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Narcotráfico: receta criolla

El funcionamiento de distintos sistemas, bajo la coordinación de la Secretaría de Lucha contra el Narcotráfico, no implicaría la derrota inmediata del flagelo, pero sí posibilitará que el mismo comience a perder la libertad de movimientos que hoy goza de forma casi absoluta

26 de febrero, 2018 - 07:11

En un artículo anterior, titulado provocativamente "Estrategia antinarcotráfico: no a los sistemas ‘llave en mano’" (Ver: http://www.ciudadanodiario.com.ar/o/2018-2-16-18-0-50-estrategia-anti-narcotrafico-no-a-los-sistemas-llave-en-mano), sosteníamos que la actual administración acababa de firmar acuerdos con la DEA y con el FBI para combatir el narcotráfico. Lo que para nosotros estaba bien, dada la naturaleza transnacional del fenómeno, pero objetábamos que se adquiriera, en el proceso, la estrategia norteamericana para combatirlo.

Poníamos como ejemplo a la lucha contra las drogas en México, que –como todos sabemos– es un fracaso. Y que es una inspirada en la idea muy norteamericana del ‘descabezamiento’. Una cuyo núcleo central pasa por suprimir toda insurgencia, y el narcotráfico lo es, mediante el simple expediente de eliminar físicamente a su conducción. En otras palabras: matando o encarcelando a los jefes narcos.

El objetivo de la estrategia de los EE.UU. es claro. Ellos no quieren combatirlo en sus ciudades, donde hay millones de adictos. En función de ello lo hacen exportando sus ideas a los lugares donde se produce o se hace la logística de las drogas, para que la pelea se libre en esos territorios, se llamen éstos Sinaloa, Caquetá o Rosario.

Al final de nuestro artículo, prometíamos una próxima entrega con una propuesta de solución para la lucha nacional contra el narcotráfico. Aquí va.

La primera premisa de nuestra propuesta es reconocer que, conceptualmente, no se trata de una guerra. Por lo menos en los estrictos cánones establecidos por Carl von Clausewitz, ya que hacerlo es reconocerles a los narcotraficantes y a sus aliados el status legal de combatientes, el cual no se merecen.

Por otro lado, es fallar en la caracterización de la amenaza y, consecuentemente, en su remedio.

Lo segundo es saber de antemano que la nuestra no puede ser una estrategia ‘made in USA’, pues si a ellos les puede llegar a servir, a nosotros no.

Necesitamos una estrategia propia basada en nuestra realidad y en nuestras necesidades. Dicha estrategia se debe conjugar a través de los siguientes verbos:

1. Detener: el ingreso y la salida por nuestras fronteras de droga, precursores, personas, aeronaves, barcos, camiones, etcétera, y de toda cuestión vinculada al narcotráfico.

2. Investigar: la ruta del dinero producto de la compra-venta de drogas ilícitas, pero también de otras actividades diversificadas del narcotráfico, como la trata de personas, el tráfico de armas, el trabajo ilegal, la falsificación de productos comerciales y su correlato, el contrabando.

3. Restablecer: la plena vigencia del Estado y del imperio de la ley en aquellos territorios ganados por el narcotráfico, como villas de emergencia y otros asentamientos ilegales; pero también en reparticiones oficiales, como la política, la Justicia y las fuerzas policiales y de seguridad, además del querido mundo del fútbol.

4. Recuperar: a los adictos mediante su tratamiento médico y su reeducación.

Comenzar por el principio
Lo aquí expuesto dista de ser un plan estratégico y solo pretende dar una visión inicial de los lineamientos generales de uno efectivo.

Para la concreción de un plan estratégico, sí podemos adelantar algunas premisas. A saber:

• Hay que comenzar por ‘detener”, lo que implica establecer un sistema de barreras físicas. Como todo sistema de barreras solo puede funcionar uno que tenga profundidad. En este sentido, éste se debe iniciar en nuestras extensas líneas de frontera y terminar en el interior de nuestras ciudades.

El mismo deberá estar compuesto por diferentes sistemas que incluyen medios técnicos y humanos destinados a detectar el ingreso y circulación de las drogas ilícitas y otros productos relacionados, como:

1. Un sistema de vigilancia del espacio aéreo: si bien este sistema existe en forma muy parcial, ya que no cubre la totalidad de nuestras fronteras en el NOA y en el NEA, debe ser, por lo tanto, completado con los radares 3D faltantes y dotar a nuestra Fuerza Aérea de las aeronaves aptas para la intercepción del tránsito irregular que el sistema detecte.

2. Un sistema de vigilancia de los ríos y lagos interiores: al igual que el anterior solo existe uno parcial en las hidrovías del NEA, pero hay que agregar los lagos de los Andes patagónicos, pues por los mismos se verifica el uso de pasos informales de baja altura para el contrabando y el narcotráfico. 

3. Un sistema de vigilancia de nuestras fronteras terrestres: éste existía, pero ha perdido su eficacia al destinar importantes efectivos de nuestra Gendarmería Nacional a realizar tareas policiales en los grandes centros urbanos. 

Además de regresar a esa fuerza a las tareas por las cuales fue creada, hay que complementarlo –especialmente en aquellos lugares de frontera seca– con un sistema de vigilancia electrónico y de patrullas de ser necesario.  

4. Un sistema de patrullaje de nuestras rutas nacionales: mediante el empleo de las policías provinciales se debe establecer un sistema coordinado de control de aquellas rutas nacionales que se sabe son utilizadas por el narcotráfico en forma habitual a fin de restringir y limitar su libertad de movimientos. Como, por ejemplo, la Ruta Nacional 7, que permite unir los puertos del Atlántico con los del Pacífico o la combinación de la 9 con la 34, que une Salta con Rosario, entre otras.

Todo lo dicho sobre nuestras fronteras terrestres, marítimas, lacustres o aéreas no constituye ninguna mala predisposición con nuestros países vecinos. Todo lo contrario, implica una intensa cooperación, tanto binacional como regional. 

5. Un sistema de recuperación de espacios interiores: aquellos barrios, especialmente las denominadas villas de emergencia, que se encuentran bajo el control territorial del narcotráfico deberán ser liberadas mediante el restablecimiento de la presencia del Estado. Para ello, habrá que conformar fuerzas multidisciplinarias integradas por fuerzas del orden, que proporcionarán el ambiente estable y seguro para que otras agencias estatales puedan proveer servicios básicos, tales como educación, asistencia social, salud, etcétera, a esas comunidades. Tal como ya lo hicieron con éxito nuestras fuerzas de paz en Haití.

Todos estos sistemas deberán responder a un ente único coordinador. Uno que, sin anular las respectivas dependencias administrativas de las diversas fuerzas participantes, coordinará sus acciones específicas contra el narcotráfico.

Este ente con el rango de Secretaría de Estado deberá depender, en forma directa, de la Presidencia de la Nación. La misma podrá ser nominada como la Secretaría de Lucha contra el Narcotráfico y tendrá por tarea principal la de diseñar las políticas, elaborar los planes y dirigir las operaciones conjuntas y combinadas contra el narcotráfico. A la par de coordinar políticas y acciones con otras agencias gubernamentales vinculadas con la lucha contra el narcotráfico.

Las distintas fuerzas federales deberán ser asignadas para el cumplimiento de misiones específicas, pero sin perder, cada una de ellas, su relación de dependencia orgánica.

Obviamente que el funcionamiento de todos estos sistemas bajo la coordinación de la mencionada secretaría, no implicará la derrota inmediata del narcotráfico. Pero, sí posibilitará que comience a perder la libertad de movimientos que hoy goza en forma casi absoluta. Lo que no solo lo llevará a cometer errores, sino, lo que es más importante, permitirá que otras medidas de mayor alcance, como la prevención, la erradicación del narcomenudeo y la recuperación de espacios a manos del narco puedan tener lugar.

Antes de terminar, queremos repetir lo dicho en la introducción: las barreras físicas no son lo más importante en la lucha contra el flagelo del narcotráfico, pero son de carácter imprescindible.

En próximas entregas nos referiremos a los factores psicológicos y morales. Y a la interacción de ambos con el físico en los niveles de conducción política, estratégico y táctico.

El Doctor Emilio Luis Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana y autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.