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Geopolítica de los camiones

Hemos visto que la pandemia ha provocado cambios en muchas actividades y la del transporte es una de ellas. En el caso del Paso Libertadores, además de revisar las normas de controles para no complicar el tránsito de mercaderías entre nuestro país y Chile, se debería volver a estudiar el regreso del Trasandino

11 de febrero, 2022 - 08:03

Desde un principio de la pandemia estaba claro que desataría varias crisis pues en una de gran magnitud hay varias que pugnan por salir. Algunas eran ya viejas y conocidas nuestras, las que sólo fueron incentivadas por la llegada del COVID-19, y otras son nuevas de las que no teníamos noticia de su existencia.

La reacción inicial de la gran mayoría de los Estados ante ella fue la de apelar a la milenaria medida de la cuarentena. Parecía una reacción de sentido común y lo era. Pero su prolongación en el tiempo a la espera de la llegada de las vacunas salvadoras, trajo consecuencias nefastas. A saber:

1º) Gran parte de la población activa en cada sociedad dejó de realizar sus actividades habituales. Una porción importante de ella pasó a realizarlas desde sus hogares, fueran estas productivas o educativas.

2º) También hubo tareas, las denominadas esenciales, que necesitan de la presencialidad. Por ejemplo, los cajeros y los repositores de un supermercado, los servicios públicos como los de sanidad y los vinculados a la seguridad y los transportistas de todo tipo.

3º) Con el paso del tiempo, las medidas vinculadas con la cuarentena no se flexibilizaron. Ni aún con la llegada de las vacunas ni con su difusión en varias dosis, bastante mayoritaria pero no total, entre las distintas poblaciones del mundo.

4º) Los Estados respondieron en forma diversa y acorde a distintos criterios. Entre ellos se destacaron aquellos que optaron por cerrar sus fronteras a cal y canto, no sólo al turismo sino también a los transportistas.  Mientras, otros prefirieron medidas más laxas, sin que nadie sepa hoy con certeza cuál es la mejor forma. 

 

Impacto de las medidas

Fruto de la combinación de estas medidas, los diferentes modos de transporte fueron los más afectados. El primero en hacerlo fue el aéreo, con decenas de miles de vuelos cancelados. Pronto las industrias asociadas a éste, como la de la fabricación aeronáutica, las aerolíneas y las vinculadas al turismo sufrieron un duro impacto. 

La segunda en acusar recibo fue el transporte marítimo por una combinación de factores, como la falta de contenedores y de tripulaciones sanas. Aquí el daño fue más extenso, pues la masa de las cadenas de abastecimiento global se basan en este modo para el transporte de mercaderías. Por ejemplo, la Navidad pasada no todos podían poner sus regalos en el arbolito, tal como se lo advirtió la tienda global a Amazon a sus clientes. 

Finalmente, le ha llegado el turno al transporte terrestre, que es el responsable de la entrega puerta a puerta de la gran mayoría de bienes, entre los que se destacan los víveres y los combustibles, por lo que su impacto será el mayor de todos. 

El problema empezó a tomar forma a finales del año pasado, cuando Gran Bretaña sufrió la ausencia de una cantidad suficiente de camioneros para el funcionamiento de su red doméstica de abastecimiento, ya que muchos de ellos provienen de Europa del Este. Pero se atribuyó al Brexit la razón de este inconveniente y no se le dio mayor importancia.

Posteriormente, una huelga generalizada de camioneros en países particularmente extensos, como Canadá, los EE.UU., Brasil y la Argentina, mostró que se trata de un problema extenso y complejo.

Tanto, que en el caso canadiense está produciendo protestas sociales que piden la renuncia de su primer ministro, Justin Trodeau, y no se descartan reacciones similares en los EE.UU. si no se encuentra pronto una solución al exceso de controles.

 

Las nuevas realidades

Al momento, el problema dista de tener visos de solución porque hay en ciernes una discusión de fondo sobre cómo seguir administrando la pandemia y sus consecuencias.

Por un lado, están aquellos países –como Canadá y Australia– que sostienen una postura dura respecto de la vacunación, la exigencia del pase sanitario y estrictos controles para el ingreso de extranjeros.

Y, por otro lado, están los que dan por superada la fase crítica de la pandemia y entienden que todas esas medidas pueden y deben ser flexibilizadas. 

A primera vista no hay una solución sencilla, porque se trata de distintas apreciaciones sobre cuestiones complejas. Por ejemplo, ¿cuán efectiva es la vacunación para evitar la expansión de la enfermedad.

Y en consecuencia, ¿a cuántas dosis, encierros y aislamientos más habrá que apelar para darla por superada? Es más, ¿alguna vez lo estará o tendremos que acostumbrarnos a vivir por siempre con sus consecuencias? 

Sin ser médico ni experto en esas cuestiones, puedo decir –desde el sentido común– que la vacunación es necesaria pero no ha sido la panacea que se nos prometió. Y como decían nuestras abuelas, “el remedio no puede ser peor que la enfermedad”, pues si por evitar todo tipo de contagio nos vamos a quedar sin insumos vitales como la comida y los víveres, creo que ha llegado el momento de adaptarse a las nuevas realidades. 

Por ejemplo, desde épocas recientes el comercio global se gobierna por el principio de “just in time”, por el cual cualquiera puede pedir y tener cualquier cosa en cualquier lugar, desde un ramo de rosas cultivado en Nairobi para el Día de la Madre en Nueva York o un Smartphone fabricado en Corea del Sur para un vecino de Catamarca. Por lo tanto habrá que salir de ese paradigma y volver a aquello de producir y consumir localmente mientras se pueda y con lo que se pueda.

Por supuesto que hay elementos esenciales que no se producen en todos lados, como determinados alimentos –especialmente los granos– y los combustibles, por lo que no nos quedará otra alternativa que transportarlos. Pero habrá que hacerlo de una forma más ágil y segura que como lo hemos venido haciendo.

Un ejemplo cercano lo tenemos en nuestro Paso Libertadores, el que se encuentra lejos de ser un paso integrado entre dos naciones que tienen una larga historia de relaciones bilaterales. Su infraestructura y sus vetustos protocolos ya no soportan el flujo de más de mil camiones por día. Mucho menos si le agregamos controles draconianos. 

Por supuesto, somos partidarios del regreso del ferrocarril, el del Trasandino en particular. Ya lo hemos explicado varias veces. Para este caso baste decir que una cosa es hacer PCRs a los mil camioneros que hacen el cruce todos los días y otra, mucho más sencilla, hacerlo a las dotaciones de dos trenes que pueden, muy bien, reemplazarlos.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.