman el único espacio agroalimentario del mundo que dispone de capacidad para expandir su producción más de 40% en los próximos diez años.

Para completar nuestra evaluación no podemos obviar los graves problemas políticos que atraviesa, hoy por hoy, nuestro país, el que evidencia carecer de un proyecto de Nación viable y que sea compartido por la masa de nuestras clases dirigentes. 

Sin embargo, hay un factor estructural insoslayable, cual es la competitividad argentina frente al mundo, cuyo potencial es excepcional y fue puesto de relieve por Federico Trucco, titular de Bioceres, una empresa argentina de biotecnología agropecuaria, quien ha afirmado que “la Argentina tiene una ecuación de valor en el proceso de transformación de activos agrícolas locales de nivel internacional que no tiene ningún otro país, cuya economía está fundada en el conocimiento avanzado, ni EE.UU., en California/Silicon Valley, ni Europa, ni Israel”.

Y para finalizar, como lo hacemos siempre, no podemos dejar de señalar el camino a seguir, que no es otro que reinvertir nuestras ganancias agropecuarias en mejorar la logística que lo sostiene con mejores ferrocarriles, caminos, puertos, silos, y la disposición de una flota fluvial y marítima. Esto, a la par de tomar las medidas jurídicas necesarias para reforzar la propiedad intelectual sobre semillas o agroquímicos que se desarrollan en la Argentina, para que seamos nosotros (el INTA y empresas privadas argentinas) sus dueños y evitar de esa forma el pago de patentes a compañías extranjeras.

También hace falta abaratar los costos del combustible, pues es un insumo básico para el campo, con el agravante de que somos productores. Lo mismo con la posibilidad de producir y exportar fertilizantes con la reactivación del proyecto Potasio Río Colorado, además de impulsar la fabricación de maquinaria agrícola.

Dicen que el gran fundador del Estado argentino, que fue el general Julio A. Roca, tenía una frase favorita y que era aquella que rezaba que “La Fortuna es una diosa esquiva, pero una que prefiere siempre a los audaces”. 

Espero que pronto encontremos a los dirigentes que tengan la audacia de soñar y de realizar un país grande y para todos.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.