Contribuyentes quebrados no pagan impuestos

Aumentar la ya elevadísima presión  tributaria –una de las más altas del mundo– sobre los hombros de la castigada clase media no podrá conducir a un sano ejercicio de la solidaridad como pretende el nuevo Presidente

6 Enero de 2023 - 12:54

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El Estado Servil, uno de los libros más conocidos del prolífico historiador anglo-francés Hilaire Belloc, presenta la historia económica europea, comenzando por la República Romana, en la que la esclavitud era crítica para su economía.

Luego, con el cristianismo medieval, explica, se pasó a una basada en el trabajo de los siervos. Para finalmente llegar a una propiedad muy distribuida, con la llegada  del capitalismo en los siglos XIX y XX. 

Belloc argumenta que con la Revolución Industrial, el Capitalismo inglés se extendió por todo el mundo. Agrega que los intentos de reformar el capitalismo conducirán, casi inexorablemente, a una economía en el que las regulaciones estatales habrán eliminado la libertad y que, por lo tanto, habrán reemplazado al Capitalismo por el Estado Servil.

“El Estado Servil ha comenzado", nos dice Belloc, y afirma que al igual que la esclavitud antigua,  comparte la necesidad de obligar a millones de personas a trabajar para otros, que también deben cuidar de ellos.

Pone como ejemplo, las varias formas en las que esto se manifiesta, tales como: las leyes de salario mínimo, la de aportes patronales, la de la conciliación obligatoria, etcétera. 

Si bien el libro citado vio la luz en un lejano 1912, Hoy vemos como sus proféticas predicciones se cumplen en la mayoría de los Estados modernos que son, casi todos, Capitalistas. Con el agregado especial de que China es uno que ya practica el Capitalismo de Estado es su forma más servil, pero  es -a la vez- una de las más eficientes. 

Frente a este proceso, Belloc nomina a la difusión de la propiedad privada en manos de las clases medias, a las que asimila a la figura del viejo siervo cristiano, como la mejor forma de luchar contra este proceso de concentración del poder en pocas manos.

Por otro lado, en forma nada casual, más bien invisiblemente concretada, hoy vemos cómo esas clases medias alrededor de todo el mundo y en el seno de las más variadas culturas se están sublevando violentamente contra el Estado Servil.

Es obvio que para ellos su libertad, su dignidad, a veces, es -aún- más importante que la mismísima prosperidad que parecen haber alcanzado.

Lo estamos viendo en las sediciones callejeras de Chile y de Colombia; pero también en las de  Irak, en el Líbano y hasta en el próspero Hong Kong.

Las causas que las desatan son varias y hasta, algunas de ellas, parecen baladíes como una pequeña tasa a ser aplicada a la red social de WhatApps. No importa, las clases medias parecen estar hartas y dispuestas a la pelea.

En un artículo reciente sobre quiénes son los que protestan, al hablar del capítulo argentino afirmábamos: “Por supuesto que el sistema político argentino dista de ser perfecto. Por ejemplo, las organizaciones de vastas capas de nuestra actividad laboral informal distan de estar bien organizadas, pero parece que van camino de ello.

"Y lo que para algunos es percibido como grupos antisociales que solo se dedican a cortar calles, bien podrían presentar la ventaja de proveernos de interlocutores si la situación llegara a empeorar.

"Sea como sea, no podemos negar que existen realidades aún más profundas que pueden arruinarlo todo de un momento a otro”.

También podríamos haber agregado que la existencia de una amplia clase media a la par de numerosos organizaciones de la sociedad civil, como los sindicatos, los clubes deportivos o las cooperativas, son otra ventaja de nuestro sistema político que, en cierta manera, nos protege de las insurrecciones que se multiplican y estallan a nuestro alrededor.

Ahora bien, toda situación es susceptible de mejorar o de deteriorarse en función de las decisiones que los que mandan en una sociedad van tomando al respecto. 

En este caso y en este momento particular estamos muy de acuerdo con el nuevo Presidente en lo concerniente a que la solidaridad es la clave para mantener una sana convivencia social. Sin ella, solo puede reinar la discordia que lo contrario de la concordia.

Pero, dicho esto, no podemos dejar de advertir que toda acción política se juzga por sus resultados prácticos, no solo por sus buenas intenciones iniciales. 

En este sentido, no creemos que aumentar la ya elevadísima presión tributaria -una de las más altas del mundo- sobre los hombros de la castigada clase media, pueda conducir a un sano ejercicio de la solidaridad.

Al respecto, la economista Iris Speroni nos dice lo siguiente:“1) La Argentina está sobreexigida en impuestos. En inglés, overtaxed. 

“2) La Argentina viene de cuatro años sin crecimiento (segundo período presidencial de Cristina Fernández) más cuatro años de caída de la actividad (gobierno de Macri). Venimos de ocho años consecutivos de recesión.

"Muchas familias, fábricas y comercios están sin capital de trabajo o con deudas. Están con la cabeza bajo el agua. Necesitan subir a la superficie y tomar aire.

“La conjunción de ambas condiciones (1 y 2) hace que la única forma de mejorar los niveles de actividad y aumentar la recaudación es, justamente, bajar los impuestos.

“¿Cuáles? Probablemente todos. Cualquiera. Eliminar algunos, bajar alícuotas en otros o retardar el momento de cobro (acabar con los adelantos). Lo que fuera para que nuestro ciudadano pueda dar dos brazadas hacia la superficie y tomar una bocanada de aire.

“Subir los impuestos, más allá de si es justo o injusto, básicamente obtendrá los resultados opuestos a los buscados. Los perros muertos no pagan impuestos”.

A buen entendedor pocas palabras: contribuyentes quebrados -y a este paso cada día serán más- no pagan impuestos.

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.