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Pequeños sueños que te ayudan a vivir: hincha de Atlético Argentino viajó a Pujato y conoció a Scaloni

Se llama Flavio Sosa y es el mendocino que viajó exclusivamente desde la provincia a Santa Fe, para agradecerle a Lionel Scaloni el título que obtuvo con la Selección Argentina. Tras el contacto con el entrenador se sacó unas fotos, le obsequió una casaca de su amado club y emprendió la vuelta 

25 de diciembre, 2022 - 21:12

Puso “Pujato” en el GPS y salió por las Rutas Argentinas hasta el fin. Sabedor de asfaltos y molinos de viento, de remolinos y cantos rodados, de cables de alta tensión y amaneceres desde el Este.  

El viajante inventó su aventura porque lo soñó en alguna noche desde hace mucho tiempo. Y se lo contó a su viejo y a su vieja y al resto de su familia, aun con la emoción en las tripas.

“Hijo, estás loco, cómo vas a ir por un par de horas hasta allá”, le recriminó afectuosamente la Graciela, su mamá, a sabiendas de que era innecesario. Su vástago igual cumpliría su aventura. Y en el fondo ella es feliz, porque sabe que él también es feliz. 

El Oscar, su papá, se encogió de hombros. Es incurable la pasión de este muchacho, pensó y sonrió…

Y sí. Alguna vez habrá sido por el Indio Solari o por la Mona Giménez. Esta vez la Misa era otra…

La locura del hincha. La que respalda la pasión popular, no la de los que juzgan con la venda entreabierta. 

La de los vulgares, no la de la porca miseria.

La de los que refrescan las patas en una fuente, no la de los amorales.

Y sí. La gallega del GPS le indicaba caminos, posibilidades y atajos. Nada que pudiera torcerlo de su objetivo. Ochocientos cuarenta y tres kilómetros de ida; Ochocientos cuarenta y tres kilómetros de vuelta…

Y allí llegó la camioneta una noche. Una pancarta en la cancha indicaba cuál era la casa del Gran Capitán. Ni lerdo ni perezoso, bajó de la camioneta y tocó el timbre. Así, sin más trámites. Si la gente sencilla se entiende de esa manera.

Bajó una mujer, que dijo ser su hermana. “Mirá, mi hermano está descansando ahora porque ha tenido un día muy largo. Pero mañana temprano va a salir a firmar autógrafos y a saludar a la gente”, escuchó el viajante, quien no se inmutó. 

Junto a su novia que le hizo el aguante, colgaron sobre un árbol la bandera que decía: “Te soñamos antes de la Copa América. Vinimos de Mendoza”. Y luego se fueron a dormir a la chata.

 

 

Benditas las tías que suelen ser cómplices. Como aquella que registró por la ventana de la casa, esa bandera. Y se lo contó al Leonel, su sobrino. “Esa parejita está desde anoche allí afuera. Vienen de Mendoza”.

El Gran Capitán, aun con cara de recién levantado y quien desayunaba con algunos mates, sonrió y se levantó de la mesa. Salió a la calle y llamó a la chica y al chico. 

No le hizo falta escuchar, sino percibir a través de la mirada del Viajante lo que significaba ese instante. Es que de tan emocionado que estaba, el mendocino no podía emitir palabra. Le obsequió la camiseta del Atlético Argentino, como pudo le dijo algo, así como que Marciano Cantero era hincha de ese club, que era un grande de Mendoza y que había soñado este momento.

Lionel sonrió y posó gentilmente para las fotos. Se abrazó con los viajantes y agradeció el hermoso gesto de unir el sentimiento desde Mendoza a Santa Fe. Luego siguió con el ritual de saludar a quienes también estaban allí, frente a su casa.

El viajante se subió a la camioneta y no pudo contener las lágrimas. Se abrazó a Estrella, tan conmovida como él. Fueron cinco, diez, acaso media hora. Llamó a sus papás y a sus adoradas hijas. Luego emprendieron el viaje de retorno.

 

 

Flavio Sosa, el viajante de San José, el hincha del Atlético Argentino se pellizcaba aún. El sueño se había hecho realidad. Saludar a Lionel Scaloni, el entrenador de la Selección Argentina que se consagró campeón del Mundo en Qatar, como antes de la Copa América y la Finalísima.  Un prócer como su admirado General San Martín. 

Un héroe en un país en el que el fútbol es un credo. Un fervor popular. Una pasión sin subtitulados.

Son los pequeños sueños que también ayudan a vivir”, como diría el cantautor cubano Carlos Varela.

Y es así, nomás.