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Es la energía, estúpido

La dependencia de Europa occidental del gas y petróleo ruso, puede profundizar la crisis energética en todo el continente debido al conflicto armado, sobre todo considerando que las reservas de combustibles de los países de la Unión Europea no alcanzarán para cubrir sus necesidades frente al crudo invierno que se avecina

02 de septiembre, 2022 - 07:48

Algunos artículos atrás comentábamos que la profecía del famoso semanario británico, especializado en temas económicos, se había equivocado, aunque no por tanto, respecto de una posible hambruna por la escasez de granos derivada por las operaciones militares de Rusia en Ucrania.

Concretamente, The Economist no previó que el propio mercado de granos se reacomodara para suplir la ausencia del aporte ucraniano y, finalmente, se pudiera satisfacer a toda la demanda global.

Bueno, ahora, la revista ha salido con un nuevo Apocalipsis, pero esta vez no relacionado con el abastecimiento de granos, sino de energía. ¿Acertará, esta vez The Economist? Veremos.

En primer lugar, hay que empezar por reconocer que el problema existe. Fundamentalmente, en Europa y por las mismas causas que encendieron las alarmas por los granos. Es decir, la guerra entre Rusia y Ucrania.

Sucede que Rusia, desde hace unos años a esta parte, se convirtió en el principal proveedor de energía de Europa occidental, especialmente a través de su suministro de gas y de petróleo, pero también de electricidad.

Si bien la Unión Europea (UE) dispone de importantes reservas de carbón, petróleo y gas natural, no le son suficientes para alcanzar su autoabastecimiento, por lo que debe importar combustibles de Rusia –principalmente- y de América del Sur y del Oriente Medio. Los países menos dependientes son Dinamarca, Italia, Rumanía y Holanda, y el más dependiente es la denominada locomotora europea, es decir, Alemania.

Por otro lado, y como explicaremos, forma parte del problema y no de la solución, que todos los países de la UE han ratificado el Protocolo de Kioto, por lo que se han comprometido a abandonar el uso de las denominadas energías contaminantes lo antes posible.

En el caso particular de Alemania, anunció en el 2000 sus intenciones de abandonar la energía nuclear mediante un acuerdo con las compañías de energía para la parada gradual de los 19 reactores nucleares que posee el país, con lo que se llegó al cese del uso civil de la energía nuclear en el 2020.

Otros países europeos más prudentes, como Austria, los Países Bajos, Polonia y España, promulgaron leyes que paralizaron la construcción de nuevos reactores nucleares pero continuaron operando los que tenían en funcionamiento.

En forma concurrente, Alemania también prevé el cierre de todas las centrales termoeléctricas a carbón para el 2038.

El plan fue aprobado en el 2010 y cumplido con germana precisión hasta hace unos pocos meses atrás, cuando entre otras tantas consecuencias de la mencionada guerra, el gobierno alemán, por pedido del estadounidense, decidió cancelar las habilitaciones para el gasoducto ruso Nord Stream 2, que según la planificación alemana debía ayudar en el cierre de las vetustas centrales a carbón.

Volviendo a The Economist, el semanario anuncia que Europa –no solo Alemania– se debe preparar para afrontar un duro invierno, ya que las previsiones y las reservas energéticas no alcanzan para todos ni están disponibles para todas las actividades.

En consecuencia, los gobiernos han salido a prevenir a la población sobre la probabilidad cierta de cortes de electricidad y de la necesidad de ahorrar energía, con medidas que van desde la reducción de la calefacción domiciliaria hasta la suspensión de las actividades industriales.

Como no podía ser de otra forma, los precios mayoristas de la electricidad batieron récords en Alemania y en Francia, con 995 euros y más de 1.100 euros por megavatio hora, respectivamente, cuando hace sólo un año rondaban los 85 euros por megavatio hora. Es decir, hubo un 1.000% de incremento.

Por su parte Rusia, al comando de su completo tablero geopolítico, ha ido disminuyendo o suspendido la entrega de gas a una docena de países europeos. Para los dirigentes occidentales se trata de una represalia por las sanciones occidentales contra Moscú. Para esta última, tales entregas podrían continuar, siempre y cuando se abonen en rublos, la moneda rusa, la que se ha visto fortalecida con estas medidas.

Pero parece ser que las mencionadas restricciones por parte de Rusia no serían la única causa de la crisis energética, ni estaría sola Alemania a la hora de haber fallado en su anticipación geoeconómica.

Por ejemplo, está el caso de Francia, pues como afirma Vincent Charlet, economista de un think tank francés, el país galo disminuyó sus capacidades de producción de electricidad debido a problemas de corrosión en algunos de sus reactores nucleares.

Otra opinión es la de otro think tank europeo, el instituto Bruegel, que calcula que los países de la UE gastaron 236 mil millones de euros entre septiembre de 2021 y agosto de 2022 para hacer frente al alza de los precios de la energía. A la cabeza está Alemania, con 60 mil millones de euros, mientras que Grecia y Lituania son los que más se han esforzado, dedicando respectivamente a esa reconversión energética un 3,7% y un 3,6% de su PIB.

Por su parte, Italia destinó a esa tarea casi 50 mil millones de euros, el 2,8% de su PIB, y Francia el 1,8%, con 44 mil millones de euros.

El presidente francés, Emmanuel Macron, intentó preparar a su electorado para un otoño e invierno duros, y como él mismo confesó: “Se han acabado los tiempos de abundancia y hay que prepararse para la escasez”.

En tanto, en la fría Europa del Norte, Finlandia anima a sus ciudadanos a tomar duchas más cortas y, sobre todo, a pasar menos tiempo en sus saunas, que consumen mucha energía.

Pero, lo más grave es que la crisis no sólo afectará el confort de los hogares, ya que el ahorro energético afectará también a la industria de la UE, dado que como lo expone Charlet, “las actividades industriales que corren más riesgo son las que usan directamente el gas o la electricidad como materia prima”.

Entre ellas se destacan las destinadas a la fabricación de fertilizantes –lo que a su vez podría disparar una baja en la productividad agropecuaria–, a gran parte de la industria del aluminio y, obviamente, a toda la industria petroquímica.

Por su parte, no es menos sombrío el panorama financiero, ya que como alerta el banco HSBC “una recesión es, probablemente, inevitable en la eurozona. La institución pronostica una caída del PIB para 19 de los 27 países de la UE en el último trimestre de 2022 y el primero de 2023. ¿Y por casa cómo andamos?, se preguntará el lector. Ese será, justamente, el tema de nuestro próximo artículo. Continuará…

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.