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Economía para la Defensa y Defensa para la Economía

El cierre de los mercados internacionales nos obliga a considerar la posibilidad y la necesidad de lograr ciertos niveles de autosuficiencia para ir mejorando el alicaído presupuesto de nuestras Fuerzas Armadas, sobre lo que abundan buenos ejemplos.

11 de octubre, 2019 - 16:46

Lo hemos sostenido siempre y lo repetimos ahora: hay que empezar por entender que toda fuerza armada es ante todo una organización compleja conformada por una trilogía de hombres, ideas y “fierros”. Lo que nos lleva a asumir que  lo más importante es su componente humano, seguido por su cultura organizacional (ideas) y su equipamiento (fierros).

Por este camino, podremos arribar a un diagnóstico correcto que nos permita elaborar una propuesta adecuada para su necesaria transformación y puesta en valor para la sociedad que las cobija. 

Comenzando por las ideas, podemos decir que ellas conforman su doctrina de empleo; vale decir la forma cómo los hombres de las fuerza militares emplearán a sus medios materiales para cumplir con sus distintas misiones. En este sentido, no sería lo mismo tener una doctrina estratégica naval ofensiva que nos obligue, por ejemplo, a disponer de un portaaviones; a otra defensiva, que se base en el uso de submarinos de ataque.

A diferencia de los “fierros”, las ideas no se pueden comprar “llave en mano”. Ellas exigen primero una elaboración previa y segundo, que las mismas sean aprehendidas por el grupo de hombres que las deberá emplear en caso de guerra o de conflicto. Lo que no es un proceso sencillo y que demanda, por lo general, años de educación y de adiestramiento.

Finalmente, tenemos a los hombres como la pata más importante de esta trilogía. En este sentido, afirmamos, junto con el experto Martin van Creveld, que las guerras no las libran las armas, sino los hombres. Y estos vienen en una gran variedad.

¿Quién puede negar el efecto multiplicador de una persona educada, ni qué hablar de un genio, sobre una organización determinada? También, por carácter transitivo, no son lo mismo Fuerzas Armadas conformadas por una masa de semianalfabetos que otras con gente instruida.

Hombres, ideas, "fierros". Esta es la trilogía y en este orden. 

En estos años hemos asistido al deterioro sostenido de las tres variables. El de los "fierros" es quizás el más evidente. No tenemos aviones que vuelen, buques que naveguen ni tanques que tiren y peguen.

El deterioro de las ideas no es tan claro, pero existe. Hoy nuestras Fuerzas Armadas tienen una doctrina y un marco legal que están totalmente desactualizados, en función de las nuevas amenazas que tienen que enfrentar.

Sin embargo y pese a lo sostenido hasta aquí, hoy vamos a hablar de “fierros” o, más correctamente, de cómo mejorar el equipamiento de nuestras FF.AA., ya que siendo lo menos importante, es lo más fácil de explicar.

Desarrollo

Para empezar, hay que reconocer algunas cuestiones duras y que no admiten debate. Simplemente, porque son así, no tienen vuelta. Vamos a ellas:

Primero: Nuestro presupuesto de Defensa es uno de los más bajos de la región  y está por debajo del 1,5% del PBI, que es lo recomendado por varios organismos internacionales como lo necesario.

Segundo: De ese total presupuestario, casi el 90% es destinado al pago de los salarios del personal militar y civil que integra las FF.AA. Por lo que solo resta un 10% para todo lo demás. De los cuales, otro 90% debe ser destinado a las partidas de funcionamiento (servicios básicos, combustible, impuestos, etcétera).

De tal modo que, finalmente, solo una ínfima parte del presupuesto puede ser destinada a la compra de materiales nuevos para reequipar a las FF.AA.

Para seguir, hay que desmontar el mito de que los gastos de Defensa son eso, “gastos”, cuando con otra óptica, bien pueden ser tomados por inversiones que pueden reportar utilidades. Veamos.

Se podría citar muchos ejemplos, pero vamos al más conocido de ellos. El del complejo militar-industrial de los EE.UU. Un país que a la par de poseer el primer PBI del mundo, es uno que dispone de uno de los presupuestos de Defensa más altos. 

Nos preguntamos: ¿gasta mucho en Defensa porque tiene un gran PBI o tiene un gran PBI porque gasta mucho en Defensa?

La respuesta, a la par de ser compleja, no es el objeto de este artículo. Baste decir que las grandes inversiones en caminos, en energía, en industria pesada realizadas durante la larga presidencia de F. D. Roosevelt para sacar a los EE.UU. de su Gran Depresión, fructificaron totalmente con  el ingreso de ese país en la 2da GM, ya que ello le permitió un desarrollo meteórico de todas sus capacidades nacionales.

De tal modo que al terminar ese conflicto se había convertido en la primera potencia mundial.

No se trata de ir a la guerra contra nadie, pero sí reconocer el hecho de que mucha de la tecnología militar es de uso dual y su desarrollo bien puede dinamizar el crecimiento de otros sectores. Veamos algunos ejemplos argentinos.

1. El desarrollo de la siderurgia nacional por intermedio del general Manuel Savio con la fundación de Aceros Zapla SA., el primer centro siderúrgico integral argentino. 

2. La fundación y expansión de la industria petroquímica, a cargo del general Enrique Mosconi con la creación de YPF, entre otras empresas madre del sector.

3. La creación de compañías de transporte aéreo como Aerolíneas Argentinas, y marítimo, como ELMA, que permitieron la expansión nacional de esos medios de transporte.

4. El extenso desarrollo ferroviario que nos llevó a disponer de una de las redes más extensas del mundo con material rodante que era fabricado por Fabricaciones Militares.

5. Los nichos de excelencia conformados por la CNEA respecto de la energía atómica y de la CONAE respecto de la cohetería y tecnología aeroespacial.

6. La proliferación de diversas fábricas militares bajo la dirección de Fabricaciones Militares, astilleros (CINAR)  y la fábrica de aviones (FAdeA) que nos permitieron disponer de sistemas de armas, explosivos, municiones y de otros productos de uso civil construidos con tecnología propia.

Probablemente no serán pocos los que nos recuerden el fracaso, o hasta la desmesura, de algunos de estos proyectos. Puede ser. Sin embargo, ello no impide que se lo vuelva a intentar. 

En principio, porque el mundo que nos toca enfrentar, por estos días es uno que comienza a cerrarse sobre sí mismo con varias guerras comerciales en desarrollo sobre el horizonte.

Este escenario nos obliga a considerar, al menos, la posibilidad y la necesidad de lograr ciertos niveles de autosuficiencia ante la previsible cerrazón de los mercados internacionales, cada vez más reacios a compartir sus productos en forma libre de aranceles. Ni qué hablar de las tecnologías necesarias para su fabricación.

Pero, como sabemos, no todo esto se soluciona con los grandes proyectos, ya que hay pequeñas medidas concretas con las cuales podemos ir mejorando nuestro alicaído presupuesto para la Defensa, hasta que esos megaproyectos estén funcionando.

Por ejemplo, una idea central –pero no única– sería sancionar una ley que permitiera un aporte de otros sectores más favorecidos de la economía nacional, como es el caso de la famosa Ley del Cobre chilena, que destina parte de las exportaciones de ese mineral para el reequipamiento de sus FF.AA. 

Otra idea útil podría ser, por ejemplo, incrementar nuestra participación en operaciones de paz de la ONU, ya que ello permite recibir buenos reembolsos en dólares por el uso de los equipos que se ponen a disposición de esa organización.

Otra forma es aprovechar las ventajas que dan otras naciones, como los EE.UU., para adquisición de equipamiento militar usado a un costo mínimo mediante el sistema denominado FMS (por sus siglas en inglés).

A modo de colofón

Tal como se deduce del  título de este artículo, la buena economía es buena para una buena defensa y viceversa. ¿Cuál debe ir primero? Es una pregunta que se contesta sola a poco de estudiar los ejemplos exitosos. Ya que no hay una que pueda funcionar bien sin la otra. 

En el estado de deterioro que se encuentran ambas en la Argentina, es una magnífica oportunidad para su desarrollo y crecimiento coordinado. Sinergético. De tal modo que toda ventaja obtenida en cada una de ellas se traduzca en una ventaja aprovechable para la otra.

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.