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Gavasci, el arquero que murió en una tragedia callejera

El pasado 18 de abril se cumplieron 44 años de la muerte del recordado arquero de Andes Talleres

28 de abril, 2020 - 16:43

Tanteó el peligro y con esas manos que antes se habían atajado todo, atinó a sostener a su pequeño hijo de 4 años. La metáfora era cruda pero noble y valiente a la vez. En el fútbol, el guardavallas es el último bastión, la agónica posibilidad para evitar un gol o una debacle. Es el puesto en donde se pueden salvar las papas de los otros a cualquier precio. Aún a riesgo propio.

Y Francisco Domingo Gavasci reaccionó con reflejos de arquero y de papá. Liberó sus manos y sin reparar en el impacto del camión que desde atrás lo desestabilizo protegió al pibe. Su esfuerzo no sobró para aferrarse al volante ni evitar que la puerta reversa del auto Unión se abriera de golpe. Y tampoco para detener su brusca caída al asfalto. Allí el camión De Soto 400, sin frenos, que los había chocado desde atrás terminó con la vida del arquero de la primera de Talleres. Así de trágico en San Martín y Barraquero, una esquina común de Godoy Cruz. Eran las 9.30 del sábado 18 de abril de 1976. Aníbal Deiber, quien era compañero suyo en el azulgrana y vivía a media cuadra de esa esquina salió a la calle con la curiosidad del ruido del impacto entre un camión y un auto rural destrozado. “Qué auto parecido al del Gringo”, dijo. Tuvo un feo presentimiento. Al acercarse no le quedaron dudas. Fue el primero en ver a su compañero muerto.

Lo apodaban el Gringo, había debutado con 15 años en la primera de Talleres y tenía como espejo a Edgardo Fumagalli, legendario arquero de Luján que solía entrar a la cancha con un perro. Había integrado el plantel del Talleres campeón del 71, aunque era el suplente de Victor Schoenfeld. Volaba con la mano cambiada para descolgar pelotas del ángulo, de las consideradas imposibles y tuvo una de sus mejores tardes en la definición por el ascenso de 1974, en el que se atajó dos penales.

Se fue a jugar un torneo regional a San Juan, volvió al Matador y ya había templado su personalidad de arriesgado y sólido a fuerza de atajar y atajar. Todo lo que expresaba en el campo de juego contrastaba con la del tipo introvertido que era afuera de la cancha. Pero protagonizaba anécdotas graciosas. Una vez su padre, también llamado Francisco estaba empecinado en darle indicaciones a su hijo detrás del alambrado. Cansado de ello, el Francisco hijo le pidió a un policía que se llevara detenido a una persona que lo molestaba detrás del arco. Don Gavasci fue liberado un rato después en medio de las risas de su hijo.

En 1976 estaba en su mejor momento. Tenía 24 años y era el referente de un equipo que mixturaba juventud como los pibes Cattáneo, Mulet, Orrego, junto a experimentados como Tito Magallanes y Juan Carlos Cuevaz. Los dirigentes de un club colombiano le habían echado el ojo y Francisco estaba decidido a irse, porque atravesaba un momento personal triste y suponía que un cambio de aire le vendría bien.

Como una mueca cruel del destino, el mismo día del accidente los colombianos llegaron al barrio del guardavallas buscando la ubicación de la casa. Le preguntaron a un vecino que les relató lo sucedido Los dirigentes acaso pensando en alguna broma de mal gusto le manifestaron que buscaban al Gavasci que era arquero. “Sí, sí, señor. Es él. Se mató esta mañana”, fue la lacónica respuesta del vecino. Lamentablemente, era cierto. 

Insólitamente la Liga Mendocina no postergó el partido de Talleres ni suspendió la fecha. Sus compañeros del Azulgrana estuvieron en el entierro el domingo por la mañana y por la tarde enfrentaron a Palmira. Fue el 1 a 1 más triste de sus vidas.