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Asalto a la democracia

¿Qué pasaría en la Argentina si después del 10 de diciembre llegan al poder estas personas que consideran que todo aquel que los interpele o les anteponga un punto de vista diferente son enemigos?

12 de marzo, 2023 - 08:36

El último argumento expuesto por la Vicepresidenta, tras recibir el doctorado honoris causa otorgado por una universidad de Río Negro, en su lucha por que sea llamada nuevamente a regir el destino de los argentinos deja un peligroso antecedente al decir que en el país no rige la democracia.

En medio de sus diatribas contra la Justicia por haber sido condenada un juicio, agregó el argumento de que, si a ella no se le reconocen prerrogativas por encima de los demás mortales en cuanto a la igualdad ante la ley y sobre el cumplimiento de los deberes de cualquier ciudadano, la democracia no es válida.

Si ella está convencida de que eso es cierto ya es problema de la psicología e incluso de la psiquiatría. Más de cuidado sí es que lo crea mucha gente y piense que otorgándole el poder mayoritario a la jefa K sea salvada la forma de vivir que los argentinos recuperamos hace 40 años.

Entonces cabe preguntarse qué pasaría en la Argentina si después del 10 de diciembre llegan al poder estas personas que consideran que todo aquel que los interpele o les anteponga un punto de vista diferente son enemigos irreconciliables porque trabajan para el “poder”. Ese poder astutamente indefinido pero de una u otra forma ligado a diferentes expresiones de la democracia: partidos políticos opositores, medios de comunicación independientes, periodistas críticos, dirigentes de cualquier entidad que no sea kirchnerista.

Siempre el kirchnerismo trató de imponer la idea que ellos, aún en lo más alto de los cargos públicos del país, con manejo absoluto de los fondos públicos y de las fuerzas armadas y de seguridad, estaba luchando contra ese “poder” que pretendía que el pueblo alcanzara sus metas. O sea que había algo más poderoso que ellos y al que habría derribar con el apoyo popular cuya voluntad era interpretada, representada y ejercida por la cúpula K.

Esta semana se escucharon furibundas diatribas contra la Justicia a la que se la acusa directamente de mafia por no responder a los deseos de la segunda al mando del país. Cristina directamente responsabilizó a la administración que ella diseñó del desquicio de la economía y el empobrecimiento atroz de millones de familias. Desde ese punto de vista el gobierno de Alberto Fernández o desobedeció las órdenes o no está constituido por ningún kirchnerista.

Por supuesto todo apunta a desprestigiar (Como si hiciera falta) al inquilino de la Casa Rosada para que se corra del escenario y CFK vuelva triunfante (No se sabe de dónde porque nunca se fue) con la bendición del pueblo a corregir el desastre de un gobierno propio pero que no reconoce como tal.

También desde Avellaneda el diputado Máximo Kirchner advierte a los argentinos que si no se avivan puede volver el macrismo y advirtió que hay que debatir “qué Argentina queremos”. Claro que para la familia K no está muy claro el significado de debatir, primero porque cualquier desacuerdo se apaga con griterío, insultos, escraches y prepotencia. Y segundo porque aún debe resonar en muchos oídos esa frase de que “a Cristina no se le habla, a Cristina se la escucha”.

No obstante todo el descrédito lanzado contra el Presidente por su falta de lealtad a la causa y su insumisión a los dictados de La Cámpora, fue la vocera Gabriela Cerrutti quien hizo profesión de fe y les aseguró a los periodistas que no debería dudarse de que el Jefe del Estado y la mayoría de su Gabinete son kirchneristas.

Ahora todo este batifondo no pone en riesgo a la democracia, lo que sí lo hace son las constantes amenazas a fiscales, jueces, periodistas y opositores. Las terribles presiones que deben soportar quienes se atreven a investigar, acusar o juzgar. 

Algunas apretadas se hacen a cara descubierta pero otras se realizan desde la cobardía que ampara el anonimato y la oscuridad. Estas actitudes no son nuevas en nuestra historia, siempre hay mano de obra dispuesta. Estas y muchas cosas más son el verdadero ataque a la democracia y no la libertad de pensamiento o la justicia proba.