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Mitos y verdades sobre las bóvedas de Uspallata

Mucho se ha dicho y escrito sobre la relación de este sitio con la gesta libertadora, pero  existe otra versión, avalada por documentos, que echa por tierra esa versión sostenida durante más de un siglo

06 de junio, 2022 - 07:33

A unos pocos kilómetros al Norte de la cabecera de la Villa de Uspallata, emerge imponente desde un paisaje agreste, una construcción en la que alguna vez funcionaron hornos de fundición a fines del siglo XVIII y principios del XIX.

El sitio conocido popularmente como "bóvedas de Uspallata" fue declarado monumento histórico en 1945, durante el gobierno del presidente de facto general Edelmiro J. Farrell.

Por muchos años se lo relacionó con la gesta sanmartiniana al decir que en ese lugar fueron fundidas por fray Luis Beltrán varias piezas de artillería para el Ejército de los Andes. Pero en realidad existe otra versión que dista mucho de la tradicional y que está avalada por una profusa documentación histórica, y que, desde hace unos años, dio por tierra lo dicho por más de un siglo.

Esta nueva información prueba que este sitio no tuvo ninguna relación con aquella épica hazaña.

 

Entre el pico y la pala

Durante los siglos XVII y XVIII, Uspallata fue el centro de la minería por excelencia, y significó para muchos la posibilidad de obtener riqueza con un poco de suerte y mucho sacrificio.

El establecimiento en el lugar de muchos mineros en la zona, creó una importante perspectiva económica para la región cuyana. Aquellos hombres, llegaban con sus mulas, picos, palas y grandes sueños para descubrir alguna veta de oro o plata y así pasar a una mejor posición en la sociedad.

En 1774 se erigió un ingenio y un horno en tierras pertenecientes a la Orden Dominica frente a la posta de la misma localidad. Este establecimiento tuvo, por aquellos años, su época de esplendor al producir una gran cantidad de plata que era enviada a Santiago de Chile. Ese mineral provenía de las minas del Paramillo, de las del Rosario y otras aledañas, pero luego de cinco años de intensa labor, varias de las minas fueron cerradas al agotarse el mineral y el lugar quedó abandonado.

Pasará una década para que el catalán Francisco Serra y Canals, uno de los hombres más progresistas que tuvo Mendoza en la época colonial, descubra oro y vuelva a entusiasmar a otros aventureros para reactivar la incipiente industria minera. 

 

La ruta de los doblones del rey

Por aquellos tiempos, el camino real que unía Santiago de Chile con Buenos Aires, era de vital importancia para transportar miles de doblones que se acuñaban en la casa de la moneda - actual palacio presidencial del país trasandino- en donde la materia prima era enviada desde Uspallata y transportada en mulas.

Luego de varios días de viaje y de atravesar la cordillera, los llamados “muleteros” depositaban sus cargas en ‘La Moneda’ para después pasar a labrarlas a golpe de martillo o con prensas. 

Las unidades tenían diferentes valores y se las depositaba en bolsas de cuero, más conocidas como “zurrones”. Estas bolsas eran luego conducidas nuevamente hacia Mendoza y pasaban hacia Buenos Aires en donde eran cargadas en buques con dirección a España, su destino final.

Antiguo molino donde se realizaba la pulverización de los minerales

 

La bóveda de acero

Fueron los señores Manuel Ignacio, Francisco Javier Molina y el español José Moret, quienes apostaron a invertir en el "laboreo" de las minas de Uspallata.

En 1790 iniciaron la construcción de un establecimiento en donde contaban con un horno de fundición con tres chimeneas y un trapiche hidráulico para la molienda, a unos kilómetros al norte de la citada posta, en el paraje denominado San Lorenzo Mártir, en el mismo lugar en donde hoy se encuentran las referidas bóvedas.

Esta empresa –que perteneció en gran parte al rey de España– tenía como objetivo principal la explotación y fundición de plata utilizando dos métodos para refinar el mineral: el de fundición y el del azogue.

El primero refinaba el metal fundiendo la plata varias veces. El otro método consistía en amalgamar el argento con mercurio y extender el mineral molido en un amplio patio para revolverlo por medio de mulas que lo pisaban. Este último, producía plata de mayor pureza.

Finalizado ese procedimiento, lo envasaban y enviaban a Santiago de Chile, donde se acuñaban las monedas.

La industria de Molina y Moret realizó en Uspallata una gran inversión en equipos, materias primas y contrató a una docena de personas para trabajar en esa labor.

Después de los hechos de mayo de 1810, las bóvedas de Uspallata, siguieron funcionando normalmente, pero surgió un cambio en esta sociedad que dependía hasta ese momento del reino español.
Cuatro años más tarde, se la denominó Compañía Patriótica de Minas y siguió funcionando normalmente durante la guerra de la independencia.

Es importante señalar que, durante la campaña libertadora a Chile, las tropas del entonces coronel Gregorio de Las Heras llegaron a Uspallata y acamparon en las inmediaciones de la estancia del mismo nombre –ubicada en la cabecera de la villa- al igual que la pequeña división que tenía Beltrán, lo que indica que fue imposible que en las bóvedas se hubiese establecido el Ejército de los Andes o utilizado aquellos hornos para la fundición de piezas de artillería.

En años posteriores, los hornos siguieron funcionando, pero con menor frecuencia, al agotarse el mineral de las minas aledañas, hasta que, al fallecer Moret, la sociedad quebró.

En 1824, el recordado José Antonio Álvarez de Condarco fue apoderado y socio de una empresa minera del Reino Unido e intentó activar la minería en la zona de Uspallata, pero no obtuvo buenos resultados al pretender comprar el complejo minero incluyendo las bóvedas.

Fracasada aquella iniciativa, los hornos de fundición quedaron abandonados hasta mitad del siglo XX, cuando por iniciativa del Gobierno nacional el sitio fue recuperado, puesto en valor y declarado lugar histórico nacional.

De allí en más varias fueron las restauraciones que se realizaron en estas edificaciones a través de diferentes gestiones provinciales. Inclusive, en 1975, un mayor del Ejército Argentino de apellido López realizó, junto a un grupo de entusiastas acompañados por arqueólogo, varias excavaciones para intentar averiguar algo más de aquel sitio histórico.

Una de las últimas refracciones de todo el conjunto tuvo lugar en 1994, y más recientemente hubo una intervención a cargo de la Municipalidad de Las Heras.

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