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El peligro de los incorregibles

¿Por qué el peronismo sigue sintiéndose como artífice de que la Argentina haya salido de la economía primaria y predestinados a gobernar por siempre?   

05 de junio, 2022 - 10:44

Los que creen en que la libertad es una condición inherente por naturaleza a la persona humana, y que nadie la otorga como concesión graciosa del poder, no pueden entender la sumisión en pensamiento y acto a los designios de una figura con un descomunal poder político acumulado por razones tan incompatibles con la democracia como son la intolerancia y el verticalismo.

Este modo de gestión ha sido aceptado y alentado por millones de argentinos desde la mitad del siglo pasado cuando el expresidente Perón llegó al poder por elecciones limpias y democráticas después de años de fraude en la Argentina. Los modos del general en el gobierno fueron una contradicción entre la simpatía prodigada a sus seguidores y beneficiarios y la dureza contra los que lo cuestionaban o se le oponían.

Ese estilo de dirigir al país sin aceptar discusiones, debates y críticas, demostró también una enorme energía en las decisiones que contrastaron con la desidia de una burguesía nacional que nunca terminó de definirse ni de hacerse cargo del desarrollo que habría llevado al progreso. Por eso es que el peronismo sigue sintiéndose como artífice de que la Argentina haya salido de la economía primaria y dado algunos pasos hacia la modernización.

Pero, en consonancia con eso desde Perón hasta los actuales titulares de la franquicia justicialista, siempre sintieron que estaban predestinados a gobernar siempre, y que los que no pertenecían a la inmensa cofradía eran y siguen siendo los réprobos, enemigos del pueblo a los que no se puede dejar manejar los destinos de la Patria.

Sin embargo, en lo que va del siglo el país no ha hecho más que retroceder en un contexto en el que las últimas vertientes peronistas gobernaron 16 años de los 22 que van de la presente centuria. La mística de las transformaciones ha trocado en la búsqueda y permanencia en el poder, sí, pero sin enamorar a las masas, solo dándoles limosna de subsidios que apenas alcanza para su subsistencia sin sacarlas de la pobreza en las que se hunden día a día.

La corrupción por la permanencia en el poder con escasos controles institucionales y con muy poca alternancia, no es novedad ni exclusivo de nuestro país. Pero en los últimos tiempos este flagelo se ha puesto en el centro de la escena, no solo por un principio ético sino también porque es a vista de todos, causante de las grandes carencias, de los servicios que debe prestar el Estado, resultante del enriquecimiento de los funcionarios y motivo principal de la pelea interna entre los integrantes de la fórmula presidencial gobernante.

La historia de los vicepresidentes argentinos es bastante particular, pues una figura constitucional con pocas atribuciones decisivas en la gestión normal, solo ha sido preeminente en momentos de crisis como es la renuncia o la muerte del jefe del Estado. Sin embargo, esta vez el egocentrismo y la manía autorreferencial de Cristina Fernández obstruye cuando no impone su voluntad al débil y vapuleado presidente de la Nación.

Si bien esto no es una novedad para los argentinos, todos han sido testigos en la semana que pasó de un bochornoso duelo en el que el desdén y la humillación llegó a límites impensados, pone en peligro la gobernabilidad y desata una nueva crisis. Cae un ministro por develar maniobras sospechosas que siguen dejando sin un servicio esencial como es el gas a millones de personas.

La oposición pide investigar posibles irregularidades en la licitación del gasoducto que tiene nombre pero que ni siquiera ha comenzado a construirse. La vicepresidenta ofendida pide la cabeza del ministro, pero hasta el momento no ha desmentido categóricamente la sospecha y las acusaciones.

En ese escenario transcurrirá la Argentina hasta el recambio de cargos ejecutivos y legislativos el año que viene. La inacción y la impericia parecen ser la cualidad más frecuente, posiblemente la Corte Suprema sea la única institución republicana que conserve la reserva ética que debería tener la democracia y pueda ser un referente para no perder las esperanzas si seguimos prohijando un peronismo que como afirmó Borges no es ni bueno ni malo solo es incorregible.

La incertidumbre cunde cuando en la otra orilla de la política no hay nada prometedor o solo gritos destemplados, amenazantes, llenos de promesas incumplibles.