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"No quiero limosna, quiero trabajar": perdió una pierna y afila cuchillos para subsitir

Antonio Ferreira vive en General Alvear, localidad que la dio una nueva oportunidad para poder ganarse la vida con un oficio

Por Redacción

01 de agosto, 2022 - 12:41

La historia de superación y resiliencia de Antonio Ferreira trascendió las fronteras provinciales, ya que perdió una pierna y debió realizar múltiples actividades para poder mantener a su familia. Luego de pelearla por años, encontró un oficio que lo ayuda a poder vivir el día a día, afila cuchillos.

El hombre es oriundo de la provincia de Buenos Aires y en 2017 un trágico accidente le cambió la vida y lo dejó sin su trabajo. Una tarde de diciembre intentó cruzar la barrera con su moto y un auto que venía a contramano lo chocó. 

Por las graves lesiones que sufrió, "en marzo de 2018 me amputaron la pierna y me fui a mi casa con el fémur fracturado en dos partes porque no tenía para comprarme el clavo”, detalló el joven en una entrevista con TN.    

Recién en julio de ese año, pudieron ponerle el clavo para que se le suelde el hueso. Estuvo más de siete meses sin poder moverse y durante ese tiempo, su esposa fue despedida y con el humilde fondo de desempleo que cobraba intentaban mantener a los seis hijos.

“Cuando salí del hospital vendí la moto y el auto. Agosto y septiembre estuve en cama y en octubre salí a trabajar a la calle. Me ayudaban mi suegro y mi señora, y me iba con las muletas y la herida sin cicatrizar. Necesitaba trabajar porque mi pareja no cobraba más el fondo de desempleo y no teníamos para comer”.

 

 

Antonio y su esposa se pusieron un puesto callejero de venta de tortitas y empanadas, con un disco, un mechero y una garrafa, el matrimonio logró sostenerse durante más de un año, hasta que otra tragedia atravesó su vida, se le incendió su casa y perdió todo lo que tenía.

Con lo poco que nos quedó nos fuimos a vivir a la casa de mi mamá”. Allí se fue a vivir con tres de sus seis hijos (los más grandes son de su primer matrimonio) y su esposa a punto de parir. Luego de unos meses pudo cobrar la pensión, que le permitió sacar un crédito para arreglar el departamento.

 

Nueva oportunidad en Mendoza

Fue en ese momento, que su suegro mendocino, le ofreció, en mayo de este 2022, que se trasladara con su familia a vivir a General Alvear, en el Sur de Mendoza. Si bien la incertidumbre se apoderó de la familia por cambiar de Ciudad, tomaron la decisión de emprender la mudanza.

Los inconvenientes a la hora de viajar no se hicieron esperar. “Hay lugares que no te dejan hacer trabajo en la calle. Yo quería traerme el puesto de empanadas, pero la gente me dijo que era medio jodido vender comida en la calle”, contó.

La situación más difícil fue con su hija de tres años, la más chica de su primer matrimonio. “Venía con problemas con mi exesposa y ella no me dejaba tener a la nena. Eso me costó mucho. Hablé con mi hija y le hice entender que no la iba a abandonar, sino que iba a probar suerte, y que en la primera que pueda me la iba a traer para acá. Ella lo aceptó”, explicó Antonio.

Ya en Mendoza pudieron instalarse en una casa más amplia que la que tenían en merlo, por lo que su vivienda nueva cuenta con habitaciones para todos los chicos. Sin embargo, la mudanza no fue de lo mejor: el portaequipaje se rompió unos días antes de viajar y salieron prácticamente con lo puesto.

Nos queríamos traer un par de cosas en el auto, pero no pudimos. Nos vinimos con cinco bolsas. Llegamos acá y una prima de mi suegro nos prestó una cama, una silla y una mesa. Duermo con mi bebé y mi señora que está embarazada, duerme con el otro bebé”, contó.

 

 

Cuando los ahorros se fueron acabando,  Antonio tuvo que volver a encontrar la manera de conseguir dinero para salir y fue en ese momento que un árbol le ofreció una gran oportunidad.

“El limonero que hay en el patio de mi casa fue salvador. Con lo que tenía compré un paquete de bolsas, saqué los limones del árbol, los lavé y salí a vender. Con lo que gané me compré un cajón de mandarinas, que también vendí. Después compré un cajón de bananas y otro de naranjas. Y así fui ganando un poco de plata”, explicó.

Así fue que pudo comprarse la bicicleta afiladora. “La bicicleta la uso como mi pierna. Siempre estoy arriba de la bicicleta. Golpeo en las casas. La gente de Alvear me para y me llama constantemente”, señaló.

Antonio se dedicó durante 17 años a afilar cuchillos para alimentar a sus hijos. Desde su Merlo natal viajó por todas las líneas de tren para trabajar del oficio que siempre amó. Iba casa por casa con el típico silbato de los afiladores, preguntándole a la gente si podía arreglarle alguna herramienta. “Cuchillas, tijeras, palas, machetes, afilo lo que sea”.

Con un poco de dinero, con cosas que le fue prestando la gente del barrio y hace tres semanas que está afilando. La verdulería casera pasó a otro plano y se retomará cuando nazca el séptimo hijo de Antonio.

El poder autosolventarse le levantó la autoestima 100%." Volví a estar en la calle, a hacer lo que me gusta y volver a bicicletear. Estoy contento, hago un montón de cosas. Hay cosas que no puedo, pero no me voy a quedar acostado. Yo no quiero limosna, quiero trabajar. Yo no estoy pidiendo, estoy trabajando”, explicó.

Para cerrar, el joven contó que la solidaridad de la gente volvió a sorprenderlo y “me regalaron una prótesis que tiene una rodilla mecánica y la quiero reformar. Van a hablar con la municipalidad y van a juntar los materiales para poder reformarla y que pueda caminar con la prótesis”, concluyó.