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Esperando la resurrección

En casi todas las religiones, la ritualidad que religa a los creyentes consiste en evocar un hecho real o mítico que haga referencia al hecho principal y generalmente unificador de determinada creencia

16 de abril, 2022 - 17:29

En casi todas las religiones, la ritualidad que religa a los creyentes consiste en evocar a través de referencias concretas, expresadas oralmente, actos demostrativos o mediante la lectura de textos escritos, un hecho real o mítico que haga referencia al hecho principal y generalmente unificador de determinada creencia. Las llamadas “religiones del libro”, las que surgen a partir de la prédica del profeta Abraham durante su marcha desde Ur en la Mesopotamia para llegar a la Tierra Prometida, esto es judaísmo, cristianismo e islamismo quienes honran a un dios único recordando las épicas de quienes revelaron o recibieron el mensaje de su existencia.

Por estos días de abril, y siguiendo el antiguo calendario lunar o lunisolar, los cristianos celebran la resurrección de Jesucristo (Pascua), los judíos evocan la liberación de los hebreos de Egipto (Pesaj) y los musulmanes la primera revelación del Corán al profeta Mahoma (Ramadán). En una América latina de inmensa mayoría católica, los observantes consideran a la Pascua de Resurrección la oportunidad de comenzar una nueva vida espiritual renovando la fe en el mensaje del Mesías muerto y resucitado.

En la vida civil, y específicamente en el mundo político, la piedad de los creyentes no se replica en absoluto y, por el contrario, el aparente discurso conciliador y pacifista choca con la realidad de una constante pelea por porciones de poder o por beneficios materiales, o por ambas cosas que se potencias recíprocamente.

Lejos, muy lejos de las intenciones elevadas de los preceptos morales de solidaridad, caridad y armonía comunitaria que predican las religiones referidas, y en especial por el catolicismo, donde la mayoría doce abrevar, la Argentina se debate en un creciente estado de postración anímica en el que las pocas luces de algún triunfo pasajero generalmente surgen de la derrota del oponente y de la consiguiente humillación del contrario.

Con un Papa argentino por única vez en la Historia, el acuerdo y el entendimiento entre los argentinos está cada vez más fuera del alcance. Es que el mismo líder de la Iglesia Católica parece haber tomado parte en la lucha política e ideológica que enerva cada vez más a sus compatriotas. Y su figura, en lugar de templar los ánimos, divide y provoca frustración a quienes, aparte de la fe, esperan contención y comprensión en un sentido más universal.

El simbolismo de la resurrección, también implica la espera de algo mejor, de un cambio en la forma en que vivimos los argentinos, algo que nos modifique la percepción de que somos eternas víctimas y perdedores de un poder externo que se ha empeñado en jodernos la vida. Contradicciones permanentes de habernos creído los mejores y ahora caídos en desgracia, por supuesto siempre por culpa del otro o de los otros.

Claro que el cambio esperado no es un solo acontecimiento ni la obra de nadie en particular, porque en las pequeñas actitudes, en las mezquindades de todos los días y en el individualismo exacerbado, está en las actitudes individuales. Hoy percibimos una sociedad insolidaria en lo cotidiano, salvo rarísimas excepciones en que se acude en ayuda de los demás ante hechos conmocionantes, en la vida cotidiana la autoprotección raya en paranoia. Es obvio que motivos no faltan.

Aquí, por supuesto las culpas están repartidas, quizá como un juego de causa y efecto la realidad del conjunto influye en las actitudes individuales, que a su vez realimentan como causa y efecto al ámbito social. Este último concretado en la vida de la “polis”, en la ética con la que se desarrolla la actividad política, y más concretamente en la gestión del Estado como su fin consumado.

A más o menos 20 meses de un cambio de gobierno por la correspondiente vía constitucional, empezó la danza de aspirantes con distintas posibilidades reales, pero con un mismo bagaje de promesas y supuestos descubrimientos del camino indicado. Vuelta otra vez a esperar una nueva resurrección de una Argentina crucificada aunque la fe republicana se ve flaquear ante la pobreza de los mensajes y las reiteradas frustraciones padecidas desde mediados del siglo pasado hasta el presente.

Tal vez sea temerario aventurarse a esperar algo de un futuro tan lejano como diciembre de 2023 cuando crecen las expectativas por una resurrección mucho más pedestre como sería la reanimación vía RCP del gobierno de Alberto Fernández y su compañera de fórmula la vicepresidenta Cristina Kirchner. El binomio gobernante transita una trayectoria de colisión autodestructiva que le ha causado mucho daño al pueblo que tanto dicen querer y cuya voluntad creen encarnar.

Entonces, lo único cierto es que, a este domingo de Resurrección, seguirá un lunes de incertidumbre en el que si hubiera buena nueva no está en manos de los gobernados, sino de los gobernantes.