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El Estado electoral y la dura realidad

La gente necesita salir de la decadencia, algo que podrían posibilitar gobernantes normales y honestos. Y si se pudiera, también inteligentes

19 de febrero, 2023 - 09:19

La pérdida de la credibilidad en el sistema y en los dirigentes políticos es un fenómeno generalizado en los países que se han estado manejando con un sistema democrático liberal de partidos políticos.

Los ejemplos abundan si se miran los fuertes cuestionamientos y el surgimiento de posiciones extremas.

En el mundo argentinocéntrico que habitamos han sido sucesivos los apocalipsis y las refundaciones, como también la vieja creencia de que la Argentina se pierde con una cosecha.

Algo que es claramente imposible, porque nunca nos hemos recuperado, y además porque la terrible sequía ha dejado al país a la miseria.

La diferencia de este tiempo con las anteriores sucesivas caídas y falsas recuperaciones es que se pueden terminar los antagonismos clásicos que llevaron al país dando bandazos entre nacionalismo peronista, liberalismo radical-desarrollista y aberraciones militares.

La impronta kirchnerista reavivó de la peor manera el enfrentamiento de las facciones tradicionales despertando lo peor de cada una.

Pero el resultado final va siendo el más peligroso por la dispersión de ideas y voluntades y la aparición de grupos que no se van a atener a los caminos clásicos del partidismo sino que están abonando grupos cerrados de una marcada intolerancia.

Frente a esto los Olimpos del poder y la oposición habitan en otra dimensión.

Parecen no captar la realidad o están decididamente resignados ante la creciente y perniciosa casi completa pérdida de credibilidad de la gente.

Basta leer los foros y las redes sociales o escuchar los mensajes de los oyentes de las radios para percibir la inmensa desesperanza y enojo a tal punto que, detestados los políticos, se está a un paso de que ocurra lo mismo con el sistema y las instituciones que los sostienen.

Y si pasa eso con los que tienen posibilidad de comunicarse con un celular o llamar por teléfono a una radio, ¿qué pasa realmente con los millones de familias a las que se les ha estrechado de tal manera la mirada del mundo, que solamente les importa si van a poner algo de comida en la mesa, aunque sea una vez al día, y muchas veces no lo logran?

Ahí está ese casi 50% de pobres, los millones de indigentes, los tres de cada dos niños que viven en estado de pobreza.

La bronca se acumula, y si alguna vez en la historia ésta se canalizó a través de movimientos encabezados y sustentados por determinadas ideas y produjo cambios fundamentales, todo indica que ahora la dispersión y el choque de necesidades –no de intereses–puede llegar a ser más dañino e incontrolable con el temido resultado de la anarquía.

La pelea chiquita por permanecer o alcanzar un cargo obnubila a toda la capa dirigente.

En el oficialismo, el siempre dinámico y poderoso peronismo no encuentra a nadie presentable para ofrecer como candidato en la cabeza de la lista para que traccione a los miles de ignotos que integrarán los demás cargos.

¿Será que tal vez, aunque nos falta mucho como cultura social para rechazarla, la corrupción se ha hecho más visible y le molesta cada vez más a más gente?

En esa parte de la oferta electoral se votará un poco por los afectos y las pasiones y mucho por el miedo a perder las míseras dádivas en que se han convertido los planes sociales.

En el otro cuartel no han logrado entender que un mal gobierno puede ser aún peor que otro mal gobierno.

Aparece la oportunidad de redimirse y sobran las figuras que se creen tocadas por algún mandato providencial y merecedoras de que el pueblo les pida perdón por haberlos echado y los vuelva a votar.

Una patética pelea entre mediocres que no perciben que la gente necesita salir de la decadencia, lo que podrían posibilitar gobernantes normales y honestos, y si se pudiera, también inteligentes.

Mendoza, la siempre bien plantada, parece no estar exenta de esta decadencia institucional.

A la prolijidad de su sistema de sucesión sin reelección de gobernador le ha surgido una disputa inentendible de vanidades y personalismos que empañan la imagen de provincia avanzada en su sistema constitucional.

Cambiar este rumbo está en manos de políticos, educadores y medios. Es decir de todos aquellos que si saben y tienen algo positivo que decir lo vayan haciendo porque el tiempo corre.