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El primer extranjero nacionalizado argentino vivió en Mendoza

Se llamaba Juan Francisco Cobo, era de origen español y tuvo una especial actuación en la formación del Ejército de los Andes bajo el mando del General San Martín, quien sugirió el privilegio

21 de noviembre, 2022 - 07:51

Fue el primer ciudadano extranjero que obtuvo la ciudadanía argentina. Era español, se llamaba Juan Francisco Cobo y recibió ese privilegio en 1818 por orden del director supremo Juan Martín de Pueyrredón y por sugerencia del General José de San Martín al evaluar los importantes servicios que prestó durante la campaña libertadora.

 

El sello de un nombre

Juan Francisco Cobo y Azcona nació en Cantabria (España) y fue bautizado el 27 de octubre de 1755 en un pequeño pueblo llamado Secadura, en el municipio de Voto. Fueron sus padres Francisco Cobo de la Muela y doña María Sabina Ruíz de Azcona.

Con sólo 15 años de edad partió desde la península ibérica hacia América del Sur y se radicó en Santiago de Chile durante varios años, en donde tuvo varias ocupaciones. Luego, con la idea de buscar nuevos horizontes, cruzó la cordillera de los Andes y se estableció en Mendoza, donde con su título de notario público ejerció la escribanía en el Cabildo mendocino.

Al poco tiempo de llegar a esta ciudad conoció a doña Juana Correa de Saá, con quien contrajo matrimonio el 10 de agosto de 1779. Juana había nacido en 1760 en la ciudad de Curicó en Chile.

La felicidad del matrimonio duró muy poco, ya que Juana, con apenas 20 años y sin dejar descendencia falleció el 15 de junio de 1780, los pocos meses de haberse casado, y su cuerpo fue enterrado en el campo santo de la Iglesia Matriz.

Juan Francisco Cobo, el español que se convirtió en patriota

Pocos meses después, el 27 de noviembre de 1780, Juan Francisco se casó en segundas nupcias con la mendocina María Dominga Sáez de Ladrón de Guevara, quien había nacido el 10 de agosto de 1764, y era hija de don Félix Sáez Barba y de María Petrona Ladrón de Guevara.

Con su segunda esposa en 1871 tuvo a su primer vástago, al que llamó Juan Camilo, quien falleció a los pocos días. Después nacieron otros once niños, y algunos de ellos murieron cuando todavía eran muy chicos.

Mientras tanto, la figura de Juan Francisco Cobo iba adquiriendo un destacado papel dentro de la función pública, y a principios del siglo XIX obtuvo en Mendoza el título de alcalde de primer voto. El brillante profesional fue también notario eclesiástico, labor que ejerció durante muchos años.

 

La alameda mendocina

En los primeros años de 1800, el escribano Cobo concibió en su mente la idea de embellecer la ciudad con el emplazamiento de una alameda, similar a las existentes en otras ciudades, como Buenos Aires, Sevilla, Lima o la de México, que fueron diseñadas y construidas a fines del siglo XVIII. Ellas constituían el lugar de entretenimiento de gran parte de la sociedad de aquellos tiempos.

El 8 de mayo de 1808 llegó a nuestra provincia la respuesta del virrey Liniers con la que aprobaba la construcción de esa obra. También sugería que los vecinos no debían sufragar los costos de construcción de la alameda y propuso en su lugar una contribución voluntaria. Además, para abaratar el proyecto la mano de obra sería aportada por los presos.

Al enterarse de que la máxima autoridad del virreinato del Río de la Plata daba el visto bueno para el comienzo de la obra, los alcaldes se reunieron en la Sala Capitular del Cabildo mendocino el 13 de agosto de 1808 con el objetivo principal de tratar la construcción del paseo público y el mejoramiento de las veredas por parte de los vecinos.

Se estableció también que si no cumplían con estas exigencias se los castigaría con una multa. En la reunión se decidió que los presos trabajaran para acondicionar el terreno elegido, conocido como de los tajamares.

La alameda original, como la proyectó Cobo en 1808

Además, los alcaldes le solicitaron al vecino Antonio Moyano que cediera parte de sus terrenos para ensanchar el paseo, mientras que Cobo trajo desde Cádiz unas estacas de árboles denominadas Populus fustigiata, más conocidos como “álamo de Italia”, que fueron plantados para embellecer el paseo.

En su finca de Guaymallén, el distinguido funcionario y escribano se dedicó a la plantación de aquella especie, impulsando su utilización para comercializar la madera que sirvió tiempo después para la fabricación de muebles y otros elementos.

 

Español y patriota

Después de los hechos de mayo de 1810, se produjo en la sociedad cuyana una profunda grieta que la dividió en dos bandos: los realistas y los patriotas. Los primeros, en su mayoría eran nacidos en la península, mientras que los segundos eran americanos. Pero hubo una excepción: el español Juan Francisco Cobo se adhirió su dudarlo al movi- miento patriota y contribuyó con dinero e influencias a la causa emancipadora. Además, fue un gran colaborador del entonces gobernador de Cuyo, el coronel mayor José de San Martín.

En 1816, el patriota español participó activamente en la formación del Ejército de los Andes, creado para liberar el territorio chileno.

 

Benemérito de la patria

A fines de 1817, y luego del triunfo de las fuerzas patriotas en Chile, el General San Martín y el gobernador intendente de Cuyo, Toribio Luzuriaga, propusieron al gobierno de Buenos Aires que se le otorgase la ciudadanía argentina a Juan Francisco Cobo por su gran contribución a la causa patriótica.

La propuesta fue aceptada por el director supremo Pueyrredón y en los primeros días de febrero de 1818 Luzuriaga le comunicó al español que el gobierno de las Provincias Unidas de Sudamérica le habían otorgado la carta de ciudadano.

La ceremonia para entregarle la distinción tuvo lugar en el cabildo, en donde estuvieron presentes varios integrantes del ayuntamiento, el escribano Cristóbal Barcala y el primer mandatario, Toribio de Luzuriaga, quien le tomó juramento a Cobo, como preveía el artículo 10 del capítulo primero del Reglamento sancionado por el Soberano Congreso. Se convirtió, así, en el primer extranjero que obtuvo la carta de ciudadanía de nuestro país.

El 23 de junio de 1835, Juan Francisco Cobo falleció en Mendoza y fue enterrado al día siguiente en el templo de la Iglesia Matriz.

Los mendocinos quisieron perpetuar su me-moria declarándolo “Benemérito de la Patria”, y a fines de 1865 se denominó Juan Francisco Cobo a la plaza que hoy lleva el nombre de General San Martín.

Tiempo después se construyó una nueva plaza en la ciudad, y para rendir homenaje al destacado patriota se le impuso su nombre.