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À la guerre comme à la guerre...

Si se analiza el desarrollo del enfrentamiento bélico originado por la invasión rusa a Ucrania, y sin conocer los planes de cada participante en la contienda, se lo puede comparar con una película de la que no entendemos su argumento y en la que ninguno de los protagonistas quiere perder

12 de mayo, 2023 - 07:45

À la guerre comme à la guerre es el título de una provocativa obra de la politóloga italiana Arianna Vedaschi, basada en un viejo proverbio galo que podría ser interpretado como que en la guerra es lícito hacer cualquier cosa menos perder.

Tal parece ser el caso del actual conflicto en desarrollo entre la Federación Rusa, no ya con Ucrania, sino con la OTAN, de la cual la primera es ya un miembro de facto de la poderosa organización militar occidental.

Para algunos, la denominada Operación Militar Especial rusa comenzó bajo el supuesto de una corta campaña a favor de Rusia. Tal fue la interpretación de la Agencia de Inteligencia Central (CIA, por sus siglas en inglés) que pareció verse confirmada con el empleo de una brigada de paracaidistas rusos para conquistar el aeropuerto de Antonov, muy cercano a la capital ucraniana de Kiev, que habría tenido por finalidad producir una rápida caída de su presidente, Volodomir Zelenski.

Como todos sabemos, eso no ocurrió. La acción tampoco fue seguida por un rápido avance mecanizado/blindado ruso sobre territorio ucraniano, al mejor estilo de los profundos ataques soviéticos, tras la batalla de Stalingrado, durante la Segunda Guerra Mundial.

Luego de más de un año de operaciones ininterrumpidas, con varias alternativas interesantes por parte de ambos bandos, es conveniente preguntarnos los por qué de estas cuestiones.

Lo primero que podríamos contestar y en forma de débito a la propia naturaleza de los conflictos armados, es que los mismos casi nunca se desarrollan como fueron previstos. Ya lo decía el gran Moltke, el Viejo, inventor de la planificación militar metódica: “Ningún plan sobrevive al primer contacto con el enemigo”.

Pero la respuesta, más allá de su vigencia, se queda corta a la hora de tratar de entender lo que está pasando y, lo que es más importante, lo que podría llegar a pasar.

Al respecto, tenemos que admitir que no conocemos los planes de campaña, tanto de los rusos como de los ucranianos, aunque podemos admitir que ambos deben parecerse mucho pues están diseñados por hombres de una misma cultura militar.

Se puede resumir la doctrina militar en dos grandes posturas básicas: la occidental, basada en Carl von Clausewitz, y la oriental, en Sun Tsu. La primera privilegia la batalla decisiva y las maniobras directas y rápidas, mientras que la segunda busca ganar sin librar batallas y las maniobras indirectas.

Se puede afirmar que la escuela rusa abreva en ambas escuelas, con el importante agregado de un fuerte componente irracional, tal como lo expresara el gran León Tolstói en su obra La guerra y la paz, atribuida a la melancolía del alma rusa.

 

Argumentos incomprensibles

Yendo a lo específico, y si vamos a creerle a los protagonistas, sabemos –por ejemplo– que el presidente de la Federación Rusa ha proclamado que sus objetivos de guerra son dos: primero, desmilitarizar a Ucrania, y segundo, desnazificarla. Por su parte, Ucrania ha repetido hasta el cansancio que el suyo es recuperar los territorios conquistados por Rusia, incluida la Península de Crimea, en 2014.

Si contraponemos ambos objetivos, tenemos como su resultante, ni más ni menos, el argumento de una película que estamos viendo y que no llegamos a comprender.

Por un lado, Rusia tiene un objetivo anti-fuerzas, que es destruir la mayor cantidad de fuerzas ucranianas; y por el otro, uno territorial por parte de Ucrania destinado a restablecer bajo su soberanía los territorios ocupados por Rusia.

Así analizado nos queda claro, por ejemplo, los por qué de la eterna batalla por una ciudad, aparentemente sin importancia estratégica, como Bahamut, con continuos contraataques ucranianos destinados a recuperarla y con la denominada “picadora de carne” rusa montada para el exterminio sistemático de esos intentos.

Eso, de paso, también ayuda a entender las acciones operativas de ambos. Mientras las fuerzas armadas ucranianas están desesperadas por contar con blindados, ya sea tanques y/o vehículos de combate para la Infantería, es decir y en otras palabras, armas ofensivas, las rusas, en tanto, privilegian aquellas destinadas a brindar apoyo de fuego como la artillería -tanto con cañones como con cohetes- y los ataques aéreos.

 

No está dicha la última palabra

Llegado a este punto, nos deberíamos preguntar quién tiene más posibilidades de ganar, ya que como se deduce hemos entrado en una guerra de desgaste. La respuesta sencilla es: quien pueda permanecer más tiempo parado en el centro del ring.

Como lo venimos siguiendo, Ucrania no puede ganar esta partida y, difícilmente, Rusia pueda perderla. Lo que no significa que la última palabra está dicha pues, como repetimos siempre, la guerra es un fenómeno paradójico y no lineal.

El factor determinante que juega a favor de Rusia y en contra de Ucrania no es bélico, es de carácter industrial. Vamos a explicarlo. Tras más de un año de operaciones, hace rato que todo tipo de material que ambos bandos tenían en reserva, ya sea hombres, equipos y municiones, ha sido consumido con creces. Lo que implica que ellos deben estar siendo abastecidos de alguna forma u otra.

Como sabemos, Ucrania cuenta con el inestimable apoyo de la OTAN. No sólo para procurarse equipos militares y munición, sino también combatientes. Pero frente a la vastedad de recursos rusos, resultan insuficientes.

Para empezar, está el tema de los recursos humanos, en los que Rusia aventaja por el volumen de su población, claramente, a Ucrania, aún con la adición de los mercenarios que la apoyan y que son originarios de otros países. Para seguir, está el tema del equipamiento militar, donde va quedando claro que no le está costando mucho a Rusia poner en pie de guerra su inmensa máquina de guerra heredera de la URSS, que supo fabricar miles de tanques y de aviones en sus mejores tiempos.

Y para terminar, está el tema de la munición, que estando vinculado al punto anterior, es de un carácter mucho más crítico dada la urgencia de su necesidad.

Al respecto, no son pocas las autoridades de Defensa occidentales que han admitido que su prolongado desarme los pone frente a la necesidad de recrear una industria bélica que desapareció, pero que les llevará años hacerlo.

Por eso, si empezamos con un lema galo, terminamos con uno romano: Si vis pacem para bellum (Si quieres la paz, prepárate para la guerra).

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.