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Pedro Zanni, el primer aviador que intentó cruzar la cordillera en aeroplano

El 19 de febrero de 1917, el piloto militar nacido en Buenos Aires emprendió una aventura que casi le cuesta la vida, aunque en el intento logró dos récords para la aviación argentina

16 de enero, 2023 - 07:56

Muchos lectores se sorprenderán al saber que el teniente del Cuerpo Aéreo del Ejército Argentino Pedro Zanni fue el primero en intentar cruzar la cordillera de los Andes y llegar a Santiago de Chile, aventura que emprendió en 1917.

La creencia popular señala que Jorge Newbery vino a Mendoza a fines de febrero de 1914 con el objetivo de cruzar aquel imponente macizo andino, pero el malogrado piloto, de ascendencia estadounidense, sólo llegó a la ciudad para realizar estudios preliminares con ese fin.

Lamentablemente, el 1 de marzo de ese año, en un vuelo insignificante, el precursor de la aviación argentina perdió la vida dejando trunco aquel ambicioso proyecto.

 

La llegada del indestructible

Una calurosa mañana del 21 de enero de 1917, el tren llegó a la estación de Mendoza y dos jóvenes oficiales con uniforme militar bajaron con sus equipajes. Eran los tenientes Alberto González Albarracín y Pedro Zanni. Ambos caminaron hacia uno de los vagones donde estaban resguardados dos aparatos voladores, un Bleriot de 80 HP y un Morane-Saulnier H.

Días después, los técnicos al mando del jefe de mecánicos Ambrosio Taravella, ensamblaron los aeroplanos, que fueron transportados hasta el Hipódromo Andino.

Una vez listas las máquinas voladoras, Zanni decidió probar su avión. El vuelo se inició con toda facilidad desde la improvisada pista que le habían preparado en el óvalo central del Hipódromo. El aeroplano, después de elevarse a gran altura, practicó un extenso circuito sobre los departamentos de Godoy Cruz, Guaymallén y Las Heras. De regreso se le vio cruzar airoso y sereno sobre el centro de la ciudad atrayendo la atención de una infinidad de personas que presenciaban su vuelo.

Pero después de tocar tierra y recorrer varios metros, los pozos que había en el terreno hicieron imposible el control y el avión capotó.

Por suerte, Zanni no sufrió ninguna lesión, pero el aparato presentó la rotura de la hélice, del timón de dirección y de un larguero del fuselaje.

A pesar del inconveniente, el 2 de febrero la intrépida pareja partió con sus aviones desde un costado del lago del Parque General San Martín y rápidamente ganaron altura y volaron sobre un radio bastante extenso por un largo tiempo.

El teniente González Albarracín efectuó un vuelo a baja altura, y por momentos se creyó que iba a impactar contra los edificios, una maniobra que provocó pánico entre la gente aglomerada en las calles aledañas.

Entrada la tarde, solamente este piloto seguía en vuelo y del otro aviador no había ninguna noticia. Preocupados, los espectadores y el personal técnico presumían que había sufrido algún accidente, aunque en los cielos de Chacras de Coria el joven Zanni se disponía a emprender el regreso hacia el improvisado aeródromo del parque.

De repente, escuchó ruidos extraños en el motor y buscó un terreno plano y sin vegetación, e intentó descender planeando. Durante la maniobra, el aparato se inclinó bruscamente sobre el ala izquierda y perdió el equilibrio. Sin poder conducirlo hacia el terreno aterrizó violentamente y las alas se quebraron contra los postes de unos viñedos.

Tal fue el estruendo que algunas personas corrieron hacia el lugar del accidente y allí encontraron al militar nacido en Pehuajó, de pie, frente al avión y quejándose por tener tan mala suerte.

 

Aventura en la cordillera

En la madrugada del 13 de febrero de 1917, el teniente Zanni despegó desde el Parque San Martín y partió hacia Luján de Cuyo, para internó luego en la montaña, ya que intentaría llegar a Santiago de Chile en una sola etapa. Valiente y decidido, el joven piloto, rodeado del más absoluto silencio, se elevó como un cóndor.

Por momentos, pensó que desde que llegó a Mendoza la suerte le había jugado una mala pasada y recordó con temor los accidentes que había tenido en los días anteriores, pero trató de olvidar los desagradables sucesos.

Desde la carlinga echó un vistazo a los indicadores de presión de aceite, la altitud y la velocidad, que marcaba 90 kilómetros por hora. Con su mano firme en la palanca de mando, observó los elevados picos de la cordillera principal.

De repente, un ruido extraño sonó desde el ala derecha de su aparato ocasionado por la rotura de un tensor y poco después el motor empezó a fallar. Trató de acelerar pero todo fue en vano, viéndose obligado a tocar tierra en un campo cercano a Punta de Vacas.

Después, la noticia de la tentativa de volver a realizar la travesía despertó gran interés entre los mendocinos y surgió una nueva esperanza de realizar la hazaña. Pero los preparativos para la incursión aérea se demoraron, ya que se agregaron a los desperfectos sufridos en su aeroplano los cambios climáticos, los que atrasó la fecha de partida.

El Gato Zanni (como empezaron a llamarlo) supervisó con prolijidad el aeroplano. Pensó en la posibilidad de regresar a Luján para desde allí dirigir su vuelo a Chile y cruzar la cordillera en lo posible en una sola etapa. Luego cambió su estrategia: cobraría altura desde Punta de Vacas, ahorrando así una considerable cantidad de espacio y tiempo.

 

Partida en la altura

En el atardecer del 18 de febrero, los mecánicos terminaron de reparar el avión y el piloto probó el motor acelerándolo varias veces comprobando que estaba listo para la travesía.

A primera hora de la mañana siguiente, el joven militar subió al aparato, se ubicó en la pequeña cabina y sin dudar, hizo señas con el pulgar para iniciar el contacto. La hélice giró bruscamente y se encendió el motor reparado. La máquina tomó potencia y finalizado el carreteo, se elevó con rumbo a Chile. El frío y fuerte viento dificultó la subida del aeroplano y por más esfuerzo que hizo el intrépido aviador no consiguió remontarse a más de 90 metros de altura.

La potencia era insuficiente, y tras recorrer un trayecto de 8 a 9 kilómetros por las fuertes ráfagas la aeronave cayó y rodó por una barranca hasta llegar casi al borde del río Mendoza. Entre los restos del aparato se encontraba el afortunado aviador, que al quitarse el gorro dejó ver su cabeza y su cara sangrantes por las heridas sufridas. Trasladado a Punta de Vacas por un grupo de amigos que había seguido su accidentado vuelo, fue atendido de sus heridas, aunque afortunadamente no sufrió ninguna fractura.

Horas después, el frustrado aviador regresó en tren a la ciudad, y aunque se encontraba tranquilo y sereno, se lamentaba del resultado desfavorable de la empeñosa empresa.

La cordillera de los Andes había vencido el atrevimiento humano y a su máquina voladora, pero lo que Zanni no sabía todavía era que, en ese primer intento de cruzarla había logrado el récord mundial de altura y distancia de un avión en vuelo