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Democracia boba

Quedan pocas dudas de que el accionar de la política atenta contra uno de los pilares que tienen los ciudadanos para defender sus derechos

19 de marzo, 2023 - 10:32

El Diccionario de la Lengua Española nos dice que la democracia "es un sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de este a elegir y controlar a sus gobernantes".

Ahora bien, si nos remitimos a lo que vemos cada día de nuestras vidas podemos colegir que, o el diccionario está equivocado o los políticos que gobiernan –en cualquier época que sea- lo han entendido al revés y por eso obran como obran.

De otro modo no se entiende cómo, si es la soberanía del pueblo, es el pueblo justamente el que más sufre las tropelías de toda laya que se cometen en su contra y hasta muchas veces en su nombre.

Además, si el pueblo tiene el derecho de controlar a sus gobernantes ¿dónde está el control que podría ejercer si no hay forma de hacerlo de ninguna manera? Es más, si el pueblo gobierna a través de sus representantes ¿cómo hace para meter un bocadillo aunque sea de vez en cuando si quienes lo representan son seres inaccesibles para la gran mayoría?

Así las cosas, la pretendida democracia solo queda en los textos que la definen y no llega a la gente, que mira atónita cómo sus “representantes” viven en permanente confrontación, no ya entre sectores que por sus ideas están en veredas opuestas sino entre grupos que conviven aparentemente dentro de la misma ideología y bajo el mismo techo.

Para colmo de males para la sociedad, ni siquiera se confronta por cuestiones programáticas o en la búsqueda de beneficios para la comunidad y sólo se trata de una disputa por poder que enciende conflictos, ya ni siquiera puertas adentro sino a la vista de todos con total impunidad y hasta de forma escatológica.

Disputas entre funcionarios compitiendo por las cajas del Estado –que aunque están escuálidas todavía permiten que sean estrujadas un poquito más- y disputas entre algunos que pretenden llegar a gobernar ese Estado no se sabe bien con qué intenciones.

O por lo menos no lo sabe el pueblo al que dicen van a representar.

Una lucha de poder se produce, por ejemplo, cuando alguien cree que ha perdido autoridad y pretende recuperar aunque más no sea la sensación de control, como se ve por estos días en la cúpula del Gobierno.

Por eso se está en guerra permanente con algunos sectores que pretenden mirar desde afuera pese a que forman parte de la misma Administración.

Es así cómo el bien común queda sometido a los intereses de políticos en lucha, que muestran que jamás les importó ese bien común y que hasta las causas más nobles las transforman en relativas cuando está en juego el poder.

De esta manera dan al traste con todo lo que prometieron en campaña apenas sienten que sus intereses y sus cargos están amenazados, y matan y sepultan el ideal de una madurez democrática que no nos dejan disfrutar.

Esos funcionarios hieren la ética al convertirse en caníbales políticos y con su guerra sucia transforman en boba a la democracia al ponerla al servicio de su único interés, el poder por el poder mismo.

Pero siempre queda la esperanza de que alguna vez aparezcan ejemplos que tengan la honestidad y la madurez política como para acordarse que es la sociedad la que les paga sus sueldos y que no deben comprometer la democracia con conveniencias de partido ajenas a las necesidades del pueblo que los encaramó en el poder.

Ese mismo pueblo del que se olvidan apenas se prueban el traje de funcionario.