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A la espera de Ankara

El inicio de esta semana se vio sacudido por una noticia bastante particular: la decisión de los Estados Unidos de retirar sus tropas del norte de Siria

09 de octubre, 2019 - 16:55

La partida provocó una obvia reacción en el concierto de naciones involucradas y todas han coincidido en que representará un cambio en la dinámica del conflicto. La medida, sin embargo, esconde varios bemoles y una escala de grises ya usual en este tipo de casos.

En concreto, la retirada significa el repliegue de un contingente de cincuenta hombres estadounidenses que sirven de nexo con la población kurda y sus milicias conocidas como SDF o Fuerzas Democráticas Sirias. La presencia estadounidense servía de contención a la ofensiva turca en la región. Los turcos tienen en los kurdos un enemigo histórico vinculado al partido político PPK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y a su brazo armado el YPG (las Unidades de Protección Popular), muy fuertes en el sur de Turquía.

Para los Estados Unidos presenta dos situaciones bien claras y dos mensajes: uno para el oficialismo y otro para la oposición. Para el primero es el del abandono de experiencias bélicas de un gran costo y poco rédito. Para los segundos es el abandono de aliados y un costo simbólico enorme al proyectar desconfianza.

Donald Trump.

Mucho de contradicción se encuentra en este sentido. La oposición entra en un atolladero al plantear, tácitamente, la permanencia de los Estados Unidos en el conflicto, algo impropio de su agenda política moderna. Curiosamente, el ingreso al conflicto vino de la mano de la administración Obama, demócrata. Y es que el conflicto se encuentra en una meseta que inconforma a todos. Cada actor involucrado entró a la conflagración con un objetivo de mínima y hoy tienen una vara bajísima que los obligó a pensar metas de máxima. Un constante “por lo menos, ésto”.

Aun cuando su figura se regodea en escenarios diarios de irracionalidad, Trump arguyó razones comprensibles y que guardan lógica (desde nuestra visión periférica): Estados Unidos no se está haciendo de logros concretos y no está peleando una pelea que le es propia. Como dijo Trump: “no es nuestro vecindario”. Claro que siendo el tutor del sistema internacional, nada le es impropio. Y después puso en la mesa otro gradiente de grises al esgrimir que Europa debía hacerse de los prisioneros de ISIS ya que, en gran número, provienen de los propios países europeos. Y Estados Unidos gasta fortuna en “hacerse cargo” de ellos. Y es que Trump sigue insistiendo, y guardando coherencia, en sostener que Estados Unidos no puede ejercer un rol de policía y mucho menos hacerlo gratis. Ser los “suckers” (tarados) de la situación.

Desde la oposición demócrata tienen una visión ambivalente del asunto, porque, si bien denuncian una política exterior fallida, les sirve también para encolumnar la figura de Trump detrás de la denuncia  permanente de la colusión rusa: la retirada favorece la posición rusa en el conflicto.

Vladimir Putin.

La verdad es que Rusia tiene razones para alegrarse como también para preocuparse. Sí, la “retirada” de los Estados Unidos fortalece la posición rusa al confirmarlos como el referí natural del conflicto. Pero también la pone en una situación incómoda. La Federación rusa hoy ha logrado una relación rara avis que le permite dialogar en buenos términos con todos y cada uno de los actores involucrados. Eso se sostiene con un equilibrio muy frágil de intereses nacionales cruzados y quien más hace por quebrarlo es el presidente de Turquía, Erdogan. La premisa de la presencia rusa en Siria es garantizar el ejercicio institucionalizado de poder de Al Assad y la integridad territorial del estado. Toda actividad turca que sobrepase estos límites tendrá consecuencias. A favor de los kurdos, los abandonados, tanto Estados Unidos como Rusia tienen por objeto la restricción de movimientos de Erdogan. En su contra, también ambos países necesitan venderle armas a Turquía.

Pero la mera presencia de Irán y sus aventuras en el sur de Siria nos imposibilitan de hablar de una retirada real de los Estados Unidos. Podrán replegar tropas del territorio, pero no irse del conflicto. Un ataque que cruce una línea roja, como un ataque químico, significará el regreso de las actividades militares estadounidenses en la región.  Y todavía resta esperar la contraofensiva saudita por el ataque a su refinería.

Erdogan, presidente de Turquía.

Finalmente, debemos señalar la importancia de esta novedad para Turquía. Retomar operaciones contra los kurdos, al menos aquellos que conviven en sus fronteras, permitiría pensar en restituir,  en algún modo, la soberanía turca en el sur de su propio país. El refugio de los sirios desplazados en territorio turco puede ser una llave para que el gobierno de Erdogan finalmente logre quebrar las relaciones de fuerza en el sur y mellar la fortaleza del PKK.

Como sea, lejos estamos de algún tipo de resolución o incluso del fin de la actividad estadounidense en la región. Cabe esperar cómo moverá sus fichas Erdogan y en qué medida será cauteloso o elegirá romper con todo.