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¿Hasta cuándo, Greta, vas abusar de nuestra paciencia?

La adolescente nórdica Greta Thunberg aseguró ante la Asamblea General de la ONU que la gente se está muriendo por el efecto invernadero, pero en lugar de apuntar a los principales emisores de gases acusó –entre otros– a la Argentina por las millones de cabezas de ganado que pastan y prosperan en la llanura pampeana. Está claro que es una vocera teledirigida por personas y entidades poderosas

19 de octubre, 2019 - 08:28

Como sabemos los argentinos, desde hace tiempo, cuando uno anda en la mala todos te pegan. Primero fueron jefes de Estado poderosos, como Donald Trump y Jair Bolsonaro, que se creyeron con el derecho a darnos consejos sobre nuestras decisiones políticas. Al poco tiempo, un popular expresidente uruguayo se atrevió a decir que solo el Mago Mandrake podía salvarnos. 

La cosa no paró allí. También hubo advertencias de embajadores de países extranjeros que rozaron la amenaza si no hacíamos esto o aquello. Pero el colmo de todas ellas vino de una adolescente sueca que se atrevió a criticar nuestra dieta. 

En un inquietante discurso ante la Asamblea General de la ONU, la niña nórdica Greta Thunberg dijo: “La gente se está muriendo, ecosistemas enteros están colapsando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva”.

Pero, siempre hay un ‘pero’, la demanda que firmó, junto a otros quince niños, no apuntó contra los mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo y que, según su teoría, ocasionan el cambio climático, en cambio señaló a la Argentina, a Brasil, a Alemania, a Francia y a Turquía, ya que según ella contaminan más que los Estados Unidos, que China o que la India. 

¿La causa? No es nuestro escaso desarrollo industrial, tampoco nuestra humilde producción de energía, son nuestras millones de cabezas de ganado que pastan y prosperan en nuestra llanura pampeana.

Concretamente, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el sector ganadero mundial genera más gases de efecto invernadero, un 18% más que el sector del transporte. También acusa a la ganadería de ser una de las principales causas de la degradación del suelo y de los recursos hídricos.

“El ganado es uno de los principales responsables de los graves problemas medioambientales de hoy en día. Se requiere una acción urgente para hacer frente a esta situación”, asegura Henning Steinfeld, jefe de la Subdirección de Información Ganadera y de Análisis y Política del Sector de la FAO y uno de los autores del estudio.

Según este análisis, una vaca en su ciclo biológico natural, genera más CO2 que un vehículo automotor, por lo que deducen que la ganadería contribuye, en mayor medida, al efecto invernadero que todo el sistema de transporte automotor. Llegado a este punto, uno bien puede preguntarse sobre la seriedad y la intencionalidad de tales afirmaciones.

Para empezar, es bueno recordar que hemos estado entre los primeros en reconocer las consecuencias negativas del cambio climático para con el incremento y la profundización de los conflictos existentes y por venir.

Aunque aclaramos en nuestro libro El ABC de la Defensa Nacional que no estaba del todo claro el origen humano de tales fenómenos y, mucho menos, sus causas ciertas, habida cuenta de que cambios climáticos hubo varios, algunos incluso cuando las hordas humanas aún no merodeaban la Tierra y eran los dinosaurios quienes la dominaban.

Entonces, ¿por qué un organismo dependiente de la ONU, la FAO, sostiene tal hipótesis?

Las explicaciones podrían ser varias. Empezando por la menos inocente podríamos especular que ya vivimos en un mundo que tiene sed, hambre y necesidad de aire fresco y que nosotros, los argentinos, lo hacemos en un territorio que tiene todos esos elementos en abundancia.

En contraste, baste un simple sobrevuelo sobre Europa para que podamos comprobar, con nuestros propios ojos, lo muy poco que ha quedado de sus famosos bosques medievales, simples manchas dejadas como recuerdo de lo que alguna vez fueron. ¿Dónde se fueron sus cipreses, robles, nogales y otras nobles especies vegetales?

Sabemos, por ejemplo, que los ingleses talaron a sus nogales para fabricar sus arcos largos con los cuales vencieron a los franceses en la batalla de Agincourt.

También que los franceses, los españoles, los nórdicos y los ingleses –nuevamente– derribaron sus robles para construir las inmensas flotas de sus barcos a vela que necesitaban para comerciar y dominar el globo.

Luego, los convertirían en carbón para llenar las calderas de esos barcos, los ferrocarriles y las máquinas impulsados por calderas a vapor que movilizaron su Revolución Industrial.

Nos preguntamos retóricamente, entonces, ¿con qué derecho vienen a exigirnos que nosotros no talemos los nuestros o que no criemos nuestras vacas para alimentarnos como nos gusta?

Para colmo de males, nos lo dice una adolescente que se ufana de no haber viajado a Nueva York desde Estocolmo en avión jet porque contamina, pero omite contarnos que el velero que la trajo está construido con fibra de carbono, que costó US$18 millones y que tiene motores diesel de respaldo, a la par de lo último en navegación digital. ¡Todo un chiche de la tecnología más moderna!

Esa adolescente no está sola en su discurso; es más, es una vocera teledirigida por poderosos intereses globales que sostienen que hay que controlar no solo los recursos, sino también la natalidad de los países emergentes como el nuestro. 

No se trata de una conspiración impulsada por gente anónima desde las sombras, ya que quienes promueven esto son personas bien conocidas. Entre ellos hay millonarios como la familia Rothschild, o como el empresario húngaro George Soros, y también personajes de la realeza europea como el rey Harald de Noruega. 

Además de organizaciones poderosas como el Club de Roma, que le encargó al Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT (por su siglas en inglés), el conocido informe Los límites al crecimiento, el que ya desde la década del 70 considera al crecimiento sin control de la población mundial como un problema grave .

El problema no está en el Club de Roma ni en sus promocionados informes, sino en que organizaciones globales poderosas –como la ya nombrada FAO, el FMI y el Banco Mundial– lo tengan en cuenta para diseñar sus paquetes de ayuda y desarrollo para los países que los solicitan.

Para concluir, no podemos menos que reafirmar lo que ya hemos sostenido a favor de un desarrollo justo y sustentable para nuestro país. Eso es una cosa, pero otra muy distinta es que se nos pretenda dirigir y controlar desde el exterior, con la peregrina excusa de que somos los pulmones, el estómago, las piernas o cualquier órgano, menos el cerebro, de este ancho mundo.

Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.