|16/09/22 07:33 AM

La crisis del agua

La escasez cada vez más acentuada de nuestros recursos hídricos nos obliga a reconocer que la provincia no puede seguir detenida por una parálisis ocasionada por tantos análisis técnicos. No tomar una decisión es ya haberse decidido, y no precisamente por la mejor opción, lo que podría ocasionar un problema mayor

16 de septiembre, 2022 - 08:50

El agua es un elemento abundante en la naturaleza. De hecho, cubre el 71% de la superficie terrestre. Se ubica, mayormente, en los océanos y mares con 96,5% del total. A los glaciares y casquetes polares les corresponde sólo un el 1,74%, mientras que los acuíferos concentran otro 1,72%. El restante 0,04% se reparte en orden decreciente entre lagos, humedad del suelo, atmósfera, embalses, ríos y seres vivos.

Químicamente hablando, el agua es una sustancia cuya molécula está compuesta por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno (H2O). Su estado más común es el líquido, aunque esta puede hallarse en su forma sólida, como nieve o hielo, y en forma gaseosa, como vapor de agua.

Biológicamente es un elemento indispensable para el origen y para el sustento de la vida, ya que su ingesta no puede ser reemplazada por ningún otro elemento.

Por eso no es raro que varios seres vivos, incluidos el hombre, luchen por disponer de formas seguras de abastecimiento. Por ejemplo, se estima que aproximadamente el 70% del agua dulce se destina a la agricultura, la industria se queda con un 20% y el consumo doméstico absorbe el 10% restante.

Si bien el acceso al agua potable se ha incrementado durante las últimas décadas y se considera una condición de vida civilizada, los estudios de la FAO estiman que uno de cada cinco países en vías de desarrollo tendrá problemas de escasez de agua antes de 2030.

Históricamente, nuestra provincia -que puede ser definida como un oasis en el desierto- la ha obtenido de sus ríos dado nuestro bajo régimen de precipitaciones líquidas (lluvia) en los valles donde se asientan nuestras principales ciudades. Estos ríos cordilleranos, a su vez, son el fruto del deshielo estival que se produce en las altas cumbres de la Cordillera de los Andes tras precipitaciones sólidas (nieve) invernales.

Al efecto de este aprovechamiento se vienen realizando desde hace siglos diversas obras hidráulicas (presas, canales de riego, hijuelas, acequias, etcétera) destinadas a captar y a almacenar el vital elemento para su uso humano, agropecuario e industrial, en ese orden de prioridades.

Pero hace más de una década, y por causas que, en general, pueden ser atribuidas al denominado cambio climático, el régimen de estas últimas precipitaciones ha disminuido a la mitad. Y lo que es peor, los pronósticos sostienen que la situación no sólo no mejorará, sino que lo más probable es que empeore.

Llegado a este punto, se imponen dos supuestos de gran importancia, a saber:

  1. El agua no sólo es vital para el desarrollo humano de la provincia, es irremplazable.
  2. Nuestra única fuente de obtención deriva del aprovechamiento de nuestros ríos cordilleranos, que transportan el agua del hielo derretido de los glaciares de las altas cumbres cordilleranas. El agua proveniente de la napa freática (acuíferos) tiene este mismo origen y no otro como algunos creen.

Esto nos lleva a una conclusión parcial: no tiene sentido realizar obras de aprovechamiento hidráulico a la manera tradicional (diques, represas, etcétera) para usufructuar un recurso que, como se prevé, será cada vez más escaso. 

 

Una decisión imprescindible

Por lo expuesto, apreciamos que ha llegado la hora de buscar soluciones a la escasez del agua con marco conceptual.

Por ejemplo, hay lugares como el Estado de Israel o la isla de Chipre que tienen menos agua que Mendoza, pero que al administrar mejor la poca que tienen, pueden incluso disfrutar de una agricultura floreciente.

Un aspecto positivo es que la Provincia ha iniciado gestiones con el Estado de Israel para adquirir experiencia respecto del manejo eficiente del agua. Aunque insistimos que el tiempo apremia.

Mientras que -como lo ha reconocido el propio superintendente de la Dirección General de Irrigación (DGI)- nosotros perdemos un 50% del agua que obtenemos, en Israel solo pierde entre 6 y 7%. Creemos que ahí está la clave para la solución del problema.

Como en muchas otras cosas, la primera condición para una buena administración de un recurso escaso es admitir su escasez y, a continuación, buscar soluciones tendientes a una mejor administración.

En ese sentido, la experiencia israelí se basa en cinco pilares, a saber: - El aforo de toda el agua, tanto de la que se produce como de la que se consume. - La centralización de la gestión del agua con una única autoridad.

  • El carácter público del recurso.
  • El autofinanciamiento del sistema.
  • El uso de tecnología de riego.

Si lo comparamos con nuestro actual sistema vemos las siguientes diferencias:

1º) Respecto del aforo del agua, vemos que en Mendoza muy pocos consumidores disponen de medidores, por lo que no es posible determinar su buen uso o su abuso.

Además, sabemos que nuestro consumo estimado por persona y por día de agua potable supera por mucho los estándares recomendados por la OMS (100 litros).

2º) En cuanto a la centralización, bien sabemos que en la provincia hay varios prestadores de agua potable -algunos de nivel municipal y uno de nivel provincial-, lo que dificulta la buena administración del recurso, a lo que se le suma la existencia centenaria de la DGI. Por eso es que habría que estudiar la conformación de un ente único, ya que en algunos lugares se da la paradoja de que regar jardines y parques con agua potable es más barato que hacerlo con agua de riego.

3º) En lo referido a su carácter público, parece existir un consenso respecto a su conveniencia, aunque existen en la provincia empresas privadas que administran y comercializan agua embotellada, un tema a considerar.

4º) La provincia de Mendoza debe generar sus propios recursos financieros para afrontar sus problemas hídricos y no depender solamente de los créditos provenientes del nivel nacional, como es ahora el caso. Los problemas con el financiamiento del malogrado proyecto Portezuelo del Viento nos ahorran de cualquier comentario.

5º) Tal vez con cierta exageración –pero no con mucha– se puede afirmar que la tecnología de riego que usa Mendoza mayormente es la misma que la de los huarpes, consistente en la distribución del agua mediante canales de riego a cielo abierto, ya que menos del 50% de nuestra red se encuentra impermeabilizada. Habría que agregar el uso de dispositivos de riego por goteo o el aprovechamiento de aguas residuales para la forestación, entre muchas otras mejoras.

Para terminar, y como lo dijimos en el artículo anterior sobre la generación de energía, la provincia no puede seguir detenida por esta parálisis por análisis.

Porque no decidirse es ya haberse decidido, y no precisamente de la mejor forma.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.