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A 200 años del regreso de San Martín a Mendoza

El Libertador de América había vuelto de Perú, cansado y con su salud deteriorada, pero también sentía la amargura de haber sido traicionado por varios a quienes alguna vez consideró que eran sus amigos

30 de enero, 2023 - 07:55

Hace exactamente 200 años llegaba a tierras mendocinas el general José de San Martín luego de regresar del Perú, en donde había sido designado Protector de ese país.

Pasaba por un calamitoso estado de salud y la amargura de haber sido traicionado por muchos de los que creía habían sido sus patriotas amigos. La estrella que se había encendido en 1813 y que tuvo su gran apogeo en 1818, se había extinguido.

 

Regreso sin gloria

A mediados de enero de 1823, el hombre que había liberado a tres naciones se puso en marcha desde el Sur chileno con rumbo a la provincia de Mendoza por el camino que conducía al paso de El Portillo.

Salió acompañado por un grupo de jinetes para cruzar las elevadas cordilleras del Ande. Sería la última vez en su vida que atravesaría aquel cordón montañoso sudamericano.

Era la primera vez que hacía el cruce por esa ruta, ya que varias veces lo había transitado por la huella más usada, el camino real, comúnmente llamado de Uspallata. Y también fue una vez, cuando realizó la titánica campaña que transitó por la senda de los Patos.

Mientras eso ocurría, los mendocinos se enteraron por varios rumores que llegaban desde Santiago de Chile que el estimado General San Martín regresaría a Mendoza. Esta noticia hizo que los ciudadanos y autoridades locales se pusieran en alerta para recibir a su héroe.

Esto ocasionó que un apreciado oficial de granaderos a caballo llamado Manuel Olazábal iniciara su partida junto a otras personas con el fin de recibir al Libertador.

El joven oficial del Ejército de los Andes partió desde la ciudad rumbo al sur de la provincia. Tuvo que soportar varios días de marcha realizando varias postas, entre ellas la de Luján, hasta llegar a la estancia El Totoral, que estaba ubicada en el Valle de Uco y era propiedad de Juan Francisco Delgado.

En esa finca, que también servía de posta, se hospedó aquel guerrero, y cuando apuntó el amanecer salió al encuentro del vencedor de Chacabuco y Maipú.

Es interesante destacar que el dueño de la estancia –actualmente en el departamento Tunuyán– era esposo de la comadre del Capitán General José de San Martín, doña María Josefa Álvarez, quien el 31 de agosto de 1816 ofició de madrina de Mercedes Tomasa de San Martín junto al mayor José Antonio Álvarez Condarco.

Cuando los rayos del sol comenzaban a asomarse, Olazábal y sus arrieros iniciaron la marcha hacia el lugar llamado “cajón de El Manzano”. Tras llegar a pocos kilómetros de ese punto, a lo lejos se vieron siluetas de una cabalgata compuesta por varios hombres que asomaban por aquella senda.

Acompañaban al Padre de la Patria, un capitán, un par de asistentes, varios mucamos y cuatro arrieros que llevaban varias mulas con equipajes y provisiones.

 

El encuentro con su “hijo”

A pocos metros de encontrarse, ambas columnas detuvieron la marcha y se produjo el encuentro tan esperado entre el vencedor de San Lorenzo y el joven oficial, y en un momento cargado de emoción se fusionaron en un fuerte abrazo.

El general estaba vestido con un chaquetón y un pantalón de paño, ambos de color azul. Calzaba zapatos negros con polainas, lucía sobre sus hombros un poncho de origen chileno y coronaba su cabeza con un sombrero de paja de ala ancha traído de Guayaquil.

Al acercarse Olazábal al Libertador, éste puso una mano en su cabeza y lo llamo “hijo”.

Después partieron en dirección a Mendoza, pero realizaron un breve descanso y José de San Martín fue convidado una taza de café con bizcochuelo.

Se dice que ambos militares pasaron la noche bajo un manzano, en donde el exgobernador intendente de Cuyo durmió en una improvisada cama hecha con varios ponchos que formaron un cómodo colchón.

En la madrugada, los jinetes marcharon hacia la estancia El Totoral, en donde –según el relato de Olazábal– se alojaron a media mañana. Fue en ese lugar donde San Martín recibió desde Chile una serie de correspondencia atrasada. Mientras estaba sentado, fue observando quiénes eran los remitentes de la correspondencia.

Una de las cartas le llamó particularmente la atención al leer el nombre de Manuel Mateo de San Martín. Cuentan que esa carta fue destruida en el mismo lugar por el exjefe del Ejército de los Andes, quien comentó que desde 1812 le había escrito a su hermano, que luchaba en España, y que este nunca le había respondido. Otras, en cambio, escritas por personajes importantes de Chile y del Perú, fueron leídas en ese momento.

En aquel lugar de El Totoral, San Martín y el enviado por Mendoza estuvieron más de cinco días. Aprovechando la tranquilidad y los sanos aires de la zona, el viejo guerrero recobró su salud, tanto mental como física, cuyos achaques lo tenían a mal traer.

El Libertador fue recibido por Manuel Olazábal en el llamado “cajón de El Manzano”. Pintura de Fidel Roig Matóns

 

San Martín cabalga de nuevo

El 2 de febrero de 1823, el Libertador y Olazábal partieron rumbo a la ciudad de Mendoza, mientras su escolta militar, el capitán chileno que le acompañaba desde Chile y quien había cumplido la misión de escoltarle, regresaron por el camino de El Portillo hacia el país trasandino. Sus servicios fueron agradecidos por el general San Martín con un efusivo apretón de manos.

Acto seguido, la marcha continuó con tranquilidad hasta la estancia La Estacada, situada a pocos kilómetros del actual embalse de El Carrizal, a donde llegaron luego de varias horas de transitar por un agreste camino.

Esta posta obligada de todos los que transitaban la ruta hacia el Sur era propiedad de José María Correa de Sáa y Soto. Este personaje había nacido en Santiago de Chile en 1770, y era padre de dos héroes de la independencia: el general José Ignacio (1799-1879) y José Félix Correa de Sáa (1803-1835) quienes lucharon a las órdenes de San Martín y se destacaron en Chacabuco y Maipú.

Don José María Correa de Sáa se casó con Juana María Zorraindo y Zapata y falleció en Mendoza el 9 de diciembre de 1828.

El 3 de febrero fue una fecha muy especial para aquel maestro de la guerra, ya que diez años antes había sido su bautismo de fuego en el combate de San Lorenzo. Durante el camino hacia Mendoza, San Martín lo recordó con gran emoción, rememorando también cuando casi perdió la vida y fue salvado por dos granaderos.

Al llegar a la ciudad, José de San Martín quiso pasar desapercibido – como era su costumbre de hacerlo– sin ningún recibimiento. Llegó junto a Olazábal y se hospedó por un tiempo en la habitación de huéspedes de la residencia de su gran amiga Josefa Morales de los Ríos viuda de Ruiz Huidobro.

Luego de dos meses partió hacia su chacra de Los Barriales, en el Este Mendocino, donde residió por un breve y tiempo. En junio de ese mismo año, en su honor, el gobernador general Pedro Molina declaró a aquella villa con el nombre de General José de San Martín.