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Elecciones: ¿con voto electrónico?

A pesar de que cada vez que se sufraga aparecen voces que reclaman un cambio en nuestro sistema electoral, los controles vigentes y otros que podrían ponerse en práctica permiten asegurar una elección limpia, condición sine qua non de toda democracia

11 de noviembre, 2022 - 08:51

Cada elección reaparece un clásico periodístico. Uno que se interroga si no ha llegado el tiempo de cambiar nuestro sistema electoral, al que se lo califica de vetusto y hasta de arcaico.

No por nada tiene más de un siglo. No estamos en tiempos de elecciones todavía. Pero hay dos circunstancias importantes en el orden internacional que nos obligan a reflexionar. A saber:

1º) El fracaso de las últimas elecciones presidenciales en los Estados Unidos de Norteamérica, teóricamente cuna y la democracia más perfecta del mundo moderno, donde uno de los candidatos expresó, literalmente, que la elección le había sido robada. Una cuestión que sigue repitiendo hasta nuestros días y sobre la que hay varias investigaciones judiciales en curso.

2º) Las dudas existentes respecto del resultado de las últimas elecciones celebradas en la República Federativa del Brasil, donde el segundo candidato más votado, Jair Bolsanaro, no ha sido tan explícito como su ídolo, Donald Trump, pero ha mencionado varias dudas respecto de la legalidad de las pasadas elecciones. Una situación que se mantiene por estos días.

Cabe mencionar que en ambas elecciones se usaron diversas variantes del denominado voto electrónico -desde el voto anticipado hasta el diferido-, pero como ha quedado de manifiesto en sendas denuncias, las alteraciones al orden público y otras yerbas, su uso no ha dejado contentos a todos. Y lo que es mucho peor, no existe la posibilidad de solucionar esta duda mediante un escrutinio definitivo, porque la trazabilidad del voto electrónico es, justamente, lo que se ha puesto en duda.

Por el contrario, nosotros tenemos que estar orgullosos de que mediante la Ley Sáenz Peña, sancionada en 1912, se votó por primera vez en forma libre y se dejaron atrás las elecciones amañadas del denominado fraude patriótico.

Respecto de esos años truculentos, la literatura costumbrista de Roberto Payró, en su obra Pago Chico, describió en tono irónico las distintas modalidades del fraude electoral, tales como la posibilidad de que una persona votara varias veces o que en el padrón se incluyeran hasta a los fallecidos.

Muchos años y elecciones han pasado desde aquella memorable sanción y pocas han sido las modificaciones al sistema electoral establecido por la mencionada Ley. Sin embargo, desde hace tiempo se vienen escuchando críticas relacionadas con la antigüedad del mismo.

Pero, como decíamos al principio, no son pocos los que proponen la implementación del voto electrónico porque dicen que todo sería mucho más rápido.

Pero vayamos por partes, como dijo Jack el Destripador.

Si bien son cientos las anécdotas que nos puede referir Roberto Payró sobre el viejo fraude patriótico –y como ya lo decía el sanguinario dictador de la era soviética Joseph Stalin: “Los que votan no deciden nada, son los que cuentan los votos quienes deciden todo”– la verdad es que en los últimos cuarenta años, lo que no es poco, no se han registrado incidentes serios en nuestras elecciones. Al menos no de la magnitud de los referidos en las elecciones de los EE.UU. y de Brasil.

 

Reaseguro democrático

Llegado a este punto, el lector bien podría preguntarse por qué tendríamos que mantener nuestro sistema electoral. La primera respuesta corta es porque ha funcionado bien y sin mayores problemas.

La respuesta larga y completa nos dice que en todo acto electoral intervienen tres elementos estatales claves: el Comando General Electoral, a cargo del Ministerio de Defensa y de las FF.AA.; la Dirección General Electoral, dependiente del Ministerio del Interior, y la Cámara Nacional Electoral del Poder Judicial de la Nación. A la par del Correo Argentino y de las empresas contratadas para realizar el escrutinio provisorio que se da a conocer la noche de la elección.

Este entramado de mutuos controles genera un sistema por demás seguro. Además, si existieran dudas, a los quince días de la jornada de la elección la Justicia Electoral emite un resultado final que surge del escrutinio definitivo y es el resultado del conteo manual de una selección de urnas de todos los distritos electorales.

Como es esperable en estos tiempos, todos los elementos mencionados hacen un uso intensivo de computadoras, programas y comunicaciones por Internet.

Por otro lado, sabemos que el Estado dispone del Comando Conjunto de Ciberdefensa, que tiene por misión conducir las operaciones de ciberdefensa para garantizar las operaciones militares de nuestras FF.AA. Por todo lo expresado, somos de opinión que se mantenga el actual sistema. Con el agregado, si ya no se ha hecho, de que el mencionado Comando de Ciberdefensa sea puesto en funciones para prevenirnos de todo tipo de interferencias – ya sean internas o provenientes del exterior– contra nuestras próximas elecciones generales.

También les pedimos a todos los partidos políticos, especialmente al PJ y a la UCR –los únicos con cobertura nacional– que instruyan a sus fiscales sobre el tema y que se constituyan en un reaseguro del sistema.

Así como ayer, cuando el presidente electo Roque Sáenz Peña, al lanzar la ley que lleva su nombre dispuso la confección de un nuevo padrón electoral permanente sobre la base de los padrones del enrolamiento militar, hoy, el Presidente de la Nación debe mantener este sistema, porque ha probado funcionar sin mayores novedades.

Mientras, los que usan el voto electrónico, como hemos descrito, han sufrido muchos y serios inconvenientes provenientes de sus falencias, y lo que es peor, no han contribuido a la percepción de una elección limpia, condición sine qua non de toda democracia electiva.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.