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El diálogo de los gritos

Un supuesto encuentro cara a cara entre Cristina Fernández y Mauricio Macri podría tender a romper Juntos por el Cambio, dado el estilo de la expresidenta

18 de septiembre, 2022 - 09:50

La expresidenta Cristina Fernández y su difunto esposo Néstor Kirchner aplicaron desde el principio de la gestión K la tesitura de que en su cosmovisión del mundo y del país no había lugar para negociar, solo cabía acatar las decisiones que emanaban del poder.

Aún resuena para muchos la sentencia del procurador General del Tesoro, Carlos Zaninni: “A Cristina no se le habla, se la escucha”.

Para el kirchnerismo el diálogo y la negociación es un síntoma de debilidad, y por ende quien la solicita es porque está en inferioridad de condiciones.

El ejemplo habitual que se esgrime es el de los debates pre electorales.

Siempre el que está casi seguro de ganar no acepta debatir y son los perdedores los que quieren hacer oír su voz o endilgarle los errores al aventajado.

En todo caso no dialogar e imponer está reñido con los principios de la convivencia democrática.

Las encuestas, algunos resultados electorales, pero principalmente la capacidad de movilización de kircherismo, lo han hecho aparecer como el movimiento hegemónico, el que realmente puede gobernar y, más aún, encarar las transformaciones que el país necesita para salir de su estado de nación oprimida por los poderosos de adentro y de afuera.

Pero parece que llega un momento en que las fuerzas tienden a emparejarse y la capacidad de imposición empieza a decaer.

Entonces cabría pensar que es necesario el diálogo.

¿Pero para qué, con qué propósitos personales, políticos o institucionales?

¿A qué tipo de estrategia responde la iniciativa que, como claramente se observa, ha partido de la persona misma de la vicepresidenta?

En el estado de encono mutuo de los dos grandes costados de la política argentina el método es el grito, la acusación y el insulto.

Es de creer que ambos pretenden el bien de todos, pareciera.

Sin embargo, para unos el pueblo pobre sin esperanzas debería ser el único destinatario de los esfuerzos; para otros tal vez sea el pueblo empobrecido quien deba ser rescatado para frenar su constante caída.

Según lo observado, ese hipotético diálogo en una supuesta reunión cara a cara sería entre Cristina Fernández y Mauricio Macri.

En el primer término del binomio ideal se trata de la jefa y detentadora del poder de decisión en el Gobierno, ya directamente aceptada por todos los protagonistas de la política.

Además, funge de cabeza de un peronismo multiforme que siempre ha sido proclive a tomar la forma que el tiempo y las circunstancias determinen.

Ya poco van importando las supuestas vanguardias ideológicas que creyeron ser interpretadas por “la Jefa”.

El segundo término del binomio está representado por un líder que emerge por la defección de los personajes políticos tradicionales no peronistas, que, o no dejaron herencia o se diluyeron en discusiones mezquinas y prefirieron hacer pie en proyecto locales o se conformaron con un asiento en el Congreso.

La representatividad de Macri tuvo un momento de concreción electoral, es cierto. Pero ahora, ¿representa verdaderamente a todos los votos que querrán suplantar al actual Gobierno por otro distinto?

Cristina sí tiene en claro qué quiere hacer o de qué se quiere proteger.

Macri parece ser solo la contracara pasional, y consciente de eso esgrime consignas que llegan a sus acólitos primero, pero también a los disconformes y a los perjudicados por los dislates de una extraña forma de gobierno que diseñó Cristina en 2019.

Macri, además de los muchos errores de su gobierno, se enfrascó en la diatriba política intentando sacar a Fernández de Kirchner con el discurso contra la corrupción y la eligió como la enemiga principal a vencer.

Pero no supo vencerla en la arena política real demostrando que él podía hacer las cosas mejor. Y no lo hizo porque al final de cuentas lo poco que hizo mejor no fue suficiente ante lo mucho que hizo mal.

Hoy Cristina emite señales de querer dialogar y solamente Mauricio Macri es el destinatario. Así, lo está convirtiendo en jefe de la oposición.

Sabe que eso provocará enojo y resentimiento en la interna de Juntos por el Cambio y la ira desatada en las otras expresiones minoritarias. El radicalismo y la Coalición Cívica hasta ahora están fuera del inminente convite.

Rechazar una insinuación para dialogar será en el acto utilizado para denostar aún más a la oposición y empujarla a la división.

Aceptarla solamente por parte de Macri es casi poner fin a Juntos por el Cambio, que ya cruje en el campo nacional y en el de varias provincias.

Nadie, por lo que se ve, propone una reunión de los líderes de la principal coalición opositora para fijar una posición común y exigir que la convocatoria sea con todos los dirigentes o con los que se les otorgue representatividad legítimamente.

Lejos quedaron los tiempos del Pacto de Olivos, de las anteriores conformaciones políticas como La Hora del Pueblo en 1972 o la Multipartidaria diez años después.